¿Cómo es posible que la leche materna no sea su único alimento, si tu bebé solo tiene tres meses? Y mi amiga prefirió no contestarme porque realmente no carece de ella, como les suceda a otras madres, sus pezones están bien formados, ninguna enfermedad aqueja a su bebé para apartarlo del seno materno, ni ella tiene algún padecimiento que condicione. Sencillamente, quiere recurrir al biberón porque su interés en la estética de su cuerpo, sin explicación alguna, es mayor que el deseo de que su hijo reciba el alimento esencial en sus primeros meses de vida.
Hay teóricos y teorizantes del tema de las generaciones. Analizan el comportamiento, las relaciones más o menos antagónicas respecto a sus predecesores —lo que algunos llaman parricidio— el vínculo con el medio y las circunstancias, así como el tiempo de duración de cada una de ellas. Confieso que el debate académico sobre el asunto no me interesa, aunque cuando realizo una mirada retrospectiva sobre el transcurso de mi vida, reconozco que la existencia de generaciones constituye una verdad irrefutable.
Pensar como país. A esto nos ha llamado Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. Lo reiteró en su discurso del viernes último por el Día de la Rebeldía Nacional, en el mismo lugar donde el Comandante en Jefe presidió su último acto nacional por el 26 de Julio, en la misma tierra en la cual despertaron las ansias de convertirnos en patria, hace más de 150 años, cuando hacendados, esclavos y campesinos quisieron despojarse del yugo colonial.
Este viernes 2 de agosto de 2019 expira el Tratado de control de armas Estados Unidos-Rusia que había sido firmado el 8 de diciembre de 1987 entre el entonces presidente de los EE. UU., Ronald Reagan, y el secretario general del Partido Comunista de la URSS, Mijaíl Gorbachov.
La vieja realidad sobre las mil y una resoluciones aprobadas para proteger al consumidor muestran cómo casi siempre estas no se aplican con el mismo ímpetu que en su control bajo el techo en que se deben acatar.
Lima.— La tierra en la que uno nace es una de esas cosas que nos acompañan toda la vida, igual que un nombre, un apodo, o una cicatriz. El hecho de haber abierto los ojos en este o aquel punto de la geografía mundial, puede resultar una bendición o un castigo. Está claro que no da igual un parto en París que en Kinshasa.
Unidad y acción son los dos raíles sobre los que es imperativo avanzar a la izquierda y al progresismo social y político de Latinoamérica y el Caribe. El hecho de que ello fuese refrendado por el recién concluido Foro de Sao Paulo, celebrado en Venezuela, hace esperar movilizaciones populares de más grueso y extensión para hacer conciencia —porque no basta con la charla ni la escuela política—; y también para exigir lo que, de otro modo, no será concedido por la derecha neoliberal allá donde ya estaba, o retornó al poder.
Otra vez celebramos una fecha que cambió para bien nuestra historia, convertida en el transitar del tiempo en una de las citas con la Patria más genuinas y festejadas.
LIMA.— De las nubes al colchón hubo nada. Un nanosegundo. Randy Lerú «jugaba» con el aparato de sus amores, la barra, cuando esta se alejó de sus manos y lo dejó caer. Quedó acostado, boca arriba, con los ojos amarrados. Nadie, ni siquiera su entrenador Carlos Gil, se atrevió a ir donde yacía el muchacho, después de que se esfumara la opción más segura de medalla para Cuba en la gimnástica masculina.
Desde que la Revolución Cubana comenzó a emitir sus primeros balbuceos, el Gobierno de Estados Unidos ha pretendido aniquilarla por asfixia. Tan abominable propósito le quita el sueño y obsesiona a cuanto presidente de ese país llega a la Casa Blanca. Sin embargo, nuestro proyecto social continúa inconmovible. El secreto de la proeza radica en la monolítica unidad de un pueblo resuelto a luchar por sus conquistas.