Con el arte como terapia de sanación arribaron a Guantánamo los artistas holguineros. Autor: Reynaldo Zaldívar Osorio Publicado: 16/11/2024 | 06:59 pm
El arte, como herramienta terapéutica, tiene un impacto significativo en la recuperación emocional de las personas, especialmente en momentos de crisis. La llegada de la brigada artística holguinera Manos que crean por Guantánamo a las zonas afectadas por el huracán Oscar es un claro ejemplo de cómo la cultura puede contribuir a la reconstrucción espiritual de la comunidad.
Abanderada por las máximas autoridades de Holguín con la misión martiana de propagar la cultura como remedio de males, los artistas trabajarán en campaña toda la semana en numerosas comunidades para brindar brotes de esperanza en las zonas afectadas por la eventualidad climática. La brigada está integrada por instructores de arte, miembros de la Uneac, el Movimiento Juvenil Martiano, Artes Escénicas, la Empresa de la Música y la Dirección Provincial de Cultura. Manos que crean por Guantánamo es un antídoto de luz al corazón herido de la patria.
La devastación en Guantánamo es conmovedora. En solo cuatro horas llovió toda el agua del año. Para que se tenga una idea, una pareja permaneció 34 horas sobre un árbol hasta que llegó el rescate, porque todo a su alrededor fue ocupado por las aguas. Aún se pueden ver, acumulados frente a las casas, los restos de lo que fueron colchones, escaparates y sillas. La humedad deja un olor quebradizo, y sobre las montañas, como asomándose al pueblo, las nubes anuncian las próximas lluvias.
Ver a las personas bailar, cantar y reír ofrece un boceto indescriptible sobre la capacidad del ser humano para crecer ante las dificultades. La imagen de sus casas rotas y manchadas de fango contrasta con los rostros donde se agiganta el discurso de la vida. Desprovistos de todo lo material, son capaces de reconstruirse sobre los hechos y sonreír, porque las cosas materiales son herramientas para la vida, no la vida misma. Los guantanameros, de personalidad amena y hospitalaria, disfrutan de las presentaciones artísticas a sabiendas de que allí pueden encontrar un poco de fe y salvar el espíritu; porque salvar el espíritu les permitirá crear una luz que divida en dos la borrasca y alumbre con toda la intensidad del siglo.
Los habitantes de Limones se juntaron para disfrutar de los títeres, los malabares y la música infantil. De entre el público, un niño se sumó a los artistas para resumir en versos lo acontecido en su pueblo y expresar su deseo de crecer y trabajar para tener una casa segura: «Pero en Cuba», repetía, «Pero en Cuba».
La pendiente desde Limones a Maisí es enorme. El mar parece elevarse sobre el horizonte mientras la guagua se mueve con suavidad por el camino zigzagueante. Hay que dejar el medio de transporte y continuar a pie. Del otro lado del río esperan decenas de personas que en pocos minutos se agruparán para disfrutar del espectáculo.
«Descompresión. Como si el pecho se abriera, liberando toda la energía. Las inquietudes personales, los problemas en casa... todo desaparece cuando se da a los demás lo mejor de nosotros. Aquí me siento liberada», comentó Leydi Álvarez, integrante de la brigada.
Leydi Álvarez, integrante de la brigada, regaló a los lugareños lo mejor de ella. Foto: Reynaldo Zaldívar
Gerald tiene tres años y vive en Punta de Maisí. Cuenta cómo fue la inundación: «Yo tenía un colchoncito de muelle y Oscar me lo rompió. También se me murieron dos gaticos». «Todo fue muy rápido. Nos dimos cuenta cuando ya el agua había llenado la casa», agrega su madre. Y hay muchos niños como Gerald que han perdido sus cosas. Todos han acudido a ver a los artistas holguineros, también sus padres y los vecinos. Detrás, como una buena noticia, se erige el faro por donde el sol nace para Cuba.
El Sistema de Atención a la Familia se ubica en una vivienda frente al pequeño parque. Allí se junta un grupo de ancianos a los que el Gobierno les prepara la comida. Y están los artistas, en un impulso de gozo, creando para ellos los minutos más felices de los últimos días.
Han pasado las horas y la tarde cae en Maisí. Hasta la región más alta se trasladan los creadores para compartir con la comunidad Chafarina, donde es visible el efecto devastador de los vientos. Hay casas sin techo y árboles quebrados. Especial interés para los presentes tiene la actuación del proyecto Arcoíris, con más de 30 años de incidencia en la región. Se hizo la fiesta en la escuelita Mariana Grajales, donde acude el pueblo para ver levantarse, por sobre el terreno pedregoso, la bandera de la virtud.
La brigada ha traído, además de arte, donaciones del pueblo holguinero que siente, en carne propia, las dolencias de sus hermanos. «Esto no remplazará sus pérdidas, pero será como un abrazo», comentó Yakelín Tapia, integrante del equipo y directora provincial de Cultura en Holguín. Graduada en 2005 como Instructora de Arte en la manifestación de Teatro, lleva en la formación el humanismo martiano. Le acompañan en su equipo inmediato Náyade Smarth, subdirectora, y Reynier Parra, Director del Centro Provincial de Casas de Cultura.
Es loable el trabajo de estos jóvenes que han sido capaces de saltar, no solo la distancia geográfica, sino las barreras hacia manifestaciones artísticas que se alejan de sus especialidades para asegurar el bienestar emocional del público. Jóvenes formados con la integralidad que necesitan estos tiempos. Lo sabe muy bien Cuba, y lo hace notar su Presidente, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, que, a su paso por el consejo popular Sabana, comparte con ellos, bajo la llovizna intensa, el regocijo por el humanismo que emana del trabajo.
Duele ver el lugar donde alguna vez florecieron las amapolas, el puente desgranado por el río, el hombre que se acerca a la costa en busca de alguna de las cosas que la crecida arrastró. Imágenes que no borrará el paso de las estaciones. Pero todo el pueblo de Cuba se junta por los que sufren y a una sola voz entonan la canción de la patria que es, gracias a trabajos como el de estos artistas, un himno a la esperanza.
La llegada de la brigada a las zonas afectadas por el huracán Oscar fue un bálsamo para todos, en especial, para los niños. Foto: Reynaldo Zaldívar