Ha sido esencial el intercambio entre las nuevas generaciones y profesionales de larga experiencia en tareas de control. Autor: Favio Vergara Publicado: 24/09/2025 | 11:30 pm
Una tarea que no se limita a hurgar en papeles, sino a escudriñar la realidad misma de la gestión pública. Exige tanto de la minuciosidad como de la visión estratégica. Con el cuaderno de normas en la mano y la actitud de colaboración, el perfil del auditor moderno que Cuba necesita es el de un joven preparado y comprometido con ayudar a que el país encuentre a diario, incluso en medio de las crisis, los caminos de la eficiencia y el control.
Con 33 años, Wander Pilar Romero refleja, justamente, ese modelo. Él es director de Auditoría del Ministerio de Transporte, y desde esa posición lidera la participación de su equipo en la 17ma. Comprobación Nacional al Control Interno (CNCI), una labor que trasciende las oficinas para convertirse en minuciosa investigación del latir económico de la nación.
«La CNCI constituye un gran reto porque requiere todo un período de preparación para adaptarse a las características del sector que se revisa. Es uno de los ejercicios más movilizadores que tiene nuestra actividad», explica Wander.
La comprobación, convocada por la Contraloría General de la República como máximo órgano de control, ha perfeccionado su metodología. Desde hace tres años, en lugar de dispersar esfuerzos, se concentra en un sector específico, y ha obtenido muestras más representativas y resultados de mayor impacto.
Investigador de la economía
Uno de los sellos distintivos de esta edición es el traslado de las aulas al terreno con la integración de 400 estudiantes universitarios de todo el país. Futuros profesionales de Derecho, Economía, Contabilidad, Ingeniería Agrónoma e Industrial y de la carrera de ciclo corto de Auditoría se suman a las brigadas de control.
Asimismo, participan más de 1 400 contralores y auditores, muchos de ellos recién graduados como Lianet Milagro Rodríguez Hernández, quien no imaginaba su vida entre balances y normas de control.
«Al principio veía la auditoría como un trabajo de oficina, pero descubrí que es como ser un investigador de la economía; hay que saber leer entre líneas, conectar indicios y encontrar la verdad que no siempre está visible en los registros», reflexiona.
Los auditores, explica Lianet, nos debemos al bienestar del país y trazamos un puente entre las instituciones que gestionan los recursos y el pueblo. «Es nuestra tarea tener firmes límites éticos y valores morales rectos para asegurar la transparencia de los procesos», afirma con convicción.
A pesar de los desafíos, se siente contenta con la elección de su profesión y, a su lado, Carmen Alejandra Catalá Bejerano, quien fue partícipe en la comprobación del año pasado —dedicada al turismo—, repite esta vez en el sector agropecuario.
«Es un encargo enorme porque debemos entender todo el funcionamiento del sector a comprobar, que no es el nuestro, y ello demanda interacción constante con cada trabajador», relata. Pero esa responsabilidad la motiva y, lejos de ser desalentadora, resulta un nuevo empuje para esta joven. «Ejercer control es la manera personal de los auditores de aportar nuestro esfuerzo para responder al pedido de la dirección del país de
otorgar un nuevo impulso a la economía», agrega.
Así se entrelazan las historias de Lianet, Carmen Alejandra y Shanely Caridad Lemus Rojas, tres jóvenes veinteañeras que representan la nueva savia de la auditoría en Cuba convencidas de que su profesión es un instrumento para servir.
Con orgullo y determinación, asumen el reto de examinar de forma rigurosa lo relacionado con la Ley 148 de Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional, y auditar el sector alimentario en la 17ma. CNCI, mientras demuestran que la juventud puede ser baluarte de honestidad y rigor.
«El valor agregado está en poder contribuir a que el pueblo vea en su mesa los frutos de la implementación de la Ley, especialmente en el contexto de la compleja crisis actual en casi todos los frentes, incluyendo el agroalimentario. Ello demanda doble responsabilidad moral, con el país y con el pueblo», explica Shanely Caridad.
La juventud como apuesta estratégica
Las tres jóvenes piensan que la edad no es una limitación para el ejercicio de su labor, sino una potencialidad. La juventud se impone con el interés de aprender cada día más. Su familiaridad natural con las tecnologías les permite a los más nuevos cruzar datos con agilidad, mientras que sus miradas frescas cuestionan procedimientos que para otros podrían ser inamovibles.
«Tener curiosidad y pensamiento diferente al de nuestros mayores enriquece los procesos de análisis y resolución de conflictos», declara Shanely Caridad. Con esta opinión coincidió la joven líder de grupo Shajay Hernández Díaz, graduada hace seis años de Contabilidad con especialización en Auditoría. Esta es su primera vez participando en la CNCI.
«Aventurarse a auditar sistemas y sectores diversos no sería posible sin contar con un claro sistema de normas prestablecidas y el apoyo de compañeros más experimentados», reconoce desde el seno de un grupo heterogéneo en el que hay auditores de mayor experiencia.
Para ella, la inclusión de jóvenes en actividades de control de tanta relevancia nacional es una apuesta estratégica. «Esta experiencia es como un acelerador de madurez profesional. En pocas semanas aprenden más que en meses de formación teórica y, al mismo tiempo, aportan una visión desprejuiciada que revitaliza nuestros métodos de trabajo». Esa combinación de frescura juvenil y sabiduría práctica es, a su juicio, una fórmula ganadora.
Con auditorías precisas y un compromiso inquebrantable, por esas manos jóvenes pasan también la legalidad y el empeño de un país. Estos profesionales representan la justeza, no como inspectores temidos, sino como facilitadores que ayudan a las entidades a optimizar los procesos.
Sus labores de examen constante sientan las bases para que cada recurso, por escaso que sea, rinda al máximo en beneficio de un necesario e impostergable desarrollo nacional.
En manos de las nuevas generaciones resilientes y éticas, el control interno se convierte en sinónimo de esperanza y construcción. Es la prueba de que la cantera de auditores cubanos se renueva con talento y un profundo sentido de la responsabilidad. Son, en esencia, guardianes contra todo lo mal hecho, aquellos que, desde la legalidad en su desempeño, aseguran que el futuro no sea un proyecto frágil, sino una edificación firme.