La guagua, al mediodía de un viernes capitalino, es un hervidero de emociones, deseos contenidos y fluidos humanos que se comparten, sin querer, si uno se acerca demasiado a otro pasajero.
Las opiniones divergentes se difunden a montones en las redes sociales, páginas web y en la sabia tribuna de la calle, cuestión normal en esta pulsada en la que comerciantes tratan de justificar lo injustificable y el consumidor aplaude la medida que le revaloriza sus pesos.
Tal vez la palabra «manual» sea demasiado pretenciosa. A fin de cuentas, no es mi intención ofrecer una guía de instrucciones —no podría aunque quisiera—, sobre todo cuando se trata de un tema tan complejo como es el de la maternidad. Estas líneas son más bien una recopilación de historias, sencillas confesiones personales de una de las experiencias más importantes que puede vivir una mujer.
Hubiese querido que este texto no iniciara así, con palabras de dolor por la partida física de un hombre a imitar, de un profundo pensador. Como homenaje a él, a quien dedicamos la pasada edición del Seminario Juvenil de Estudios Martianos, fueron escritas estas palabras que ahora adquieren otra connotación. La muerte, nos advertía Martí, no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida; y este hombre de carácter entero, Roberto Fernández Retamar, no murió.
La peculiar costumbre criolla de guardar o esconder alguna «tierrita» debajo de los colchones se nos devuelve por estos días en forma de pregunta, cuando algunos intentan responderse de dónde salieron los millones que hacen posible el ya disfrutado, por muchos, incremento salarial en Cuba.
Término ambiguo como casi todos, la palabra improvisación tiene muchos sentidos. Existen los intérpretes del punto cubano. Hubo, tradicionalmente, los oficiantes de despedidas de duelo, sobre los cuales el fallecido manzanillero Julio Girona, Premio Nacional de Artes Plásticas, ha dejado una deliciosa estampa. Con abundancia de adjetivos y retórica vacía se aprestaban a despedir a cualquier desconocido. Aunque descarten el uso de apuntes, hay otros que no son improvisadores en el sentido cabal del término. Preguntado en una entrevista sobre por qué improvisaba, Fidel respondió, con sabiduría política: «Porque a la gente le gusta asistir al parto de las ideas».
A pensar como país, que es pensar por Cuba y los hijos de esta tierra, nos ha llamado Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. Atinadas reflexiones han salido de este llamamiento, algo que ha de hacer cada cubano para dar más por la Mayor de las Antillas.
SANTA CLARA, Villa Clara.— Para muchísimos devino una buena alerta la sanción aplicada al ciudadano que destruyó las plantas sembradas en macetas en el bulevar de esta ciudad, que muestra una imagen más bella por la atinada ornamentación que semeja pequeños bosques.
Cada centímetro de tierra tiene una leyenda que merece ser contada. La Habana, sin duda alguna, enamora con su majestuoso Capitolio y su gente, la misma gente que en cada canto, en cada baile, en cada pelea lanza un grito a la vida. Pero es más que eso.
Quizá Bayamo no tenga que componer una lectura de la madurez y los años viejos. Sería muy útil como texto de estudiantes de secundaria básica y preuniversitario. Pero no siempre el lector interesado puede disponer de un ejemplar que pudiera hallar en una librería. En 2015 apareció la quinta edición.