Trump continuará respaldando diplomática y militarmente al Gobierno de Netanyahu, responsable de la gran masacre que se ha vivido en el Oriente Medio. Autor: Reuters Publicado: 16/11/2024 | 11:07 pm
A primera vista resulta un viaje «de Guatemala para Guatapeor». El nuevo comando de la geopolítica de Washington tiene servida sobre la mesa la guerra en seis frentes (Gaza, Líbano, Siria, Irak, Yemen e Irán) entablada por el desenfrenado premier israelí Benjamín Netanyahu, en su afán de involucrar directamente a Estados Unidos, con sus tropas y su poderío militar.
A solo una semana de la aplastante derrota demócrata, Trump desembarcó el pasado miércoles en la Casa Blanca para puntualizar los detalles de la retirada del saliente Joseph Biden y la entrega en orden de las llaves de la mansión.
A juicio del especialista Robert Inlakesh, en el portal Antiwar, «el gabinete de Donald Trump es un pantano pro Israel. Todos los elegidos son cristianos sionistas o judíos sionistas, todos de línea dura».
En eso no hay dudas, el candidato de Trump para embajador en Israel es el fanático cristiano sionista Mike Huckabee, quien ha dicho abiertamente que se niega a utilizar las palabras Cisjordania y llama al territorio en su lugar «Judea y Samaria». En tanto el magnate empresarial Steven Witkoff, un sionista acérrimo de ascendencia judía, será el enviado de Trump para Oriente Medio.
Susie Wiles, designada jefa de gabinete, es conocida como una fanática cristiana sionista.
La nómina de altos cargos en el aparato militar y geopolítico de especial incidencia en Oriente Medio se completa con Mike Waltz, como Consejero de Seguridad Nacional, un ferviente partidario de Israel que ha recibido cientos de miles de dólares del lobby sionista. Mientras, al frente del Pentágono estará Pete Hegseth, un exmarine combatiente en Afganistán e Irak, prominente sionista cristiano.
Sin embargo, tal vez el nombramiento de mayor visibilidad internacional el de embajadora ante las Naciones Unidas, otorgado a la congresista por New York Elise Stefanik, una sionista acérrima, que recibió casi un millón de dólares de lobby pro Israel para su campaña.
Stefanik ganó relevancia después de criticar a los presidentes de universidades en Estados Unidos, por no hacer lo suficiente para sofocar las protestas estudiantiles a favor de Palestina. Una buena pieza para sustituir a la notoria Niki Halley, quien ocupó el puesto en el primer mandato de Trump.
Se estima que Stefanik jugará un papel activo en el debilitamiento de la libertad de expresión en las universidades y la censura de instituciones académicas.
Y como colofón —último en ser nominado, pero no por eso menos relevante—, como secretario de Estado, el senador de origen cubano Marco Rubio, conocido por su postura de extrema derecha y partidario del Estado sionista.
Finalizar la guerra en gaza antes del 20 de enero
En realidad, al Trump- team lo aguarda un plato de papas calientes. Y se trata de un asunto que mantiene en vilo a la opinión pública internacional.
Porque Netanyahu pretende extender la limpieza étnica y el exterminio hasta finales de 2025, a pesar de los reclamos masivos en Israel de un alto al fuego, que permita concluir un intercambio de prisioneros palestinos por el centenar de rehenes israelíes capturados por la Resistencia. En tanto la Resistencia palestina reclama fin de la guerra y retirada total de Israel de Gaza.
«Trump no quiere heredar el desastre que creó Netanyahu con Biden en Oriente Medio», alertó en un extenso enfoque el influyente diario Haaretz.
A pesar de ser un firme aliado de Israel, a Trump le interesan los negocios, las ganancias, y en esta guerra de más de 400 días del renombrado ejército Israelí con las milicias de la Resistencia Palestina liderada por Hamás, el que gana pierde… sobre todo miles de millones de dólares en suministro de armas y municiones.
A pesar de su fama, la Cúpula de Hierro no es infalible ni barata, y cada misil interceptor que Israel utiliza para derribar proyectiles desde Gaza o Líbano tiene un costo de producción de entre 40 000 y 50 000 dólares, según un estudio del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, con sede en Washington.
Un informe del proyecto Costos de la Guerra de la Universidad de Brown reveló que Estados Unidos ha gastado 17 900 millones de dólares en ayuda militar a Israel desde que comenzó la guerra en Gaza.
Esa complicidad también tiene un costo político interno en Estados Unidos, en tanto desvía recursos que Trump puede utilizar para cumplir su promesa de mejorar la economía del país.
En tanto, en el plano externo se generaliza la demanda popular e incluso de Gobiernos aliados que reclaman el cese del flujo de armas a Israel, para obligarlo a frenar la matanza diaria y sistemática de civiles —niños, mujeres, ancianos— evidencias irrefutables de que el régimen colonial sionista comete delito de genocidio.
Según informó The Times of Israel, Trump había pedido desde julio a Netanyahu que pusiera fin a la guerra en Gaza para cuando él asuma el cargo en enero de 2025. Pocas horas después de confirmarse el triunfo electoral, reiteró que vuelve al poder para «detener las guerras». Y esa pretensión —de alto poder publicitario— puede resultar un imperativo estratégico para Netanyahu.
¿A cambio de qué? Preguntará el intransigente líder del gabinete de guerra israelí, nido de fanáticos ultraortodoxos sionistas, que cada día acometen nuevas agresiones, asesinatos y desalojos de residentes en Cisjordania —territorio ocupado militarmente de manera ilegal desde 1967— establecido como parte de un Estado palestino independiente.
Detener las guerras, pero… ¿a qué precio? se preguntará Netanyahu, quien ha expresado su intención de mantener un control de seguridad sobre Gaza, colonizar el norte de la Franja o anexarse Cisjordania, exigir la garantía de una zona desmilitarizada en el interior del sur libanés, con libre acceso para imponer la seguridad de Israel. Incluso, sigue soñando con destruir las instalaciones nucleares de Irán, esgrimiendo el pretexto de eliminar «la amenaza existencial» contra el Estado sionista. En otros términos: obtener la supremacía absoluta en la región.
Durante su primer mandato (2016-2020) Trump reconoció Jerusalén como capital de Israel, la anexión del Golán sirio, cortó fondos a la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), respaldó la expansión de asentamientos en Cisjordania e impulsó los Acuerdos de Abraham.
Nada de qué asombrarse. Una continuidad del apoyo ilimitado a Israel. Pero Trump y Netanyahu no controlan todas las variables de una región que vio derrumbarse muchos de los esquemas de su primer mandato después del sorpresivo asalto armado palestino desde Gaza a cuarteles y colonias militarizadas en Israel, liderado por el movimiento de Resistencia Islámica Hamás el 7 de octubre de 2023.
Las fuerzas israelíes han matado hasta ahora a casi 44 000 palestinos, de ellos más de 17 000 niños, y se cuentan ya más de 104 000 heridos, según el Ministerio de Salud en Gaza. Este recuento no incluye a los fallecidos que aún están enterrados bajo los escombros de Gaza.
Sin embargo, el ejército israelí sigue sufriendo costosas bajas en la arrasada Gaza y los misiles de Hezbolá aterrizan cada vez con mayor precisión en bases militares de Israel y ciudades como Haifa, Eilat o Tel Aviv, en tanto más de 60 000 colonos debieron vaciar la región norte. Hasta la residencia privada de Netanyahu, en Cesarea, fue alcanzada por un misil de la Resistencia.
La situación en Gaza y en Líbano ha generado graves consecuencias humanitarias y estuvo en el centro de una cumbre conjunta de la Liga Árabe y la Conferencia Islámica, medio centenar de naciones que reclamaron en Riad, capital de Arabia Saudita, el cese inmediato de la agresión genocida en Gaza y Líbano, así como el fin de los ataques y amenazas a Irán.
En una indicación de cuánto cambió el escenario y la actitud de los protagonistas, desde que Trump negoció los nefastos Acuerdos Abraham —que pretenden borrar del mapa a Palestina— el príncipe heredero saudí, Mohammed Bin Salman, levantó el teléfono al día siguiente de la Cumbre de Riad, llamó al presidente ruso Vladimir Putin, le informó los acuerdos adoptados y ambos hicieron pública su concordancia de posiciones sobre la crisis en Oriente Medio y la coordinación energética.
Según informó el Kremlim, ambos mandatarios coincidieron en sus posturas y señalaron la necesidad de buscar soluciones que permitan una resolución sostenible y pacífica en la región. Una combinación para hacer pensar dos veces a Trump y Netanyahu sus pasos futuros.