LIMA.— De las nubes al colchón hubo nada. Un nanosegundo. Randy Lerú «jugaba» con el aparato de sus amores, la barra, cuando esta se alejó de sus manos y lo dejó caer. Quedó acostado, boca arriba, con los ojos amarrados. Nadie, ni siquiera su entrenador Carlos Gil, se atrevió a ir donde yacía el muchacho, después de que se esfumara la opción más segura de medalla para Cuba en la gimnástica masculina.
Randy pasó de las nubes al silencio. Eso dirán los libros, tan pragmáticos, sin sentimiento. Sin embargo, para la madre Cuba, Randy es oro; ella, que tiene las manos y la garganta rojas de alentar a sus hijos en estas gélidas tierras, le colgó la presea de la vergüenza cuando Gil afincó su cabeza en la espalda del joven, diciéndole: ¿qué pasó?, nada.
Esto es un deporte. Sube, campeón. Y Randy volvió, solo entonces, a mirar la barra. La agarró duro, y suavemente siguió su selección de ejercicios, con estilo, pero los ojos no se sabe dónde. Quizá en Tokio. O más acá, en su gente, en su hermano Manrique Larduet, en la familia. Concluyó impecable. Como los grandes, de pie. Después lloró. Los hombres también lloran, y vino el abrazo que nunca hubiese querido darle Carlos.
Randy es de la hornada de gimnastas que no ha creído en molinos. Se prepararon fuerte para estar aquí. Y seguirá haciéndolo porque tendrá muchas oportunidades para editar la escena trágica, pero humana, del domingo por la noche. Basta con cortar ese nanosegundo de la secuencia y hubiera sido una puntuación casi perfecta.
Ese error, sin embargo, enseñó a un muchacho que seguro será campeón en algún momento. Las avenidas del éxito se abren para los que se yerguen como él. Y Carlos, todo bien contigo en la zona mixta, pero no hay que pedir disculpas al pueblo de Cuba. En todo caso, hay que agradecerte por devolverle a la gimnástica el honor, la hidalguía, el orgullo.
Tus muchachos son grandes, seguro que habrá más historias, porque lo mejor está por escribirse aún. De las nubes al colchón hubo algo. Sí, un muchacho grande, un campeón. El corazón de la gimnasia cubana, que como mismo lloró, sabrá levantarse y bombear medallas. Hubo un abrazo que quisimos dar todos, aquí y allá. Así que nada, Randy. No hay razón para lamentos. Ponga usted los ejercicios que los aplausos están garantizados.