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La izquierda en la era de la inteligencia artificial

Edificar un futuro tecnológico que esté al servicio de la soberanía y la emancipación de los pueblos requiere una visión diferente sobre el uso de las nuevas tecnologías, tal y como se debatió recientemente en La Habana

 

Autor:

Yurisander Guevara Zaila

 

La inteligencia artificial (IA) es un campo de batalla político en disputa. La izquierda en el sur global tiene la oportunidad histórica de incidir en su desarrollo y despliegue, construyendo un futuro tecnológico que esté al servicio de la justicia social, la soberanía y la emancipación de los pueblos. Para ello, se requiere visión estratégica, acciones coordinadas y la convicción de que, como David frente a Goliat, la inteligencia natural puede ser la mejor de las armas en esta nueva era «tecnopolítica».

Así trascendió en los debates del taller Desafíos políticos de la IA para el sur global, realizado en el 4to. Coloquio Internacional Patria, recientemente celebrado en la Universidad de La Habana, en el que expertos de varias naciones confluyeron para reflexionar sobre un tema que, ahora mismo, concierne a todos.

Hasta noviembre de 2022, hablar de inteligencia artificial era casi una cuestión de ciencia ficción, pero tras el acelerado desarrollo de los grandes modelos de lenguaje, en pleno 2025 se puede afirmar que ya casi no existen compañías de software: ahora todas son empresas enfocadas en IA.

Este escalado ha trascendido la esfera tecnológica para instalarse con fuerza en el debate político. Para el sur global, dicha transformación representa un crisol de desafíos inéditos y oportunidades históricas que demandan una reflexión profunda y una acción estratégica.

En un mundo cada vez más moldeado por algoritmos y datos, la noción de «tecnopolítica» emerge como un concepto central para comprender la imbricación entre tecnología y poder. Javier Blanco, experto en IA y miembro del Comité Internacional de Patria, subrayó la urgencia de abordar los desafíos actuales desde una perspectiva innovadora, pues existen «oportunidades históricas para encontrar futuros propios». Esta visión resuena con la necesidad de que los países del sur no sean meros consumidores pasivos de tecnologías desarrolladas en otros contextos, sino actores protagónicos en la construcción de sus propios modelos de desarrollo tecnológico y político.

Blanco enfatizó en el papel crucial que en ese sentido podrían desempeñar países como Cuba dentro de un «concierto de naciones», al reconocer su liderazgo político-histórico. La mención no fue casual, sino sugirió la posibilidad de construir alianzas estratégicas entre países en desarrollo para enfrentar los desafíos comunes que plantea la IA.

La idea central de la tecnopolítica radica en la necesidad de hacer política en un nuevo contexto tecnológico, que no solo impacta en la vida cotidiana, también ofrece una «oportunidad única para repensar proyectos de desarrollo económico y social». Sin embargo, esa oportunidad se ve ensombrecida por una paradoja inquietante: según Blanco, hoy «los únicos que tienen utopías son las ultraderechas», pues son las que están imponiendo sus narrativas en las redes sociales, escenarios donde la humanidad pasa actualmente buena parte de su tiempo.

Transformación acelerada

La irrupción de los grandes modelos de lenguaje en los últimos años ha marcado una transformación sin precedentes. Estos sistemas, basados en motores estadísticos, facilitan la comunicación lingüística articulada con seres humanos, abriendo un abanico de posibilidades, desde la redacción de ensayos hasta la programación de software, como explicó al respecto Araceli Acosta, profesora de la Universidad Nacional de Córdoba en Argentina, quien dejó también muy claro que no se trata de máquinas conscientes, actúan programadas totalmente por seres humanos y bajo fines bien concretos.

Así lo asumió también Javier Blanco, quien advirtió que estas herramientas deben ser vistas como «extensiones cognitivas que amplían nuestras capacidades» y no como competencia directa con los humanos. Esa perspectiva humanista es crucial para evitar caer en visiones deterministas y tecnocéntricas que soslayan el papel fundamental de la inteligencia humana.

No obstante, en la euforia por el potencial de la IA no se debe olvidar quiénes tienen el control corporativo de estas tecnologías. Blanco señaló al respecto que «las corporaciones oligarcas han logrado un lugar estratégico para orientar la evolución de los sistemas digitales», lo que genera «problemas graves relacionados con la manipulación de opiniones y la creación de “círculos de transfusión” peligrosos para la sociedad». Esta concentración de poder en manos de unas pocas empresas plantea serias interrogantes sobre la equidad, la transparencia y la rendición de cuentas en el desarrollo y despliegue de la IA.

La analogía de Blanco sobre la protección de la tecnología por parte de las corporaciones, subrayó la profundidad y la potencial permanencia de este control. Ante este panorama, el experto abogó por la necesidad de recuperar lo que alguna vez fue común y ponerlo al servicio de transformaciones políticas reales. La idea resuena con la tradición de la izquierda de luchar por la socialización de los medios de producción y conocimiento.

El pasado marca el futuro

Para navegar este complejo escenario resulta fundamental recurrir a lecciones históricas de cómo la tecnología ha sido utilizada para la transformación social, de acuerdo con el investigador y activista español Javier Toret, otro de los panelistas de Patria.

En ese sentido, destacó momentos como el Proyecto Synco, llevado a cabo en Chile durante el Gobierno de Salvador Allende, un ejemplo paradigmático de «inversión transformadora del uso de la tecnología». Este sistema buscaba organizar la producción mediante una red cibernética descentralizada que conectaba fábricas y trabajadores. Toret destacó que el legado de Synco radica en su «visión de la tecnología como un instrumento para la democratización económica y social». La clave no era una tecnología única, sino la capacidad de esta para generar modelos más potentes y robustos que el centralizado de las grandes empresas.

En los años 90, la creación de las primeras redes de comunicación alternativa permitió a «activistas, hackers y periodistas encontrar formas de publicar información que los medios tradicionales silenciaban». Toret reflexionó sobre cómo estas iniciativas posibilitaron «construir infraestructuras mediáticas autónomas» para reportar «la verdad de las luchas» al margen de los medios hegemónicos.

Más recientemente, el movimiento 15-M en España ofreció lecciones valiosas sobre el «uso político de las redes sociales». Aunque plataformas como Facebook y Twitter (hoy X) no fueron diseñadas para el cambio social, los activistas se las «apropiaron para movilizar a cientos de miles de personas». Esta estrategia permitió crear un modelo de comunicación horizontal y participativo, apropiándose del «terreno del enemigo para llevarlo a tu lugar», de acuerdo con el activista barcelonés. Sin embargo, advirtió que la misma dinámica ha sido «cooptada por la extrema derecha y las industrias de odio y
desinformación», lo que ha llevado a un escenario preocupante.

Hoy, según Toret, la izquierda se encuentra en una «coyuntura compleja donde las plataformas digitales están dominadas por intereses capitalistas y políticos contrarios a los movimientos progresistas». La reflexión sobre si se está realmente trabajando en la casa del enemigo al utilizar plataformas como X y Facebook es crucial. Aunque reconoció la necesidad de crear «redes libres y democráticas», Toret advirtió que «abandonar estos espacios podría llevar a la izquierda a convertirse en una minoría irrelevante frente al sentido común general».

Automatización y restricciones geopolíticas

El ámbito del periodismo también se ve profundamente afectado por la irrupción de la IA. Artem Chibarov, jefe de productos digitales de la Agencia de Noticias Sputnik, detalló en el Coloquio Patria cómo la inteligencia artificial permite trabajar actualmente a la agencia en contenidos diversos que llegan en formatos variados en múltiples idiomas y regiones. La capacidad de la IA para «acelerar procesos como la traducción y adaptación de contenido multimedia» es fundamental en un mundo donde la información fluye rápidamente, consideró. La automatización proporcionada por estas tecnologías permite difundir noticias de eventos globales de manera casi instantánea en diversos idiomas.

Uno de los usos más destacados de la IA en el periodismo es la generación de contenido audiovisual, que se ha convertido en la principal fuente de información en redes sociales como TikTok. La transformación de texto en voz y el uso de avatares virtuales son prácticas cada vez más comunes, explicó Chibarov.

Sin embargo, el uso de estas tecnologías enfrenta desafíos propios, especialmente en el contexto geopolítico actual. Chibarov denunció que «debido a bloqueos y restricciones impuestas por empresas occidentales, especialmente estadounidenses, como Meta, Google y otras desarrolladoras de IA, muchos medios han tenido que recurrir al código abierto para crear sus propias aplicaciones». Esta situación ha impulsado innovaciones locales en Sputnik, como herramientas internas para traducir y adaptar videos rápidamente desde un teléfono móvil, crucial para periodistas que trabajan en tiempo real.

La generación de imágenes es otro ámbito donde la IA demuestra su valor. Aunque agencias fotográficas ofrecen bases de datos, estas no siempre acompañan adecuadamente las noticias. La IA puede crear imágenes que refuercen visualmente los mensajes, generando mayor interacción en redes sociales, según dijo el periodista ruso.

A pesar de estos avances, existen limitaciones impuestas por las políticas integradas en los algoritmos de las IA creadas por occidente. En Sputnik lo verificaron con un intento fallido de incluir a China e India en un video con líderes mundiales, e incluso tienen que falsificar su nombre para la conversión a voz, pues la palabra Sputnik está bloqueada.

Hacia una soberanía tecnológica

El experto venezolano Henry Contreras consideró en el taller que la tecnología y la comunicación son herramientas fundamentales para la transformación social. Comprender estos elementos es uno de los principales desafíos actuales, que requiere avanzar no solo desde lo técnico, sino también desde el discurso político para generar conocimiento colectivo entre militantes y activistas, dijo.

Contreras recordó cómo en el pasado el «control de plataformas de telecomunicaciones permitió incluso propiciar golpes de Estado», como el sucedido en su país contra el Comandante Hugo Chávez el 11 de abril de 2002. El caso venezolano y su experiencia con la comunicación durante el intento de golpe de Estado evidenció la «necesidad de contar con medios alternativos al servicio de los intereses populares», significó.

Para Contreras, las «plataformas digitales deben ser vistas como puertas de entrada a un ecosistema más amplio de inteligencia artificial». Es crucial comprender esta realidad desde una perspectiva política, más allá de lo meramente técnico, subrayó. El desafío radica en enfrentar el discurso dominante que presenta a la tecnología como neutral e independiente de los intereses políticos. Contreras abogó por luchar contra ese idealismo político y remplazarlo con un enfoque colectivo y transformador.

La importancia de los datos como materia prima de la inteligencia artificial fue otro aspecto central del análisis de Contreras. La información que cargamos en internet «alimenta las bases de datos de la inteligencia artificial», lo que demuestra que nuestras interacciones en línea tienen un impacto directo en el desarrollo de tecnologías que influyen en nuestras vidas. Por ello, planteó la necesidad de «adoptar una estrategia política para cargar esos objetivos con una perspectiva que impacte en los modelos de IA utilizados».

Así, el experto venezolano apuesta por la creación de infraestructuras tecnológicas al servicio de los pueblos, pues no se trata solo de competir, sino de ofrecer respuestas a las necesidades más urgentes de las comunidades. En este sentido, citó el ejemplo de Telesur como una iniciativa útil que puede ser aprovechada y adaptada a contextos locales. Contreras también resaltó el papel clave de los movimientos sociales en este proceso.

Finalmente, subrayó la importancia de las alianzas internacionales, especialmente con países como China y Rusia en el desarrollo de tecnologías libres y accesibles, lo que ha derrumbado mitos sobre la necesidad de enormes recursos para avanzar en este campo, dijo en referencia a los más recientes avances en IA mostrados por el gigante asiático con herramientas como Deepseek, Qwen o Manus. La disponibilidad de tecnologías libres y la ruptura del monopolio del tecnocapitalismo abren nuevas posibilidades para los históricamente excluidos.

La historia no puede ser ignorada

La tecnología no es un ente neutral. Está intrínsecamente ligada a las estructuras de poder geopolíticas y sociales. Así lo consideró el británico Rob Lucas, director editorial de New Left Review, quien agregó en el mencionado taller que «la tecnología siempre encarna las relaciones de poder de una sociedad determinada y las relaciones de poder entre sociedades». En su análisis de la historia de las telecomunicaciones en Cuba, ilustró cómo el desarrollo tecnológico fue utilizado históricamente para consolidar influencias imperiales y comerciales desde el siglo XIX y hasta el triunfo de la Revolución. El despliegue global del telégrafo por el Imperio Británico en el siglo XIX para coordinar su dominio colonial y sus operaciones comerciales es un claro ejemplo.

El ascenso de Estados Unidos desafió el dominio británico, especialmente en América Latina bajo la Doctrina Monroe. Empresas estadounidenses comenzaron a tender cables telegráficos hacia Cuba, estableciendo la primera conexión internacional de telecomunicaciones en la isla, lo que simbolizó la lucha por el control geopolítico. El acto de cortar los cables con la intención de aislar a Cuba del mundo exterior, realizado por Estados Unidos al intervenir en la Guerra Necesaria, puso de manifiesto el papel estratégico de estas infraestructuras en los conflictos internacionales.

En el siglo XX, tras la Revolución Cubana, las empresas estadounidenses de telecomunicaciones fueron nacionalizadas debido a «prácticas abusivas y su complicidad con agencias de inteligencia», explicó. El experto británico agregó que «estas redes de telecomunicaciones estaban completamente implicadas en la inteligencia estadounidense, y los telégrafos, télex, etc., se entregaban directamente a las agencias de inteligencia». Ese legado de «vigilancia y dependencia tecnológica» sigue resonando en el presente, pues las conexiones de fibra óptica de Cuba reflejan la presión a la que ha sido sometida la isla por su vecino del norte.

La geopolítica se expresa claramente en las conexiones a internet hoy. Este mapa muestra los dos cables submarinos con que hoy cuenta Cuba, logrados con esfuerzo y solidaridad. Los otros dos cables que se pueden observar en la zona de Guantánamo pertenecen a la base naval que mantiene de forma ilegal Estados Unidos en nuestro territorio. Fuente: Submarine Cable Map

En la era digital, el software se ha convertido en un nuevo campo de batalla para el poder geopolítico, agregó Lucas. Las revelaciones de Edward Snowden demostraron cómo las aplicaciones y plataformas tecnológicas pueden ser utilizadas para espiar y controlar a los usuarios. En ese sentido, argumentó que el software puede usarse para mapear las redes sociales con fines militares, citando el uso de WhatsApp en Gaza como un ejemplo donde la pertenencia a ciertos grupos podía tener consecuencias mortales (pues se realizaron ataques de precisión contra personas que usaban esta herramienta). Esto plantea preguntas fundamentales sobre la soberanía tecnológica y la gestión del poder inherente a estos dispositivos.

Frente a este panorama, Lucas propuso alternativas basadas en el software libre y el cooperativismo de plataformas. Aunque reconoció que la nacionalización ya no parece una opción seria para el software sin fronteras físicas, enfatizó la importancia de contar con infraestructuras más soberanas que permitan a los usuarios controlar sus datos y el código que los gestiona.

Lucas instó a emplear un enfoque que combine universalismo y autonomía local, lo que llamó un «programa tecnomartiano», inspirado en José Martí. Este modelo busca «empoderar a los usuarios globales mediante tecnologías libres y descentralizadas», promoviendo un contrapoder frente a las hegemonías tecnológicas actuales.

«A cualquiera que intente ejercer algún tipo de contrapoder le conviene cultivar lo universal, la libertad en el software y plataformas que estén en manos de los propios usuarios», concluyó Lucas.

Inteligencia colectiva

En un contexto global de tensiones geopolíticas, tecnológicas y sociales, Javier Toret ofreció una visión esperanzadora sobre el futuro. El español subrayó la necesidad aprovechar las oportunidades del presente. Según sus estimaciones, basadas en los hitos registrados por China, «en los próximos dos o tres años habrá un avance significativo liderado por un país gobernado por el Partido Comunista», lo cual representa un «cambio estructural de gran relevancia». Este fenómeno se amplifica con la integración de otros países al bloque Brics, lo que podría marcar el inicio de una «nueva era multipolar».

«Si realmente dentro de las distintas estructuras hay una apuesta real por construir un avance coordinado, entonces tenemos una oportunidad para el mundo», consideró.

Luego, Toret sentenció: «Necesitamos inteligencia, intención y aprovechar las tecnologías para configurarlas en los lugares donde son necesarias. Esto implica explorar nuevos caminos y nuevos escenarios para los movimientos de izquierda, aprendiendo de las experiencias históricas para reinventar el uso de la tecnología en beneficio de proyectos transformadores».

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