Si los toros brincan por sobre la talanquera de las pasiones beisboleras para, como ocurre ahora mismo en Camagüey, embestir ya no sobre quienes se arriesgan a atravesar la llanura, sino sobre los bolsillos de los ganaderos, se precisa revisar quién levantó el provocador pañuelo rojo.
«¡Ay, señora, si usted no me lo dice…! Qué pena… y el rato que llevo en la calle sin darme cuenta». El muchacho seguramente no llegaba a los 25 años de edad, y quienes pensamos que era un insolente, irresponsable e insensato, tuvimos que cambiar la manera de mirarlo. Mientras le agradecía a la señora, hurgaba en sus bolsillos sin soltarse del agarre de la guagua con la otra mano, y hundía la cara en su pulóver, tratando de que la tela del cuello pudiera ocultarla.
El aprendizaje a través de las teleclases ha ocupado un lugar preponderante en la dinámica y el pensamiento de la familia cubana, desde que la COVID-19 comenzó a ser parte de nuestra realidad. Las opiniones acerca de la educación no han cesado, desde las que exigían el cierre de las escuelas por las lógicas inquietudes asociadas al contagio, hasta las que preferían que los alumnos estuvieran en las aulas y no desandando las calles.
El malecón no siempre es el mismo. Es puerta, confidente, inspiración, amor, fiesta, refugio, pueblo, agradecimiento, juventud, patria… A todas horas muchos llegamos allí, donde se acaba la tierra y comienza el mar, porque en ocho kilómetros de muro se puede hallar un poco de cada cosa. ¿Puede alguien dudarlo después de lo vivido este domingo en La Habana?
No me gusta la ritualización formal de las efemérides. La historia —lo sabía muy bien Carlos Marx— es un proceso complejo, forjado a través de la interdependencia de factores diversos no exentos de contradicciones. Los acontecimientos relevantes constituyen síntesis de este navegar a lo largo del tiempo. Evocarlos resulta, ante todo, un camino abierto a la reflexión y a la relectura creativa del pasado en función de las demandas acuciantes del presente.
La frase «El arte no tiene Patria, pero los artistas sí», atribuida a más de una persona, puede ser una contradicción en algunos casos, como en el de Juan Padrón, cuya evocación me resulta paradójicamente difícil, si se tiene en cuenta su larga trayectoria, su consagración a más de una primavera y su permanencia en el gusto de todos los cubanos. La paradoja consiste justo en la vastedad de su obra y en la obviedad de su talento. Decir, por ejemplo, que ha realizado más de 60 cortos y cinco largometrajes de animación (uno de los cuales se encuentra en la colección del MoMA de Nueva York), que ha publicado cuatro novelas, que fue profesor titular adjunto del ISA, y que estamos ante un intelectual acreedor de diez premios Corales, quien fue con justeza Premio Nacional del Humor y de Cine, poseedor de las medallas Alejo Carpentier y Félix Varela de Primer grado, no resultaría suficiente, por extraño que parezca. Ello obedece a que Juan Padrón es mucho más que un título o una condecoración porque, a pesar de las buenas intencionalidades de los reconocimientos, no permiten que se perciba del todo el esplendor de su trascendencia.
Los países ricos, autoproclamados reyes de los derechos humanos, aplican por estos días la delirante receta del muerto delante y la gritería atrás. ¿Qué está pasando? Algo inconcebible con sabor a infierno: Resulta que se niegan a compartir la tecnología y el conocimiento científico con las naciones más pobres para que estas produzcan vacunas contra la COVID-19.
LMH 261: desde el 23 de enero para un grupo de científicos esa soy yo. Las poco más de 800 personas que me acompañan en la etapa II B de la fase dos del ensayo clínico de Soberana 02 son otros números y otras letras. El estudio se conduce a «doble ciego», ni voluntarios ni investigadores saben qué entró a nuestros cuerpos: ¿vacuna o placebo? Pronto lo sabré.
Lo citamos con frecuencia pero no entramos, todo lo que debiéramos, en contacto directo con el caudal profundo de sus obras. Confieso que sus últimos diarios, sobre todo De Playitas a Dos Ríos, escrito después del difícil desembarco por el agreste lugar de Guantánamo, constituyen los textos que me resultan más cercanamente conmovedores.