Si los toros brincan por sobre la talanquera de las pasiones beisboleras para, como ocurre ahora mismo en Camagüey, embestir ya no sobre quienes se arriesgan a atravesar la llanura, sino sobre los bolsillos de los ganaderos, se precisa revisar quién levantó el provocador pañuelo rojo.
Con un sector pecuario fuertemente deprimido, y al que se le ponen incentivos para su reactivación, resulta cuando menos lamentable verificar que problemas subjetivos se atraviesen como un torero díscolo en el centro del ruedo.
Así pareciera estar plantado ahora mismo el tema de los impagos en varias unidades productivas del municipio de Esmeralda, en la mencionada provincia. Se trata, como sabemos, de un problema recurrente cuando se analizan los desánimos que no pocas veces entorpecen el salto agropecuario que reclama el país.
Esta misma semana, durante un análisis entre Salvador Valdés Mesa, Vicepresidente de la República, y los responsables de fortalecer las producciones agrarias a escala local en La Habana, este llamaba la atención duramente acerca de los impagos a provincias como Artemisa y Mayabeque y la empresa de acopio, que se traduce en impagos a los productores. Les debemos a los productores y hay que pagarles, acentuó.
Si revisáramos debates similares ocurridos en las últimas semanas y años en el país, empezando por los que tienen lugar entre los productores, entre estos y autoridades agrarias, gubernamentales y políticas, y hasta las que implican a la Asamblea Nacional del Poder Popular, descubriríamos que, como en la canción Pi, 3.14, del dúo Buena Fe, este asunto se antoja ya como un «karma irregular».
El vice primer ministro Jorge Luis Tapia Fonseca reiteraba las críticas por dichos impagos el pasado 27 de marzo, durante una reunión de la dirección del país con los gobernadores y el intendente del municipio especial de Isla de la Juventud, realizada por videoconferencia, donde se evaluó el cumplimiento de las indicaciones emitidas en las reuniones territoriales celebradas en enero. En ese momento se notificaban deudas en 55 municipios y con casi mil productores y más de 236 bases productivas.
Nadie entiende que no se le pague su dinero a quien trabaja la tierra, y mucho menos que los cuadros de una empresa agropecuaria municipal cobren su salario mensual mientras que al productor no se le paga nada, sentenció entonces el dirigente.
Pese a la alerta anterior y otras orientaciones similares y hasta de erogaciones del Estado para tratar, no solo de cubrir los impagos, sino de cerrar el círculo vicioso de las mencionadas deudas, el problema continúa.
Según una carta del campesino esmeraldeño Cristóbal Vega Cardoso, integrante de la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Jorge Fernández Bello, en esa región agramontina deben sumas, desde octubre del pasado año, a varias de esas entidades, que entre otras actividades se dedican al engorde de toros.
Según revela en la misiva, las deudas pendientes son las siguientes: 96 120 a la CCS Lázaro Peña, 372 261 a la Javier de la Vega, 124 500 a la Jorge Fernández Bello, 45 230 a la Jesús Suárez Gayol y 84 000 a la 26 de Julio. La suma total sin pagar asciende a 722 111 pesos.
Desde que hicieran la venta a la empresa pecuaria de Esmeralda están a la espera, sin que hasta hoy reciban explicación alguna, pese a que se dirigieron a diversas instancias. La preocupación de los guajiros aumenta porque, según comenta, la entidad confrontó problemas por violaciones y sus directivos se encuentran bajo proceso de investigación judicial.
Razón de más para que estos productores vean más complicada su ecuación, hasta —como Buena Fe— recitando la tabla sonámbulos: «en sus ángulos aritmético, elíptico, bárbulo, alfa, gamma, recta, rectángulo». Porque al final, el engorde más exitoso en este caso, como en otros de nuestra agricultura, es que las deudas no sean tan constantes como el irracional número Pi.