Una imagen en boga es el joven provisto de dos audífonos atrapado en el mundo del sonido. Sin embargo, pocos imaginan que detrás de esa referencia de la modernidad peligra la audición; sobre todo, cuando estos dispositivos se convierten en algo más que amplificadores de grandes orquestas bailables.
Desde un lejano sitio de este mundo, y ante las imágenes que desbordan palabras, un aldeano vanidoso supuso ayer en un foro interactivo que a los cubanos, o nos presionan, o nos pagan un plus para que desfilemos así, tan desenfadadamente, cada Primero de Mayo.
Marcha compacta, arrolladora, rápida. Tan solo hora y media duró el desfile en La Habana con motivo del Primero de Mayo, presidido por el compañero Raúl.
Cuando iba por 55, en los primeros minutos de la mañana, perdí la cuenta. Sé que fueron cientos —miles, acaso— los jinetes únicos y traviesos, los caballeros hidalgos que no salieron precisamente de La Mancha sino de La Luz.
Ya desde las primeras décadas del siglo XX, Lenin, con su formación marxista, había apreciado que la intervención norteamericana en Cuba significaba la aparición en el plano internacional del imperialismo en Estados Unidos. Hoy, la crisis mundial del imperialismo hegemónico es bien evidente y uno de sus signos más relevantes se observa precisamente en lo referido a Cuba, América Latina y el Caribe.
Un joven negro de 17 años de edad camina, en una noche lluviosa, desde un pequeño mercado hasta la casa de su padre, en una comunidad privada de la ciudad de Sanford, en el centro de la Florida.
Hace años escuchamos, desde las más diversas fuentes y posiciones, sobre los peligros del cambio climático y su potencial destructor para arrasar con la vida de nuestra especie. Mientras esa realidad devora los días, los cultivos, la cotidianeidad de millones de seres humanos, sigue siendo complejo alcanzar acuerdos entre las naciones para una actitud coherente y responsable en ese sentido.
El resorte de estas líneas no es el codo del brazo. Tampoco me enfrasca desgranar ciertos refranes alusivos a la corta palabra, como ese en el cual se habla de los tacañuelos que «caminan con los codos».
Sucedió hace ya unos cuantos años, y todavía complace recordarlo: el rubicundo turista tenía revuelto el ADN vándalo cuando se desplomó desfachatadamente sobre un sofá en el lobby del hotel Plaza, al extremo de poner los pies calzados con unos sucios Adidas sobre el damasco y reírse satisfecho de su osadía.
Ya son más claras y sinceras las alusiones a una intervención militar de Occidente en Siria, a pesar de que la Organización del Tratado del Atlántico Norte sigue pregonando en su prensa que no tiene intenciones de dar semejante paso.