No se puede decir que lo planificó —a nadie le gusta despedirse de este mundo— pero, como azar del destino, el eterno joven cubano y pinero adoptivo Juan Colina la Rosa, historiador y amigo, dijo adiós el día en que los protagonistas de sus sueños celebraban con merecida alegría los 50 años de la Unión de Jóvenes Comunistas.
No es nueva la frase, ni siquiera es el «agua tibia» del momento, es una intención reflejada años atrás, para desterrar ineficaces esquemas de gestión empresarial, control estatal y dinámicas sociales.
Cuando aún está por llegar el vuelco más revolucionario del modelo económico cubano: el de quitarle el andador a la empresa estatal socialista, y con él las amarras de tantos tutelajes y prohibiciones; avanza la expansión del trabajo por cuenta propia y otras figuras de la economía no estatal.
El mundo actual tendría más posibilidades de perpetuarse si cambiara su configuración. Su esferidad parece limitar cualquier salida, cualquier búsqueda de un sitio donde mejor se esté.
Vuelve a hacerse realidad otro jonrón con las bases llenas, como calificara un estimado compatriota que reside en París, el logro de las organizaciones de la emigración cubana que integran la Alianza Martiana y Radio Miami, las que después de muchas peripecias y «descorazonaduras», consiguieron por vez segunda poner otra valla que exige la libertad de nuestros Cinco hermanos: Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y René, en el corazón mismo de Miami.
El trabajo pesado es, por lo general, la acumulación de tareas livianas que no se hicieron a tiempo. Así lo refleja buena parte del sector productor de alimentos cubano en lo que respecta a cumplir los contratos y, mientras tanto, la mesa pena y llueven las justificaciones.
Ozzie Guillén, el mánager del equipo de baseball de las grandes ligas los Miami Marlíns, hasta hace unos días creía que era un hombre libre que, viviendo en una sociedad democrática, podía expresar lo que le diera la gana sin tener ningún tipo de consecuencias. Pobre hombre. ¡Qué equivocado estaba al creer semejante bobería! El venezolano Guillén pensó que, como en otras ocasiones públicamente había dicho cosas irreverentes refiriéndose a otros temas, también podía afirmar libremente su respeto por el líder indiscutible del pueblo cubano, el Comandante Fidel Castro, y no pagar ninguna consecuencia.
Le vi el fondo de los ojos y allí solo había sangre y balas y uniformes de mercenarios. Estaba el camión alejándose de Soplillar dando vueltas en la pupila y los gritos le subían por las pestañas, saltaban a las cejas y trataban de escaparse de los recuerdos; pero otros surgían en el centro mismo del iris.
En el barrio donde vive desde que nació, los vecinos lamentan que Nicolás no se haya reservado para la ancianidad una buena tajada de su antiguo buen carácter. ¿Lo dirán porque ahora, con sus 83 almanaques a cuestas, es un vejete huraño y cascarrabias que rezonga entre dientes y mira de soslayo? Algunos murmuran que es su propia familia —con sus regaños habituales y sus prohibiciones absurdas— quien lo ha puesto así de intratable. ¡Pobre viejo!
Una sociedad verticalizada propende a un individuo verticalizado. Las personas requieren descubrir primero sus propios horizontes para después, como las sociedades, horizontalizarlos; o sea, hacerlos coincidir con la bendita y venerable extensión social.