Con su imponente figura, la profesora Gladys Goizueta nos fue pasando uno a uno por el «paredón» que significaba aquel minuto improvisando frente al grupo. Eran solo 60 segundos, pensamos ingenuamente; además, no estábamos en un estudio de radio o televisión real, sino en un aula de Periodismo. Pero a medida que avanzaba la clase y más compañeros eran «fusilados» por su fardo de muletillas, sus silencios sin argumento, sus caras de «estoy en blanco»… más nos acercábamos a comprender lo que sería rotunda conclusión de la Goizueta: —«Ustedes no saben cuánta bobería se puede hablar en un minuto. La locución y la conducción son un arte».
Un hecho ha sido casi pasado por alto en medio de la urgencia informativa que imponen el imperturbable afán estadounidense por reeditar en Siria la deplorable «hazaña» libia; las imparables muertes de civiles afganos a manos de marines que deberían asegurar eso que llaman la estabilidad, y el esperado «salvataje» de la troika, finalmente con el visto bueno de Bruselas esta semana y que, a la postre, terminará hundiendo a Grecia aún más…
Todo es muy aburrido, luego de escasos instantes de felicidad. No hay otra opción que habitar tu propia piel, seguir armando con la mayor travesura y alegría posibles el guión de tu finita existencia, en la cual muchas personas y circunstancias irrumpen e imponen sus designios e intrusiones.
El día de mi muerte me sentaré frente al sepulcro para conversar, otra vez, con los amigos. Nos dará tiempo a contar buenos chistes, a tomar el café de siempre, el de los chícharos en abundancia, y redactaremos unos cuantos epitafios para cuando llegue el señor de los entierros; aunque claro, eso puede demorar. Quizá estemos semanas de fiesta antes de bajar al inframundo, quizá nos reunamos más difuntos de la cuenta… Es que de un tiempo hacia acá todo empieza tarde, todo.
Barack Obama y David Cameron se reunieron y luego hablaron a la prensa en el idílico escenario del Jardín de las Rosas de la Casa Blanca. Al contrario de ese espacio que sugiere paz, y sin tomar seriamente en cuenta los acontecimientos altamente turbulentos ocurridos en Kandahar, donde un sargento estadounidense con entrenamiento de francotirador asesinó a 16 civiles afganos, ambos fueron claros en decir que la guerra en la nación centroasiática continuará.
¿Cuántos periódicos sobrevivirán a su propia muerte anunciada cada día? ¿Cuántos desearán cumplir 120 años con la capacidad de electrizar a lectores de otro siglo? No sé cuántos conseguirán esos propósitos, pero el Patria de Martí lo logró desde su nacimiento: el 14 de marzo de 1892 en Nueva York.
El periodista y escritor de lengua española más leído y admirado en América Latina en las últimas décadas del siglo XIX fue el Apóstol de la Independencia de Cuba, José Martí.
En Estados Unidos casi todo se cataloga en superlativo. Todo es espectacular, grandioso, súper: el Superbowl, los grandiosos premios Óscar, Superman y, años atrás, hasta inventaron el Súper Ratón. En política, tampoco se quedan cortos al tratar de calificar las elecciones ya que, cuando se reúnen varios estados el mismo día para realizar las primarias de los partidos políticos, lo bautizan como el Super Tuesday.
Sábado 10 de marzo: hace justamente 60 años Fulgencio Batista dio un golpe de Estado en Cuba que acabó con la seudodemocracia de la República e instauró una dictadura sangrienta, siguiendo los patrones de otras en el continente, que también tenían el apoyo irrestricto y el aplauso entusiasta de un Estados Unidos en pleno mccarthismo anticomunista. Aquella época se acabó, al menos en América Latina, donde son otros aires los que corren, oxigenados y transparentes por revoluciones heterogéneas pero no exentas de avatares y del empuje de fuerzas sórdidas, provenientes del mismo Norte de hace seis décadas.
Fue un viaje de sudores y tensiones en una noche lóbrega. Los tripulantes del microbús nos desplazábamos desde Bayamo hasta Niquero y muchas veces el instinto de conservación nos llevó a gritarle al chofer: «¡cuidado!» o «frena, que son salvajes».