Un hecho ha sido casi pasado por alto en medio de la urgencia informativa que imponen el imperturbable afán estadounidense por reeditar en Siria la deplorable «hazaña» libia; las imparables muertes de civiles afganos a manos de marines que deberían asegurar eso que llaman la estabilidad, y el esperado «salvataje» de la troika, finalmente con el visto bueno de Bruselas esta semana y que, a la postre, terminará hundiendo a Grecia aún más…
Mientras esos sucesos ocupan los titulares —muchas veces manipulados— porque podrían definir la influencia de Occidente en lejanas zonas geoestratégicas, o porque exhiben el desgarramiento económico y social que el neoliberalismo a pulso está causando en la propia Europa, otras noticias de repercusión menos inmediata han acontecido en silencio. Sin embargo, también ofrecen lecturas que deberían ser atendidas en todo el planeta.
La oficialización el pasado jueves, en Honduras, del partido Libertad y Refundación (Libre) demuestra cómo el propósito de torcer los destinos de una nación mediante una conjura que juntó a la derecha y los militares de adentro con las fuerzas reaccionarias de afuera, no ha hecho más que radicalizar a una parte de la nación.
Esos que con el golpe del 28 de junio de 2009 aspiraban no ya a defenestrar a un Gobierno —como lo hicieron—, sino a aleccionar a los Gobiernos de Latinoamérica que no se supeditan al Imperio y buscan su real integración, deberían tomarlo en cuenta.
Sí, porque hace rato sabemos que la asonada en Honduras pretendía darla a los «desobedientes» un tirón de orejas, golpeando a un país que se consideraba el eslabón más débil de la cadena.
Inscrito por el Tribunal Supremo Electoral bajo las exclamaciones de júbilo de unos 5 000 de sus seguidores, el surgimiento ahora del partido Libertad y Refundación significa la irrupción en el entramado político hondureño de ese nuevo sujeto social nacido como respuesta al golpe y que dio en llamarse la Resistencia.
Y aunque lo que se logre en lo adelante dependerá de muchos factores, su llegada asegura, por ahora, que el arrojo del pueblo movilizado durante largas jornadas, y las vidas que tal desafío costó, no queden como simple anécdota.
La que fuera principal demanda de los movilizados forma parte esencial del programa con que Libre ve la luz: la celebración de una Asamblea Constituyente que, desde las mismas leyes, cambie la estructura del país.
Por otra parte, su llegada no puede ser un acontecimiento menor en un país marcado por la alternancia de dos partidos representativos de la misma casta oligárquica que detenta el poder hasta hoy: el Liberal, de donde emergió el depuesto Manuel Zelaya —ahora coordinador nacional de Libertad y Refundación—, y el Nacional, cuna política de José «Pepe» Lobo, el hombre que emergió como mandatario de las inconstitucionales elecciones celebradas bajo la siniestra bota militar.
Claro que el propósito de llegar a la presidencia viene de la mano con el nuevo partido. Aunque faltan algunas semanas para las primarias en que cada agrupación escogerá candidato con vista a las presidenciales de 2013, Libertad y Refundación ya tiene un nombre: Xiomara Castro, una mujer que se dio a respetar más por su actitud firme durante los días del golpe, que por su condición de primera dama como esposa de Zelaya.
Alienta que personalidades con la trayectoria del combativo líder sindical y dirigente de la Resistencia, Juan Barahona, figuren también en su liderazgo, porque ello es garantía de que en la «cúpula» está lo más humilde del pueblo.
Claro que para conseguir el Gobierno habría que vencer un sinnúmero de retos. Mantener la unidad, que no es sólida hoy dentro de la Resistencia pero sí alrededor de Libre, parece el primero de ellos. Luego vendrán las manipulaciones y la maquinaria mediática frente a una agrupación política sin dinero que, en este momento, realiza una campaña de recaudación de fondos para aceitar sus mecanismos.
Pero el primer paso está dado: la Resistencia ya tiene un partido que le permitirá pelear también en el plano político…
Casi tres años después del golpe de 2009 en Honduras, no todo está dicho.