Dice Estados Unidos que emprende una guerra global contra el terrorismo. Una guerra que ya dura más de una década, busca nuevos escenarios, y cuyo objetivo real es la conquista de recursos naturales y áreas de influencia política. En esta contienda los terroristas han sido solo la razón construida, y en no pocas ocasiones, como sucedió en Libia y ocurre ahora mismo en Siria, son los mejores aliados en sus verdaderas pretensiones.
Con su andar impasible y una voz que parece llevar consigo la serenidad que van dejando los años, Elson Castellón Yanes suele despertarnos la emoción mientras repasa con verbo placentero sus anécdotas de tiempos juveniles.
La suerte es loca, pensó, en espera de que pudiera corresponderle a él, cuando decidió lanzarse a la «botella» por primera vez.
El Nuevo Herald de Miami, órgano oficial de la ultraderecha cubanoamericana en esta ciudad, es sumamente selectivo a la hora de desinformar a sus lectores.
Hace varios meses, inmerso yo en trajines periodísticos, tuve la posibilidad de conversar en más de una ocasión con el Doctor Orlando Saucedo Castillo, profesor de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Central de Las Villas (UCLV), quien ha consagrado muchos años de su vida al cotidiano ejercicio de la investigación.
De sobra sabemos y comprendemos, unos más y otros menos, cuánto pesa en los tiempos que corren las urgencias de la vida material, en medio también, por cierto, de una acrecentada avidez por apropiarse de bienes que dispensan la legítima aspiración al bienestar y la prosperidad personales, aunque con ellos se introduzcan envenenados afanes por alcanzar fetiches de vacua ostentación.
Aquel viernes fue terrible y dramático para Cuba. Y extremadamente doloroso, al punto que todavía hoy nos punza la pérdida, sobre todo por la manera injustificable —aunque previsible— en que ocurrió.
A lo largo de más de una década, en vez de salvar al pueblo afgano como prometieron para justificar la fallida ocupación, lo que sí han debido hacer los militares estadounidenses, y mucho, es ofrecer disculpas. Aunque nadie cree en esas excusas y ciertamente han sido más los desmanes cometidos, cada una da cuenta de la ética de los uniformados en el cumplimiento de las tareas del Pentágono.
Si Occidente pusiera tanto empeño en el proceso de descolonización del Sahara Occidental, como lo hizo para emprender una guerra contra Libia, o hace ahora para derrocar al presidente sirio Bashar Al-Assad, el presente de ese pueblo sería otro. Pero los mezquinos intereses políticos y económicos no son compatibles con la justicia. Por eso, para las grandes potencias se vuelve más trascendente secuestrar las protestas populares en países árabes para manejarlas de acuerdo a su estrategia imperial, que acabar de resolver la independencia de los saharauis.
En la calle A de La Puntilla, desde donde se ven las aguas negras del Almendares desteñirse un tanto mientras se mezclan con el mar, me reprocho la frivolidad juvenil que me dotó de cierta incapacidad para valorar el privilegio de la fortuna… Suerte que la juventud sea la etapa más fugaz del hombre. Porque 40 años después he asumido sustancial y emotivamente el contenido de unas cartas viejas que he vuelto a leer premiado por el azar. La remitente: Ascensión Tejera de Forcade, «Chon», amiga desde la infancia de Dulce María Loynaz, y residente en este edificio ante cuya fachada me detengo.