El doctor Luis Andremio González (clínico especializado en Psiquiatría) fue suspendido por tres meses sin goce de sueldo por «trabajar de más», ya que sobrepasaba los diez minutos reglamentarios para la atención de sus pacientes en un centro de salud. El artículo, proveniente del Principado de Asturias, firmado por el periodista Jorge B. Mosqueira, fue publicado en el diario La Nación, de Buenos Aires.
Tal vez hoy me reprochen afiliarme al tremendismo por que diga que el campo cubano arrastra históricamente una maldición: perder valores frente a la ciudad. ¿Tendré acaso que repetir el dicho de que Cuba es La Habana y lo demás paisaje, o evocar esa imagen de la más obscena poética urbana de que para guardarraya la calle Galiano?
No hace falta un diplomado en mercadotecnia ni en «pregonología» para afirmar que en Cuba seguirán creciendo aritméticamente los cuentapropistas, como solemos decirles a los trabajadores del sector no estatal.
Sobre las callejas bordeadas de canales iba confirmando el lema de la ciudad que anunciaba desde hacía siglos que viajar era más necesario que vivir. El alma se abría agradecida por haber vivido hasta llegar allí y mirar lo que había leído o visto en fotografías: las réplicas modernas de los avissi, antecedentes de los periódicos impresos; el Puente de los Suspiros, donde lagrimeaban los recién condenados que atravesaban el casi diminuto, cerrado y aéreo enlace entre el palacio ducal, sitio de los jueces, y la cárcel. Y me pareció increíble aquel alerta mundial desde París, tierra firme, sobre la imposibilidad de Venecia para seguir andando sobre las aguas del Adriático, como en un milagro de los Evangelios.
Las señales brotan más claras que nunca, y desatan un sinfín de comentarios cada vez que aparece un caso sobre los acogidos al negocio de vivir de los pesos de la caja estatal.
En un restaurante de la gastronomía estatal, un camarero sonríe con amabilidad. Acaba de atender a dos clientes y se retira bandeja en mano. Extrañado, uno de los comensales le pregunta a su compañero por qué tanta cortesía. La respuesta es contundente: «Es que se está preparando para ser trabajador por cuenta propia».
Pasan los días y salen a la luz más detalles macabros, como si la primera versión de la matanza de civiles en Afganistán no fuera lo suficientemente terrible. La idea de que solo un soldado estadounidense hubiera masacrado a 16 personas, entre ellos tres mujeres y nueve niñas, en viviendas muy distantes una de otra, parecía poco convincente desde el principio. Cada vez con más fuerza se levantan voces que denuncian que se trató de un acto perpetrado por un grupo de uniformados de EE.UU., quienes se divirtieron largamente con sus fechorías.
El consumo existe en todas las especies vegetales y animales, pero solo una de ellas, la especie humana, es productora de basura.
Tal parece que, a no ser que ocurra un milagro, pronto los iraníes estarán recibiendo en su territorio el «mejor regalo» que, en los últimos años, Occidente ha estado haciendo a países musulmanes, o sea, racimos de bombas inteligentes, brutas y analfabetas.
Un somero rastreo de los aconteceres que reportan con lujo de detalles medios informativos extranjeros, en buena parte provoca horror, sobre todo cuando reflejan un impactante desprecio hacia vidas propias y ajenas. Tales relatos, con frecuencia construidos con sádica morbosidad, son capaces de poner la piel de gallina a los más creídos duros y escamados.