Mal vestidas de luna corrían las calles tras las calles… Qué buen comienzo hubiera sido ese… Pero no es mío. Acaso me atrevería a decir: desvestidas de fortuna, las callejuelas eran testigos maravilladas de Manuel, esa rara criatura del periodismo que nos abandonó en el año 2003, cuya última travesura es que aún lo esperamos al doblar de toda esquina.
En esta ciudad de Miami, en la que he vivido por más de 50 años, los términos generalmente están invertidos. Casi siempre lo que aquí se afirma como verdad, es en realidad mentira. Lo que se bautiza como grandioso, la mayor parte de las veces es insignificante. Lo que se califica como totalidad, casi siempre es mínimo o minoritario.
Maday vino al mundo una apacible mañana de junio, y su llegada devolvió a la familia el placer de revivir la celebración de los nacimientos.
Efectivamente, después de la primera acepción de repasar que es: volver a pasar por un mismo sitio o lugar, viene la de volver a explicar la lección. ¿Qué está pasando que se ha tornado tan frecuente lo de volver a explicar la lección, digo, repasar?
En estos tiempos puede verse como natural que las personas, sin estar enfermas, soliciten a su médico de familia, del policlínico o del hospital, un medicamento «por si acaso…».
El comentario de una agencia de prensa occidental sobre la situación socio-económica de Europa da mucho que pensar, así que cito el pronóstico nada halagüeño: «La mayoría de la gente del sur de Europa ha permanecido hasta ahora sorprendentemente estoica ante algunos de los recortes presupuestarios más dolorosos de los que tenga memoria, pero la paciencia pronto podría acabarse».
Andan por ahí los cultores de la repelencia. Llevan el No impregnado, ante el reclamo del prójimo. Lo más cómodo es negarse a asumir la piel del otro, y escamotearle ayuda y servicio. Cerrarle puertas al que sufre, ensordeciendo ante el dolor ajeno.
Apenas gateaba cuando una selección cubana de fútbol debutó, y sin papelazos, en unos Juegos Olímpicos. Más de tres décadas han transcurrido desde entonces, y mi esperanza de que se repita la experiencia bajo la bandera de los cinco aros es cada vez más remota.
«No sé de qué me escon-
do,de qué males escapo/ ni
qué lágrima extraña me lla-
ma desde el mar…».
¿Quién debe rendirle tributo a quién? Ánimos caídos, silencios absolutos en los dogout, errores inverosímiles, bajones ofensivos, todo lo contrario a lo que un público impaciente, expectante y fiel espera desde las gradas.