Descubrir los entramados de un pensamiento integrador y radical, o de una vida movida por el amor que hace y nutre de fe y fuerza natural a un revolucionario, no es tarea fácil; sí deber generacional de quienes apuestan por el socialismo en Cuba y promueven, desde el debate y la reflexión permanentes, la defensa de la patria. Es esta una batalla cultural y un nombre imprescindible se inscribe todos los días en ella: Armando Hart Dávalos.
Lo que hasta fecha reciente fue una desafiante anunciación es ahora una certeza: la generación que no dejó morir al Apóstol en el año de su Centenario comienza a ascender al firmamento de los héroes.
Cuando desapareció físicamente el 25 de noviembre de 2016, sus enemigos decretaron embriagados «el fin de la era Castro» sin comprender que para la mayoría de los cubanos, desde los más apologéticos hasta los más inconformes, Fidel —que etimológicamente significa fiel, digno de fe—, es un patrimonio sentimental irreversible en el alma de la nación.
Más vigente que nunca, el pensamiento vivo de Fidel se orienta estratégicamente hacia un horizonte de emancipación, teniendo en cuenta siempre la percepción concreta de la realidad. Así, en sus Reflexiones, avizoró las grandes amenazas que penden sobre el destino de nuestra especie. Enraizada en el conocimiento de los procesos históricos que han conformado nuestro país, su visión no es localista. Tiene alcance universal.
Alma Mater es el nuevo órgano de los estudiantes cubanos, antes existía Varsity, el fundador de esta revista Tomás R. Yanes, próximo a graduarse, se retira de la vida periodística y nos deja encomendada la obra que él principió.
La meta por donde entran los corredores tras kilómetros de lucha es un nido de emociones: tantas y tantas historias de vida palpables solo con observar durante minutos, que uno se percata al instante de la grandeza de Marabana... De un lado, el Capitolio, imponente como siempre, incluso a pesar de los andamios y rastros de construcción; del otro, la Kid Chocolate, que su nombre mismo ya representa un templo para el deporte cubano. En resumen, para la historia quedan los ganadores de una competencia extenuante, pero lo cierto es que una maratón es más, muchísimo más que eso.
Todo convida, bajo la égida de Martí, al silencio respetuoso más que a las palabras. Estas pudiesen parecer demasiado pequeñas cuando se trata de un hombre cuya condición humana responde a una ética fundamental; a una conciencia bañada de la meridiana claridad que llevan en sí los que no solo se contentan con divisar el bien sino con hacerlo, los que saben el valor de pensar por sí, de servir sin esperar recompensa alguna.