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Las casas… ¿de cultura?

Según los resultados de una investigación, comprender lo que hacen adolescentes y jóvenes en su tiempo libre, sus gustos, necesidades e inquietudes, así como conocer sus opiniones sobre el papel desempeñado por las instituciones culturales del país, permite diseñar renovadas estrategias para ofrecer opciones a considerar más allá de las redes sociales

Autor:

Ana María Domínguez Cruz

¿Conocen nuestros adolescentes y jóvenes los talleres que ofrece la casa de cultura de su municipio? ¿Han participado en alguna actividad organizada por esta institución? ¿Cuáles son sus preferencias para ocupar su tiempo libre? ¿Mediante qué medios obtienen lo que consumen? ¿Qué encuentran o qué no encuentran en las instituciones encargadas de fomentar la cultura?

Estas y otras interrogantes motivaron al Licenciado en Sicología Manuel Alejandro Vaillant Hechavarría a desarrollar una investigación con el objetivo de conocer las preferencias de participación y de consumo cultural de un grupo de adolescentes y jóvenes, y enmarcó el estudio en el capitalino municipio de Plaza de la Revolución.

Los resultados, presentados recientemente durante el 1er. Simposio Internacional de Investigación Cultural del Instituto Cubano de Investigaciones Culturales Juan Marinello, resultan de gran valía para la propia institución, ya que ayudan a ampliar, modificar o transformar ofertas con el fin de atraer más público adolescente y joven.

Vaillant Hechavarría precisa a Juventud Rebelde que el estudio se realizó en la casa de cultura ubicada en Calzada y 8, en el Vedado, la primera institución de su tipo en La Habana y una de las primeras en Cuba. Cuenta con sala teatro, galería con departamento infantil, tabloncillo de danza, dos áreas de música, taller de pintura y grabado, área de literatura, taller de cerámica, taller de artes populares, un salón  multipropósito, una cafetería,  un patio para diversas funciones y a ella pertenece también la biblioteca Alejo Carpentier.

La institución ha sido sede de importantes eventos nacionales e internacionales, como el 11no. Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, Carifiesta,  actividades colaterales de la 6ta. Cumbre de Países No Alineados, el Festival Internacional de Ballet, el Festival Internacional de Jazz, entre otros.

Para desarrollar la investigación, se trabajó con dos grupos, uno de teatro Olga Alonso y otro de danza urbana, conformados por adolescentes y jóvenes de entre 15 y 25 años. Se aplicaron cuestionarios, se realizaron entrevistas grupales a los adolescentes y jóvenes seleccionados —quienes residen en distintos municipios de la capital— y también a uno de los expertos del Centro Provincial de Casas de Cultura, explicó.

«Internet es el principal medio por el cual satisfacen sus necesidades los adolescentes y jóvenes, lo cual fue constatado durante la investigación, y sabemos que puede ser el denominador común con poblaciones de iguales edades en otros territorios del país. En sentido general, a través de las redes sociales buscan cubrir sus intereses y no tienen opiniones favorables con respecto a los espacios de disfrute a nivel institucional, por lo que entre ellos crean sus propios espacios culturales.

«Esto nos lleva a analizar la relación oferta-demanda, tanto de los adolescentes y jóvenes en calidad de consumidores como de la institución como proveedora, en este caso de cultura. Las ofertas del centro no son siempre  adecuadas a los intereses de los individuos de estos grupos etarios, y ello explica la falta de motivación ante las poco novedosas ofertas culturales en la casa de cultura».

Actualmente, los adolescentes y jóvenes son más selectivos en cuanto a lo que consumen, reflexiona el investigador. «Cuba no está ajena al proceso de globalización y somos conscientes de que ello ha traído la inserción de rasgos de culturas extranjeras en nuestra sociedad.

«Las casas de cultura son las principales instituciones para fomentar el arte en la comunidad. A raíz de este estudio, pienso que es pertinente realizar un análisis sobre la relación oferta-demanda, es decir, la relación entre las preferencias de consumo de los públicos de estas edades y las ofertas que poseen estas instituciones».

Las sesiones grupales y las entrevistas individuales aportaron información de interés, agregó. «Los principales espacios de participación cultural de estos adolescentes y jóvenes son el teatro, el cine, la Fábrica de Arte, las fiestas universitarias y, en menor grado, la casa de la cultura».

Vaillant Hechavarría comenta que en la mayoría de los casos critican la falta de diversidad en las opciones artísticas que se ofertan en esta institución más allá de la etapa estival y, además, poco conocen en cuanto al rol que deben desempeñar en la defensa de nuestra identidad cultural.

«De manera ideal, se podría replicar el estudio a una muestra mayor de adolescentes y jóvenes, con el fin de obtener resultados más abarcadores, y llevarlo además a diferentes territorios y con otros grupos etarios. También podríamos extenderlo a otras instituciones culturales y en espacios recreativos donde se reúnen los adolescentes y jóvenes».

Como recomendaciones resultantes de la investigación, Vaillant Hechavarría sugiere que se realice un análisis más minucioso sobre las necesidades y preferencias de los adolescentes y jóvenes para ajustar sus ofertas culturales.

«Considero que pueden implementarse nuevas formas de promoción para las actividades que se desarrollan, a partir de una mayor intensidad y mayor atractivo en las acciones, con vistas a que exista más información, no solo de los talleres y actividades, sino también de la labor y funciones de la institución.

«Sería muy bueno crear espacios de intercambio entre talleristas y artistas aficionados que favorezcan el trabajo intergeneracional, así como elaborar estrategias que permitan eliminar o minimizar el impacto de la falta de recursos que puede perjudicar la afluencia de público».

Considera Vaillant Hechavarría que comprender las perspectivas de estos grupos juveniles como consumidores es fundamental para centrar los objetivos de los productos culturales que se ofrecen en las necesidades de los públicos, no solamente de acuerdo con los objetivos de la entidad.

El camino a recorrer

En la Mayor de las Antillas integran el sistema de casas de cultura 350 instituciones. Las municipales, concentradas en las capitales de cada territorio y las comunales, aquellas que encontramos en las zonas periféricas. Según Diango González Guerra, presidente del Consejo Nacional de Casas de Cultura, todas cumplen su función de ser como un brazo extendido del Ministerio de Cultura y un instrumento fundamental para la concreción de la política cultural en el país.

«La fuerza técnica a nivel nacional está integrada por más de 11 000 instructores de arte, que no solo están en las casas de cultura,  sino también en los centros educacionales, y más de 3500 promotores culturales, quienes brindan servicios también en los consejos populares», puntualizó.

Las casas de cultura tienen un rol esencial, acotó, sobre todo ahora, a partir del diseño que el país implementa en función de la atención a las comunidades en transformación, a un trabajo sociocultural comunitario más fortalecido y la integración intersectorial en cada municipio.

«Los Gobiernos incluyen en sus programas de desarrollo el aporte de las casas de cultura, no solo en lo relativo a la atención al Movimiento de Artistas Aficionados, sino también en los diagnósticos socioculturales para diseñar la programación que satisfaga a toda la población.

«Sabemos que no en todos los municipios y comunidades funciona todo como debería saber. Padecemos el éxodo de muchos profesionales, no siempre se explotan todas las potencialidades de los territorios, pero en general el impacto en el país es positivo. Por ejemplo, luego de la etapa veraniega recién concluida, los estudios demostraron que el mayor numero de actividades se concentró en los talleres de las casas de cultura, y ello resulta motivador».

González Guerra enfatiza en que se trabaja con todos los públicos y, además, se llevan actividades culturales a los centros penitenciarios, las casas de abuelos, los hogares para menores sin amparo filial, entre otras entidades.

«Las casas de la cultura, atendidas desde el punto de vista metodológico por el Consejo Nacional, y de subordinación local para todo el despliegue de sus planes y acciones de capacitación, responden a los programas de desarrollo de cada territorio en coherencia con la Política Integral de Niñez, Adolescencias y Juventudes; el Programa de Adelanto de la Mujer; el programa Sembrar ideas; sembrar conciencia; entre otros.

«Elevar la cantidad y calidad de nuestras propuestas es un desafío y es una de las prioridades para satisfacer las demandas de las distintas poblaciones. Contamos con todos, porque las casas de cultura son, en definitiva, de todos», aseveró.

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