Mi buen Samsung Note 3:
Las políticas neoliberales de décadas pasadas estuvieron destinadas a desarmar o hacer económicamente dependientes de Estados Unidos, a los países de América Latina. Milton Friedman, un norteamericano, premio Nobel de Economía y padre de los manejos del libre mercado en el mundo, fue asesor por excelencia de dictaduras sangrientas como la de Pinochet en Chile y de Videla en Argentina.
TERMINADA la faena cotidiana, antes de acogerse al descanso reparador, los hombres se reunían a conversar. Comentaban los sucesos del día, narraban historias de otros tiempos y otros lugares, algunas veraces, en otras mezclaban realidad y ficción. En ese intercambio se rescataba la memoria del ayer y se alimentaban las alas de la imaginación, fuente de creatividad y de capacidad innovadora al abordar por caminos imprevistos, mediante la formulación de nuevas interrogantes, asuntos pendientes de respuestas por haber recorrido en su abordaje fórmulas rutinarias. Pero, sobre todo, el empleo de la palabra evocadora satisfacía la demanda de espiritualidad, esa otra hambre que, según Onelio Jorge Cardoso, subyace latente en todo ser humano. En la voz del cuentero iba naciendo la literatura desde la época remota en la que todavía no se habían inventado el jeroglífico y el alfabeto que ahora conocemos.
A las personas que denuncian hechos reprochables para alertar a las autoridades, más que solicitarles datos para su localización, se les debe agradecer ese gesto y proceder sin morosidad contra los protagonistas de las infracciones.
Dos décadas atrás, mis únicas referencias sobre un tribunal de justicia eran películas, series y libros policiacos, como probablemente les pase a muchos de ustedes. Mi arquetipo de juez era un hombre mayor, blanco, sedentario, amargado en su elevada soledad, a cargo de recitar castigos y poner orden en la sala, mientras fiscales y abogados conducían al presunto culpable por la cuerda floja de la opinión de 12 extraños, casuales e influenciables.
Dago puede ser cualquiera. Se desconoce su edad, sexo, estatus social, tamaño, color de la piel, del pelo, de los ojos… lo único que se conoce de Dago es su indolencia y alta tendencia a la indisciplina.
Como aquellos días en que a lo más profundo de la tierra le nacía un corazón, el de la libertad, la independencia y el espíritu redentor, Cuba vuelve a sentir, como en el parto heroico de la Revolución, el clamor de sus hijos dispuestos a vencer o a morir por un ideal. Y ahí está el amor, es la energía que mueve a los revolucionarios, es la fuerza inspiradora de los actos de consagración patria, de la luz que solo se ha de ver en la hora de los hornos.
A la vera de la Carretera Central el fuego se extendía por el taller. Después de la explosión fatal, dos personas eran sacadas de entre las llamas con quemaduras en todo el cuerpo.
Hace alrededor de cuatro décadas el Grupo de Teatro Escambray estrenó Molinos de viento, texto de la autoría de Rafael González. Presentada en el Festival de La Habana, la obra alcanzó enorme éxito de público, sobre todo entre los espectadores más jóvenes. Abordaba el tema del fraude escolar y de las actitudes fraudulentas ante la vida, asuntos estrechamente interrelacionados. La trama tomaba como punto de partida el enjuiciamiento de algunos estudiantes por extraer de la gaveta de un profesor el cuestionario de examen. El anuncio de una visita de inspección interrumpía el proceso en marcha. Todo se concentraba entonces en el esfuerzo por ofrecer a los visitantes la mejor imagen del plantel y enmascarar para ello la menor señal de deficiencia. El problema planteado por la anécdota inicial se proyectaba hacia la sociedad en su conjunto. La referencia al Quijote subrayaba la dimensión ética del conflicto.
Pudiera encontrarse esta cronista en un error de percepción, pero de un tiempo a estas horas se me ha hecho notable cierto desaliño en no pocos coterráneos.