Como aquellos días en que a lo más profundo de la tierra le nacía un corazón, el de la libertad, la independencia y el espíritu redentor, Cuba vuelve a sentir, como en el parto heroico de la Revolución, el clamor de sus hijos dispuestos a vencer o a morir por un ideal. Y ahí está el amor, es la energía que mueve a los revolucionarios, es la fuerza inspiradora de los actos de consagración patria, de la luz que solo se ha de ver en la hora de los hornos.
La historia guarda momentos de indiscutible trascendencia, días en que se hinchan nuestras almas de un ímpetu indescriptible, días que retumban cual campanas de libertad; como el 1ro. de enero de 1959. Entonces, Cuba estaba pariendo un corazón, el mismo que no ha dejado de latir un segundo durante todos estos años de pasión revolucionaria.
Hemos vivido días muy desafiantes, ha crecido la hostilidad del Gobierno de Estados Unidos y su actual administración desata una ofensiva cual acto de guerra sucia contra un pueblo que anhela continuar construyendo la sociedad que ha elegido, que ha querido desde el triunfo de la Revolución.
Queremos seguir siendo socialistas, y no habrá fuerza en el mundo capaz de hacernos sucumbir o rendirnos. Nos acompaña un misterio, y es que somos cubanos, nos forjamos en días épicos y por qué no, sísmicos, en que salimos al camino con la convicción de Patria o Muerte.
Es la hora de andar, aunque el camino se torne escabroso, es tiempo de juntarnos y en cuadro apretado, como dijo el poeta, empujar el país. El 2019 fue decisivo; resistimos el embate imperialista y vencimos heroicamente. Las palabras del Presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez en la Asamblea Nacional del Poder Popular son el mejor resumen de lo vivido en ese año: «Nos tiraron a matar y estamos vivos».
La guerra mayor que se nos hace es de pensamiento y la batalla por alcanzar la dignidad plena del ser humano es cultural. Este nuevo enero es símbolo de la resistencia cultural del pueblo cubano, de la defensa de un pensamiento propio, de nuestra identidad, de lo que hemos fraguado en tantos años de lucha.
La ofensiva imperial ataca las culturas de los pueblos, procura fracturar sus identidades y recolonizarlos continuamente con sus políticas neoliberales y sus prácticas destructivas, típicas del insostenible modelo capitalista. Somos anticapitalistas; tenemos que asirnos a lo mejor del pensamiento descolonizador, a Martí y a Fidel, paradigmas en la lucha contra un sistema explotador y humillante.
Nuestro Presidente nos ha convidado a pensar como país; y es hoy deber generacional hacer este ejercicio reflexivo, de pensamiento, desde la más profunda cultura de hacer política, con sentido de humanidad, con la sensibilidad como premisa esencial; que es servir a los demás, que es hacer una construcción colectiva de la sociedad a la que continuamos aspirando, que es salvaguardar la unidad para seguir recuperando y salvando el tejido espiritual de la nación.
Mucho tenemos que decir y explicar; precisamos de un vital diálogo de generaciones que nos ayude a seguir construyendo el consenso social, que nos asegure la unidad como pivote esencial de la continuidad histórica de la Revolución. Ya lo decía Martí: «Nuestra revolución está en marcha; y la utilidad de lo que se dice hoy, no se verá hasta mañana. Decir es hacer, cuando se dice a tiempo. Y honrar a los que cumplieron con su deber es el modo más eficaz que se conoce hasta hoy de estimular a los demás a que lo cumplan…».[1]
En ese empeño revolucionario los jóvenes tenemos un rol esencial porque el destino de la Patria está en nuestras manos. A 61 años del triunfo de nuestra Revolución estrenamos un año definitorio. Tomar partido viviendo la Revolución de la dignidad y por el decoro del hombre, ante la guerra que se nos hace, deviene paso imprescindible de cada revolucionario, de cada patriota. Es como deber generacional que nunca muere porque representa el sentimiento que cubre nuestro actuar en medio de circunstancias tan dramáticas y difíciles.
Es el amor a la Patria, desvelo continuo y excitación que provoca superar lo posible y crear desde la heroicidad que no desdeña lo cotidiano. He ahí una de las claves para asegurar una revolución como la que mantenemos viva en Cuba: hacer de lo hermoso lo cotidiano, eso es patriotismo, valor entrañable de los hijos de la Patria.
Como nos legó José Martí en uno de sus discursos conmemorativos por el 10 de Octubre: «Me parece que veo cruzar, pasando lista, una sombra colérica y sublime, la sombra de la estrella en el sombrero; y mi deber, mientras me queden pies, el deber de todos nosotros, mientras nos queden pies, es ponernos en pie, y decir: ¡presente!».
1 José Martí: A los cubanos; Nueva York, septiembre de 1890 en Obras Completas, Tomo I, pp. 262.