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Parlotear

Un locutor no es alguien que habla. Un locutor es la guía, es el rostro. Un locutor es la voz de un programa, de un medio

Autor:

Reinaldo Cedeño Pineda

Comunicar es respetar. Un micrófono es una cosa seria. No es que un locutor no pueda reírse en determinado programa cuyo perfil no sea precisamente humorístico, o no pueda contar algún suceso cercano. Hay muchos que lo hacen de manera excelente y se les agradece, porque sobriedad no es aburrimiento. Se trata de no enajenarse jamás de los públicos, de no estafar su tiempo con discursos vacíos.

Un locutor no es alguien que habla. Un locutor es la guía, es el rostro. Un locutor es la voz de un programa, de un medio; puede serlo incluso de todo un territorio, de todo un país.

Soy un escuchante de la radio mucho antes de entrar en ella, y sigo siéndolo ahora, con renovada consideración hacia sus profesionales. Ese respeto se estremece cuando uno escucha parlotear en más de una propuesta radial: la palabrería sustituyendo al argumento, el exceso tomado por virtud.

Esa tendencia la he advertido tanto en espacios de radioemisoras locales como en aquellas que disfrutan de una audiencia nacional, incluso en programas de larga tradición. Es una propensión al relleno, al chachareo, a la verborrea, que en ciertas revistas de mayor duración, se acentúa.

He escuchado largos (larguísimos) ditirambos sobre el tiempo o la vestimenta, donde los parlamentos se estiran, donde el locutor se embrolla, como si no supiera cuando parar. En otras ocasiones, so pretexto de una pretendida familiaridad, se comparten con los oyentes, anécdotas internas que no funcionan… porque el contexto y la referencia cambiaron. No escapan chistes de barata hechura o una manera de «empujar» el tiempo con frases manidas y forzadas, que casi revelan el apremio por finalizar.

En mi opinión, en los últimos años, las exigencias, la formación y las evaluaciones se han reblandecido, o tal vez los métodos necesitan perfilarse. Sé que hay esfuerzos en ese sentido, sé de profesionales muy serios que aportan su experiencia, mas hay un trecho por recuperar. 

Zulima Nicolau Lahera, licenciada en Arte de los Medios de Comunicación Audiovisuales, locutora, guionista y directora de programas, comparte las ideas  que ha cimentado en tres décadas y media de labor en los medios radiales de su Santiago de Cuba:

«Decía el profesor Moreno de Ayala que la locución es la profesión más difícil del mundo, porque su estudio es constante.  La improvisación, una de sus aristas más controversiales hoy, ha dejado al desnudo a muchos. Y es que improvisar es un arte, vestido de cultura general y de oficio, mucho oficio. Sobre todo, despojado de banalidades.

«Cuando se improvisa se debe comenzar con ideas preconcebidas. No se trata de decir lo primero que venga a la mente. Se necesita pensar con rapidez, pero con inteligencia, y tener en cuenta que las audiencias son muy exigentes. Improvisar requiere dominio de un tema. Inventar, en cambio, denota falta de preparación y escasa cultura».

En los tiempos galácticos que vivimos, enfrentados a la  instantaneidad de la internet, a tanto comunicador improvisado en las redes sociales, a plataformas de todo tipo, la exigencia sigue incólume para aquel que habla a los públicos. Cuidémonos de los extravíos. Cuidémonos de no pasar gato por liebre, ligereza por contemporaneidad.

La radio cubana suma una historia impresionante de paradigmas de comunicadores, de locutores. Justo por eso, se impone cuidarla. La locución es una profesión clave en los medios de comunicación. Esa que no se enajena de sus públicos, que no les estafa con discursos vacíos, que forma parte por derecho propio de nuestra memoria.

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