Hace más de diez años fui delegado a una asamblea municipal del Poder Popular durante tres mandatos seguidos. Por entonces vivía en un asentamiento muy simbólico en el Escambray, el primero liberado por el Che Guevara en Las Villas durante los meses finales de 1958, aunque desde el siglo anterior ardía de pasión por la libertad.
En los pueblos pesqueros da la sensación que el tiempo no pasa. Incluso en La Coloma, ubicado al oeste de la ciudad de Pinar del Río, donde todo lucía destrozado y agobiante a escasas horas del paso de Ian por esa zona. Impasible ante los efectos de un huracán tan demoledor, no parecía que el Dios Cronos ayudara, al menos desde mi percepción de visitante.
Alí Babá, el protagonista de uno de los cuentos más legendarios de Las mil y una noches, mira a los bandidos en Cuba y se pregunta si son 40, como la banda descubierta por él en el desierto.
Por estos días, al menos para mi «universo», han sido muchas las noticias adversas: enfermedades de amigos, criaturas que nacieron marcadas por desaciertos genéticos, seres que quiero y andan por recodos del mundo buscando un lugar donde cumplir sus sueños y no han hallado más que contratiempos y sentimientos encontrados, al querer y no querer estar en esta Isla.
Del latín nominare («dar nombre» y «proponer o designar para una función o cargo»), el verbo nominar aparece por estos días en el léxico común de los cubanos. En cada circunscripción —de dos a ocho propuestas— los vecinos deciden quiénes irán a las boletas en las elecciones municipales convocadas para el domingo 27 de noviembre.
La frase, muy célebre, se le acredita a un poeta británico como parte de un enunciado más amplio que, sin existir aun internet —¡bendita sea!—, ganó rauda notoriedad: rectificar es de sabios.
AHORA que ya pasó el Halloween, vamos a ponernos a pensar (en serio, con mesura y sin estridencias) en los vacíos culturales, educacionales y hasta ideológicos que abren las puertas al racismo en ese u otro tipo de festividad.
Le quitaron a golpe de guerra su mar. Quisieron (y siguen queriendo) que no sea la de rostros autóctonos y diálogos con la Pachamama. Pero Bolivia camina, con su cadencia originaria, hacia un Buen Vivir, que no es lo mismo que la buena vida de quienes aun viviéndola la ultrajan.
La juventud lleva intrínseca esa soltura y vivacidad que no cree en riesgos y poco a poco avanza en busca de sus metas. Está claro que tiene otras maneras para comunicarse, e incluso, a veces, para crear. Sin embargo, algunos que dudan siempre de ella se preguntan por estas fechas, si un proceso tan decisorio e importante en el país como lo son las elecciones municipales llegará a calar en la preocupación de los jóvenes.
Cuando era maestra de primaria conocí a una mujer que solía llevar a su sobrino a la escuela si la madre del chico estaba de guardia. «Mi hermana trabaja demasiado», decía, y no con admiración. «Las mujeres hermosas estamos para que nos mantengan, no para quemarnos las pestañas o doblar el lomo».