La frase, muy célebre, se le acredita a un poeta británico como parte de un enunciado más amplio que, sin existir aun internet —¡bendita sea!—, ganó rauda notoriedad: rectificar es de sabios.
Consecuentemente, si se mete la pata —y ocurre, por desgracia, frecuentemente—, lo más acertado es tratar de enmendar el error. ¿Que a dónde voy, reclama usted, lector avispado? Pues a ejemplificar, que hay oídos receptivos!
En esta columna publicamos un comentario (La tarjeta no tiene la culpa, 19 de mayo de 2022) para cuestionar que en determinados servicios gastronómicos se impusieron las ventas exclusivamente por tarjetas magnéticas.
En aquel escrito reconocimos la imposibilidad de quedarse al margen de una revolución tecnológica, y como la única respuesta inteligente era remar hacia la conquista de su cima, obviamente esa fue la estrategia que siguió el país.
El desarrollo de internet en Cuba no ha sido de relámpago, pero sí sostenido, a pesar de los pesares que sabemos de memoria acá y un poquito más allá de nuestra geografía antillana.
Admitimos que la generalización del pago con tarjeta era beneficiosa para proporcionar un control más infalible, y sumamos la facilidad de uso y la seguridad de prescindir del dinero en efectivo para las compras o pago de servicios.
Sin embargo, imponer su uso a la cañona limitó a muchos el acceso a servicios públicos, y obvio que la gente expresó su inconformidad. De hecho, cayeron las ventas en esos establecimientos.
Acá, en Cubita la bella, suceden esas paradojas, como que un comercio, en vez de facilitar la comercialización, le pone trabas. ¡Le zumba el mango! ¿Qué impedía aceptar el pago electrónico y a la vez en efectivo en un servicio de alta demanda popular? Lógicamente nada, nadita.
Lectores que colgaron su apreciación al referido comentario en la web expresaron su rechazo a esa práctica y cuestionaron por qué a tantos trabajadores que desean cobrar por tarjeta magnética aún no la reciben. Otros reconocieron que el empleo de esa modalidad cierra más firme la puerta contra posibles marañas reiterativas y persistentes en nuestro comercio, como confirman las inspecciones de los órganos competentes.
A pesar de esa verdad verdadera, admiten que debe ser una opción más y no la única impuesta por decreto, además de afirmar que hay déficit de dispositivos magnéticos y limitaciones para acceder a los cajeros.
Esas apreciaciones indican claramente el patinazo de imponer únicamente el pago con tarjeta para servicios gastronómicos de alta demanda, a sabiendas de que en vez de resolver un problema iban a crear otro. ¿En qué estaban pensando los decisores a la hora de refrendarlo?
Bienvenida sea la marcha atrás que se dio, al menos en Santa Clara, y la posibilidad de acceder a esos servicios también por vías tradicionales. Rectificar es de sabios y reconocerlo me honra. Pero, por favor, más cuidado con medidas que impactan a las mayorías en un momento en que hace falta tirar para la cuneta todo lo que puede oscurecer el funcionamiento social. Eso lo sabe hasta el bobo de Hatillo, que es mucho decir.