Le quitaron a golpe de guerra su mar. Quisieron (y siguen queriendo) que no sea la de rostros autóctonos y diálogos con la Pachamama. Pero Bolivia camina, con su cadencia originaria, hacia un Buen Vivir, que no es lo mismo que la buena vida de quienes aun viviéndola la ultrajan.
Otra vez anda el señor Luis Fernando Camacho azuzando a unos pocos contra los muchos. Se jacta de su protagonismo en los hechos violentos que terminaron con el Gobierno de Evo Morales. Y ahora busca, como entonces, llevar al país a la misma situación.
Se ha inventado un cuento censual que nadie, en su sano juicio, cree, pero le sirve al ilustre Gobernador de Santa Cruz para hablar mal del mandatario Luis Arce; y aporta toneladas de materia prima para que grandes industrias mediáticas sobrecumplan sus planes productivos de odio y mentira.
No pueden admitir, ni él ni los que desde adentro y afuera engordan su billetera para que gaste en la guerra de violencia y desatino, que con Arce Bolivia mantenga la inflación más baja de la región sudamericana (1.2 por ciento) cuando algunos vecinos andan por más de 20 por ciento.
O que sea la economía con mayor superávit comercial en la zona: 2,5 respecto a su PIB; mientras muchos cargan un signo de menos en su balanza de ventas y compras en el mercado internacional.
La golpista Jeanine Áñez dejó a Bolivia con la economía barranca abajo, pero solo en 2021 (con ella tras las rejas) el país volvió a crecer, nada menos que en 6.1 por ciento, y en 2022, a pesar de las tensiones pospandémicas y el conflicto en Ucrania, seguirá en alza.
Esos datos macroeconómicos se expresan en indicadores sociales. Ningún otro Gobierno en Sudamérica reducirá como Bolivia la pobreza extrema este año y su tasa de desempleo mantiene la tendencia sostenida a la baja.
Camacho delira con culpar a Arce de dirigir un país de estómagos vacíos, pero no hay escasez de alimentos. Se mantiene la subvención a los combustibles, el Gobierno resolvió con éxito la pandemia, a las empresas les está yendo bien y la voz de Bolivia ha regresado al concierto mundial.
Sin embargo, a él no le va igual en su gestión administrativa de Santa Cruz. Necesita voltear el juego. Que lo vean como el bueno, el mesías, el salvador, y ahora esgrime algo tan técnico como un censo para quitarse de encima los reflectores por sus desaciertos como gobernador y echar encima de Arce una culpa que es solo suya.
Sí, parece ilógico, pero es eso lo que tiene en tensión a Santa Cruz y a Bolivia toda. Los organismos internacionales, incluso, dieron el visto bueno al cronograma presentado por el Gobierno para el censo de 2023, pero Camacho dice que hay que adelantarlo. Y se inventó que el atraso es para demorar la reasignación de recursos y de curules en la asamblea legislativa.
A fin de cuenta la diferencia final sería de un mes, pues el Gobierno ha hecho ajustes para recortar los plazos. Casi todo el país está de acuerdo con las fechas, pero Camacho no, y promueve con violencia e intimidación lo que podría ser otro golpe de Estado.
No es cuestión de tres o cuatro curules más. Ni nada que beneficie a las mayorías. Las de Santa Cruz, inclusive. Es un choque de paradigmas, de modelos de convivencia: la buena vida de unos pocos a expensas de los muchos, contra el Buen Vivir de todos.