Caracas, Venezuela.— Nuevamente este país estuvo en vilo durante varias horas. El miércoles por la noche, en el hemiciclo de la Asamblea Nacional, el presidente Nicolás Maduro presentó su Memoria y cuenta del año 2013, sin dudas el más difícil de la Revolución Bolivariana.
Lo peor ya ha pasado. Ese fue, en pocas palabras, el mensaje que le transmitió el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, a su homólogo estadounidense, Barack Obama, durante su visita a Washington, la primera que realiza después de dos años en La Moncloa.
Pudo haber muerto prosaicamente, de cualquier cosa, como predijo en su Canción del sainete póstumo. Pero su anhelo nunca fue inútil, como el de aquel otro poema, porque las alas conquistaron las nubes más altas. Y las musas del Hexaedro rosa todavía visten de caricias a cualquier joven que llegue desnuda a una fiesta de amor.
Riiiiiiing riiiiiiing riiiiiiing. Riiiiiiing riiiiiiing riiiiiiing… El aparato insistía, pero en la oficina nadie se movía de sus asientos, como si en cada tarea les fuera la vida o no percibieran el reclamo de atención que alguien hacía desde otro teléfono.
El mismo día del triunfo de la Revolución Cubana, pero 64 años antes, nació en Washington, D.C., uno de los hombres más tenebrosos de Estados Unidos de América: J. Edgar Hoover, probablemente quien más poder ha llegado a tener en este país. Fue uno de los fundadores del Buró de Investigaciones en 1919, el cual años después, en 1935, cambió su nombre por el de Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés).
«¿Dónde está mi bandera cubana…?», recito a Bonifacio Byrne, mientras redivivos autos de alquiler y bicitaxis enarbolan contra el viento los pabellones de Reino Unido, Estados Unidos, España, Canadá, Alemania o Italia, en una operación de mercadeo nada sentimental, para asegurarse clientes con turistas de esos países, al ritmo de un procaz reguetón.
…ansia negra y ansia blanca, los dos del mismo tamaño, gritan, sueñan, lloran, cantan.
Ahora, con esta noticia, pienso que no estaba tan desencaminado mi amigo de la Primaria, ni debí ofenderme tanto cuando, en pleno recreo y para vengarse de mí, porque lo había «ruchado» en el juego de las bolas, me gritó con impotencia: ¡cabeza de puerco!
Hasta las mariposas estuvieron de luto aquel día. Dejaba de perfumar con su aroma rebelde la más autóctona de las flores cubanas. Dejaba de latir un corazón que había alojado en él a un pueblo entero. Dejaba de regalarse la sonrisa diáfana de una heroína que decidió volverse recuerdo memorable.
El sonido de la sirena y las luces intermitentes del auto patrullero llamaron la atención de los vecinos —incluso de aquellos que nunca asisten a la reunión del Comité de Defensa de la Revolución (CDR)—, quienes se agolparon frente al edificio; unos, curiosos por ver a quién aprehenderían, otros para que nadie se los contara.