Cuba está de moda, andan pregonando por el mundo, como si este país fuera pasarela de ocasión, efímera fiebre de sábado en la noche o evanescente escenario de curiosidades al son de la compleja y dilatada normalización de las relaciones con Estados Unidos.
Una de las más célebres novelas del siglo XX sale en busca del tiempo perdido. La sensación producida por un pastelillo que se disuelve en la boca al tomar un sorbo de té, despierta en el narrador la memoria de un pasado ya distante, el de su infancia en el mítico Combray y, luego, la vida toda. En ese recorrido, van cayendo máscaras hasta alcanzar el fondo sórdido, mezquino y aún grotesco, oculto tras la fascinante apariencia.
Cuando los amigos se juntan luego de 30 calendarios, los recuerdos se empoderan, como me sucedió en una conmovedora reunión de antiguos condiscípulos de la vocacional Ernesto Che Guevara, en Villa Clara. A diferencia de esta periodista, ellos para formarse como ingenieros también habían compartido las aulas donde vencieron difíciles asignaturas técnicas en la prestigiosa Universidad Central Marta Abreu, de Las Villas.
Probar. Sentirse «bien». Atreverse a lo impensable. Ser como otros. Olvidar. Burlar las reglas…
Te dice maleducada por no corresponderle su «delicadeza», vuelve a ofenderte como la primera vez, te persigue unos metros más, casi parece que se atreverá a tocarte… Pero apuras el paso. Es de día, el lugar es concurrido y no osará hacerte nada. Lo ha concebido solo como diversión; puede que ya esté preparando el próximo «piropo». Y para ti, bueno, fue un típico mal momento de los que te tocan cada día.
El último recuerdo que tenía del hospital de Las Tunas era el de mi hermana Kenia mientras declamaba en un acto por uno de los aniversarios de la institución, y la visita a un amigo en terapia intensiva una tarde triste de noviembre.
Fruto de la Enmienda Platt, la Base Naval de Guantánamo se ha erigido desde sus orígenes en un rincón oscuro. Desde enero del año 2002 y como parte de una supuesta guerra contra el terrorismo por el Gobierno norteamericano, ese lugar se trocó en prisión para confinar y «enjuiciar» a ciudadanos que ni siquiera son de la nación que imparte «justicia».
Llueve. El calor abruma. Entramos en el verano tropical, tiempo de vacaciones en nuestro hemisferio. El mar es un imán que llama al disfrute del chapuzón en la costa.
Hay días en que lo recuerdo, como también es verdad que nunca pude darle un apretón de manos, ni besarlo, ni encontrarlo al llegar a casa, ni sentir su calor. No ha hecho falta, porque como decía la poeta Anne Sexton, «No importa quién fue mi padre. Lo importante es quién recuerdo yo que fuese».
De todas las pertenencias de Ramón, el fuete era, probablemente, la más temida. Tenía en realidad muy poco de látigo y mucho de magia, porque el yarey, tejido a manera de soga, se había desflecado con el desgaste del almanaque y acaso causaba mayor impresión el delgado palo sujetador que la misma «correa» campesina.