En un hermoso castillo medieval se reunieron este 7 y 8 de junio los líderes del G7. Entre flores y un ambiente campestre, los sonrientes mandatarios fueron a pasar lista a los asuntos más acuciantes en el mundo que pretenden gobernar.
Desde Damasco, mi amigo y colega de Prensa Latina, Miguel Fernández Martínez, me comenta impresiones sobre sus días de misión arriesgadísima, de aproximaciones sucesivas a una verdad que desgarra y quita el sueño. Lo hace porque se lo he pedido a pesar de que tal vez solo sería atinado pedirle, una y otra vez, que se cuide: «La situación en Siria es bien compleja —responde él casi de inmediato—, es una suerte de plaza asediada por los cuatro costados, atacada con odio, con saña, por sus enemigos de siempre. Eso, una plaza sitiada que se niega a rendirse a pesar del empuje de las armas y el dinero».
Mi casa tiene un mobiliario heterogéneo. Algunas piezas son centenarias. Casi todas exigen reparación. Los libros se amontonan por todas partes. En ese ambiente me reconozco, porque guarda una estrecha correspondencia con mis rasgos característicos y con mi historia personal. No llegaron todos de una vez. Recuerdo las circunstancias que los fueron juntando. El librero redondo fue encontrado en una de esas instalaciones antes llamadas rastros, donde se acumulaban toda clase de objetos, dejados como garantía por un préstamo garrotero. La repisa exhibe todavía su brillante barniz original. Me ha seguido a todas partes desde 1940.
Sobre los hombros de mi padre casi puedo tocar las nubes. El cielo es más azul, o eso me parece, y soy feliz. No hay niña más plena que cuando él me lleva a caminar el pueblo, a mirar el mundo desde esa altura.
Los juristas nos creemos importantes, y en verdad lo somos. Que no se entienda mal. Es cierto que cualquier profesional puede tener una perspectiva a veces sobredimensionada de su actividad con respecto a otras. Pero nada más lejos de mi ánimo. Mas, me aventuro a recalcar (a cualquier precio) el modo en el que somos valiosos.
Algunos contribuyentes pretenden montarse en el papel de «Al Capones» tropicales, mientras en el país se busca incentivar una cultura tributaria, asociada a la diversificación de las formas de la propiedad, y a la urgencia de estimular esquemas de solidaridad y responsabilidad social ajustadas al nuevo escenario económico.
Macedonia ha sido escenario, desde hace varias semanas, de crecientes manifestaciones y protestas populares. Tal panorama lleva incorporado el prototipo «Maidán», con el cual fue derrocado el año pasado el presidente de Ucrania. Todo indica que estamos en presencia de un teatro de operaciones de «guerra no convencional». Pero, ¿qué podría ofrecerle esta pequeña nación balcánica a los grandes centros del poder?
Mientras un equipo de este diario realizaba una serie periodística sobre avances y tropiezos de las cooperativas no agropecuarias, a casi dos años de su inclusión dentro de los modos de gestión no estatal en la economía del país, nos asaltaron varias situaciones.
Somos puntuales al conmemorar, en fechas precisas, a las personalidades que marcaron hitos fundamentales de nuestra historia. Con el andar del tiempo, se convierten en figuras marmóreas. Se va haciendo más borrosa su entraña humana. No recordamos el dolor íntimo de Carlos Manuel de Céspedes reducido a la miseria y al abandono después de su deposición. Todo lo había entregado a la Patria antes de caer, solitario, en San Lorenzo. Pocos recuerdan que Manana, la compañera de Máximo Gómez, rechazó la ayuda ofrecida por Martí. Nada quería pedir a la revolución en beneficio propio. No pensamos en el dolor de Mariana ante la pérdida de sus hijos.
Por estos días, y «después de tanto tiempo y tanta tempestad», el acercamiento entre Cuba y Estados Unidos es un turbión de tanteos, un muestrario impredecible de tientos y diferencias. Al racimo de conversaciones oficiales para la normalización de las relaciones diplomáticas entre los dos países, se suman visitas constantes de gobernadores estaduales, congresistas y senadores, hombres de negocios, músicos y notorios del jet set norteño, mientras la primera avanzada de turistas «ordinary people», desmonta La Habana en el lente de sus camaritas digitales, sobre nostálgicos «almendrones» descapotables.