Celia, ejemplo de abnegación. Autor: Tomada de Twitter Publicado: 11/01/2025 | 10:38 pm
Con la muerte de la heroína de la sierra y el llano, Celia Sánchez Manduley, a las 11:50 de la mañana del viernes 11 de enero de 1980, hace 45 años, la Revolución perdía una excepcional mujer de acción y pensamiento, de aliento y riqueza al ideal de la construcción socialista en Cuba.
El libro Celia, mi mejor regalo, de la autoría de Eugenia Palomares Ferrales, una de las tantas niñas de las que se hizo cargo la grandiosa medialunera, registra el gran dolor que provocó su deceso en el Comandante en Jefe Fidel Castro: «Fidel se inclinó en el féretro con sus dos manos sobre el sudario, observándola detenidamente, con su cara enrojecida y lágrimas que no pudo contener. Era como la despedida de un guerrillero a una guerrillera».
Un mar de pueblo desfiló ante ella. Venían de todas partes, hasta extranjeros de visita en La Habana fueron a darle el último adiós.
Los rasgos esenciales de su personalidad estuvieron determinados por las exigencias del complejo panorama que vivía la nación bajo la dictadura de Fulgencio Batista: conspiración, subversión y lucha guerrillera. Ella estuvo en los escenarios más complejos y arriesgados, en la primera línea de la lucha revolucionaria.
En el discurso de despedida de duelo de Celia, en la Necrópolis de Colón, en La Habana, el 12 de enero, el destacado dirigente político revolucionario Armando Hart Dávalos, su compañero de luchas, señalaba con maravillosa justicia: «Celia será siempre para todos sus compañeros la fibra más íntima y querida de la Revolución Cubana, la más entrañable de nuestras hermanas, la más autóctona flor de la Revolución».
En otro párrafo el destacado combatiente ilustraba: «A Celia hay que situarla como genuina representación popular de la etapa en que Fidel y el pueblo cubano cambiaron el curso de la historia de América y ayudaron de modo decisivo a la transformación revolucionaria del mundo. En esta obra inmensa, ella tiene un destacadísimo lugar de honor».
De manera profunda significaba que la obra de Celia formaba parte de las mejores páginas de la historia nacional. Por eso, agregaba: «Está junto al Che y a Camilo; como ellos, entró por las puertas de la eternidad como símbolo purísimo del pueblo cubano en la época de Fidel. Para medir quién fue verdaderamente Celia, baste subrayar que será imposible escribir la historia de Fidel Castro sin reflejar a la vez la vida revolucionaria de Celia».
Mujer del Llano y la Sierra
Enemiga de dogmas y esquemas, Celia ingresó en el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo) de Eduardo Chibás desde mayo de 1947, y tras el ataque al cuartel Moncada por Fidel Castro y sus seguidores abrazó la concepción de la lucha armada para destruir la tiranía batistiana.
A los pocos días de los hechos del Moncada viajó a Santiago de Cuba, donde visitó en la clínica de La Colonia Española a dos de los revolucionarios heridos. A través de ellos conoció pasajes de la proeza y los principales ideales que animaban a la Generación del Centenario del natalicio de José Martí.
Una vez creado el Movimiento Revolucionario 26 de Julio (MR-26-7) por Fidel, en junio de 1955, entre los encargados de extenderlo por los actuales municipios de Campechuela, Media Luna, Niquero y Pilón estuvieron Celia Sánchez, Manuel Echavarría Martínez y Adalberto Pesant González (Beto).
Desde estas actividades creció su estatura como revolucionaria valiente, firme, arriesgada. Es bastante conocida su disposición de viajar a México y regresar en la expedición armada que organizaba Fidel en aquel país. Pero Fidel comentó a Manuel Echavarría: «Si esa mujer es como tú dices, su lugar está en Cuba». Fidel tenía razón: en la costa sur de Oriente Celia resultó muy útil preparando las condiciones para la recepción de la expedición revolucionaria.
El nombre de Celia está estrechamente vinculado no solo al MR-26-7, sino a la lucha armada en la Sierra Maestra. El 16 de febrero de 1957 conoció personalmente a Fidel en la finca Los Chorros de Epifanio Díaz Gómez. Tuvo el mérito histórico de ser la primera mujer que ingresó en la guerrilla, en abril de 1957. Tomó parte en el combate de El Uvero, armada con un fusil M-1.
Para cumplir una importante misión en la ciudad de Santiago de Cuba bajó de las montañas el 1ro. de junio, por la ruta de San Pablo de Yao y Bayamo. En Manzanillo se mantuvo clandestina, en los mayores peligros de su vida, hasta que regresó a las montañas el 8 de octubre de ese mismo año.
En carta de pésame del alto mando del Ejército Rebelde a Frank País García, el 21 de julio, con motivo de la muerte de su hermano Josué en las calles de Santiago de Cuba enfrentando la persecución de los sicarios de la tiranía, ya se expresaba la gran valía de Celia en la trayectoria de la Revolución: «… Y en cuanto a la Sierra, cuando se escriba la historia de esta etapa revolucionaria, en la portada tendrán que aparecer dos nombres: David y Norma». El uso de su nombre de guerra, Norma, asociado por siempre al David de Frank País.
Para proteger su identidad utilizó el seudónimo de Norma. En la clandestinidad aparecieron otros: Lilian, Carmen y Caridad. El 18 de julio de 1957, en un mensaje de Frank a la Sierra, apareció su nuevo nombre de guerra: Aly, aunque en misivas posteriores continuaba firmando como Norma, quizá por la fuerza de la costumbre.
En el alto mando rebelde cumplió funciones de secretaria, aseguramiento logístico y archivera de la documentación de la Revolución.
Estuvo junto a Fidel en las batallas de Guisa y Maffo, y en la toma de Baire, Jiguaní y Palma Soriano. Acompañó a las fuerzas guerrilleras para establecer el cerco a Santiago de Cuba. Junto a los santiagueros celebró la huida del tirano en la madrugada del 1ro. de enero de 1959.
En la construcción de la nueva sociedad
Tras el triunfo de la Revolución, Celia asumió importantes tareas y responsabilidades: secretaria del Consejo de Estado y miembro de la dirección nacional de la Federación de Mujeres Cubanas. Gracias a los documentos salvados de la lucha en la Sierra Maestra, desde 1956 hasta 1959, pudo crear el 4 de mayo de 1964 la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado.
Por otra parte, en octubre de 1965 fue electa miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. En diciembre de 1975 participó en el primer congreso del PCC y fue ratificada en el Comité Central. Fue diputada por el municipio de Manzanillo a la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Desde sus puestos políticos y de Gobierno participó de manera activa en momentos trascendentales de la Revolución, en todas las actividades relevantes y en las obras más significativas de la construcción del Estado socialista. Junto a Fidel realizó recorridos por las zonas de desarrollo, las granjas del pueblo, los planes agrícolas, las cooperativas, los centros de trabajo, las escuelas, los hospitales y las presas en construcción.
De igual modo, participaba de manera entusiasta en las zafras azucareras del pueblo, en el diseño de las áreas para hoteles, centros recreativos, y cuando tenía algunos días de descanso se iba para Pilón o Manzanillo, tomando parte en actividades de pesquería desde las 5:00 de la mañana hasta horas de la tarde. También al calor de sus iniciativas surgió en La Habana el Parque Lenin y en Bayamo el Parque Granma.
Esos sentimientos, emociones y raíces populares retrataban a Celia como laboriosa, abnegada, sencilla, humana y solidaria. Entendía cabalmente las aspiraciones y palpitaciones del pueblo trabajador. De ahí su constante preocupación por las inquietudes, opiniones y problemas del pueblo. Nunca relegó a un plano de segundo orden el interés de su nexo inmediato con la población.
Sus extraordinarias virtudes
El Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque en una entrevista aparecida en la revista Moncada, en mayo de 1990, declaraba sobre la actividad de Celia: «Era sencilla, modesta; afecto y cariño nos prodigaba; admiración y respeto siento por ella. Se dedicó por entero a la Revolución y a Fidel hasta que dejó la vida».
En las palabras finales de la oración fúnebre, el Doctor Armando Hart Dávalos destacaba que Celia Sánchez había sido grande en su abnegación heroica y en su lealtad incondicional, grande en su identificación con el pueblo, en su amor a la obra de la Revolución y en su interés apasionado por los demás.
Seguidamente señaló: «Entre todas sus cualidades debemos destacar su rechazo a cualquier forma de ostentación y su apego a las maneras simples y sencillas de vivir y trabajar. Esta era una de sus más conmovedoras virtudes».
El carácter de Celia, sensible y humano, le hizo recodar al orador los versos de Martí: «El arroyo de la sierra / me complace más que el mar». De esta manera entrelazaba la heroína de la sierra a la hábil clandestina del llano y a la consagrada obra de la Revolución.
Y concluía Hart Dávalos: «Ella nos da fuerzas, nos da aliento y nos impulsa con el ejemplo de su vida. Nos enseña las virtudes que debemos desarrollar, nos estimula en esta hora que viven la Patria, América y el mundo para continuar luchando por un mundo mejor y más pleno para todos».
El nombre de Celia, presencia permanente en la obra revolucionaria. Un ejemplo vivo e imperecedero de la abnegación de la mujer cubana en todos los tiempos.
(Tomado del periódico La Demajagua)