Mientras el Ministerio de Educación Superior anuncia que hay plazas para todos los que terminan el preuniversitario —como ocurrió este año—, no son pocos los pupitres que se quedan vacíos en cada curso escolar, una contradicción que merece análisis y decisiones acertadas, si queremos resolver los serios déficit de profesionales en algunos sectores.
Ana Margarita Mosquera Rimada todavía conserva el pañuelo que llevaba ese día sujeto a la cabeza, confiesa, luego de ver un material audiovisual que recoge todos los momentos de la visita del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz a Santa Clara el 30 de septiembre de 1996. Era la primera vez que lo compartía con sus compañeras de trabajo de aquellos días.
«Habla suavemente y lleva un gran garrote, así llegarás lejos». Esa es la definición de la política del Gran Garrote implantada por el presidente Theodore Roosevelt a principios del siglo pasado. Lo que se llegó a conocer como el Corolario Roosevelt, estableció que «si un país europeo amenazaba o ponía en peligro los derechos o propiedades de ciudadanos o empresas estadounidenses, el Gobierno estadounidense estaba obligado a intervenir en los asuntos de ese país para “reordenarlo”».
El enorme interés suscitado en todo el país por la Sesión Constitutiva de la 9na. Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular fue otra demostración de que el pueblo de Cuba, acaso como ningún otro, está muy conectado con la política.
No fue un hombre de éxito. Herido en Lepanto, conoció los padecimientos de los galeotes. De regreso a España, sufrió miseria y alguna incursión en la cárcel. No alcanzó el favor de los poderosos, que benefició a algunos de sus contemporáneos, también gigantes literarios en aquellos deslumbrantes siglos de oro de la creación peninsular, como sucedió con el pródigo Fénix de los ingenios, el dramaturgo Lope de Vega. Y, sin embargo, el idioma hablado en la actualidad por millones de habitantes del planeta recibe el apelativo de lengua de Cervantes, porque su criatura mayor, Don Quijote, echó a andar un día sobre el lomo de Rocinante junto a su fiel y rústico escudero Sancho Panza. A través del Atlántico llegó de contrabando a las recién conquistadas tierras de América.
Entró al recito sonriente. Llevaba sobre sí un aguayo, la prenda rectangular usada en Argentina, Bolivia, Perú... como mochila, abrigo o adorno.
Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez es el nuevo Presidente de Cuba y la noticia, aún antes de ser refrendada por la Asamblea, convirtió su nombre en tendencia mundial en Twitter.
Tal vez uno de los errores más graves que puedan cometerse en nuestro ámbito es creer que una revolución verdadera —nunca ha de faltar el adjetivo del Che— se sostiene con la autoridad de una persona o con el talento de un grupo selecto.
Un anhelo nos acecha en medio de tanta podredumbre moral y crisis humanística en el mundo que nos ha tocado vivir; en la época de la desidia y el yugo colonial, de la urgencia (para salvar la gran familia humana) de encontrar los caminos de la liberación definitiva de nuestros pueblos sometidos a la dominación. ¿De qué dominación hablamos?, de aquella que impone con total furia el gigante de las siete leguas. Y el anhelo presente, encuentra respuesta en José Martí, en su pensamiento y acción revolucionaria, guía para la lucha y programa político de la inmensa revolución «nuestroamericana».
Hace años atrás, pertenecía como socio a un club privado en Miami. Acudían allí dos adolecentes hijos de uno de los socios de apellido Cardozo. Los muchachos eran bastante inquietos y se pasaban todo el tiempo haciendo una que otra travesura. Claro está que no todas las que allí ocurrían eran hechas por la parejita. Otros hijos de otros socios también las hacían. El problema que tenían los chiquillos era que la Junta Directiva del club la tenía cogida con ellos y cada vez que algo travieso ocurría, automáticamente le echaban la culpa a los Cardozo y los suspendían del mismo por equis cantidad de tiempo. Se hizo famoso entre los socios, cada vez que ocurría una maldad, decir: seguro que eso lo hicieron los Cardozo. La verdad es que aquellos muchachos, que hoy deben ser unos hombres maduros, eran candela viva, pero también era cierto que no todo lo malo que sucedía en el club era producto de los inquietos muchachitos.