En la madrugada se escuchó un rumor de combate. Era algo lejano, hacia el oeste de la ciudad. Salí al balcón. Desde lo alto del Vedado, algunos milicianos bajaban corriendo, mientras terminaban de abrocharse la camisa del uniforme. Muy pronto, empezó a circular la información. Habían bombardeado el aeropuerto de Ciudad Libertad. Estábamos en el preludio de una invasión inminente, previsible desde la ruptura de las relaciones diplomáticas por parte de Estados Unidos. Habíamos entrado en las vísperas de Playa Girón.
El pisotón a la espiga no había comenzado ahí. Lejos de la ciénaga, Dwight Eisenhower le había pasado a Kennedy, en enero de 1961, la bomba sin espoleta de una invasión a Cuba. La máquina de herir pueblos estaba activada, así que no era cosa de apagarla. Poco después Luis Somoza, un amigo cercano de Washington, despidió a los mercenarios en muelle nicaragüense.
La mala o buena educación salta hasta desde las aceras, esas que son la expresión más simple del espacio cívico, más allá de su función de proteger al peatón de la posible embestida de los vehículos. Tampoco voy a machacar con el trillado y cansón tema de que las despojaron de su función primordial, la de ser el lugar ideal para transitar.
Si no fuera porque me mantiene actualizada de lo humano y lo divino, de la política y del Candy Crush, ya me hubiera mudado del planeta Facebook, donde a veces no parece haber vida inteligente. De hecho, dando Me gusta en algunos post he llegado a cuestionarme mi propio IQ.
Todo comenzó con un árbol. Los árboles son el llamado de la tierra. El artista Cecilio Sánchez Ferro tomó el barro en sus dedos, mezcló, modeló, imaginó una historia y regaló a la Casa del Caribe un Árbol de la vida. Llegó desde Metepec hasta Santiago de Cuba y lo plantó allí como quien deja un abrazo.
Para nadie es un secreto que la principal misión de las agencias de inteligencia y de contrainteligencia de cualquier país es, precisamente, recopilar inteligencia, buscar datos, comprobar hechos, encontrar pistas, descubrir conspiraciones, prevenir acciones, entrelazar informaciones, defender a sus países, etc.
Lo importante es lo que nace, reza una muy antigua idea asiática. Al pretender, sin embargo, que esa apasionada definición encaje en un tema como el de la continuidad generacional, asoma inevitablemente la necesidad del matiz: vale —y mucho— lo nuevo... que solo podrá estallar como las flores, si se nutre de lo que un día fue naciente, y hoy, tras largo vivir, encarna la madurez y la sabiduría.
Desde febrero hasta mayo, la Feria del Libro lleva a cabo un prolongado recorrido a través del país. Al mismo tiempo, los alumnos que transitan el último curso del preuniversitario preparan sus exámenes de ingreso a la Educación Superior. Desconectados en apariencia, ambos acontecimientos tienen un punto de encuentro en el tema de la lectura como vía de acceso al conocimiento en relación con las capacidades que habrá de desarrollar un profesional para responder a las demandas de la sociedad en un mundo sometido a cambios acelerados de toda índole.
Llegó sin sospechar que saldría «con las manos vacías». ¿Qué problema podía surgir si él solamente necesitaba rentar un auto? Su licencia de conducción estaba vigente, no tenía antecedentes de ningún tipo ni multas que figuraran en su expediente. Sin embargo, cuando el trámite estaba a punto de efectuarse, le fue negada la posibilidad, «porque su carné de identidad no es el nuevo, no tiene el diseño nuevo y con el antiguo carné plasticado no puedo aceptar su solicitud».
Ahora que va a empezar la clase, intentas embarajar y recoger tu mochila, qué me voy, cuando te sorprende el profesor Arencibia. Se percata de tu carrerita y te manda de cabezas a tu sitio: «Señorita —dice— hay que esperar a la maestra Mayra Navarro». La presenta como la narradora oral de Cuba.