Si no fuera porque me mantiene actualizada de lo humano y lo divino, de la política y del Candy Crush, ya me hubiera mudado del planeta Facebook, donde a veces no parece haber vida inteligente. De hecho, dando Me gusta en algunos post he llegado a cuestionarme mi propio IQ.
Facebook sirve, eso sí, para la vigilancia y la propagación de rumores, para la exhibición impúdica del Yo, para el chancleteo de esquina, para la declaración de principios y hasta la simulación. Es, en definitiva —y aquí viene una perogrullada de marca—, una plataforma tecnológica donde se percibe más claro que el agua la clase de seres analógicos que somos.
Que lance la primera piedra quien no se haya encontrado con alguno de estos personajes típicos en Facebook.
Usuario estándar: Tiene con Facebook una relación normal, entra y sale con una frecuencia que no califica como patológica. No vive conectado al chat. Observa críticamente lo que los demás publican y cuelga con moderación lo que le resulta interesante. No abunda.
Usuario selfie: Amanece saludando con una autofoto. Es una especie de celebrity a pequeña escala, porque cuenta con un público que lo aúpa y con variedad de contextos en los que posar. Caso particularísimo de usuario selfie es el que se tira la foto frente al espejo, todo un clásico que ni Narciso mismo hubiera podido imaginar.
Usuario corporativo: Mantiene un perfil meramente laboral, comparte contenidos de su institución y no publica nada que pueda poner en riesgo su puesto y/o acceso a la conexión. Altamente gris.
Usuario chocho: Documenta minuto a minuto su vida, fiestas a las que asiste, personas con las que conversa, lugares que visita. Una modalidad específica es la de aquellos usuarios chochos in-extremis, casi siempre madres y padres que le facilitan a esa máquina de espionaje que es Facebook información privada y altamente sensible del desarrollo de sus bebés. Se exceden en ingenuidad.
Usuario sicólogo: Publica un amplio repertorio de postales de autoayuda, carteles con enunciados de amor, despecho, reafirmación de amistad, versos de Neruda o Benedetti, frases de Frida Khalo o de Paulo Coello. Tiene variedad de tarjetas y las usa sin miseria.
Usuario filósofo: Diserta con profusión de argumentos, sostiene y fundamenta sus ideas contra viento, marea y el sentido común. Por lo general, no acepta de buen grado que le desmonten su tesis, ni más muestras de erudición que las suyas.
Usuario clon: Conocido también como usuario troll por las molestias que causa. Es fácilmente reconocible porque no pone su nombre ni su foto, sino que apela a banderas, flores, animales, imágenes de actores, actrices o paisajes. A buen resguardo tras el anonimato suele lanzar batallas y atizar polémicas que de seguro no enfrentaría con su identidad real. Los hay en todas las regiones, con todas las motivaciones y de todas las ideologías. (Tomado del blog Cuba profunda)