Señora influencer aborda diferentes aristas sobre las redes sociales y su poder para mostrar/desfigurar una parte de la realidad. Autor: Cartel de la película Publicado: 10/05/2025 | 09:08 pm
«(…) Una mujer aplaudida, admirada por unos, despreciada y hasta odiada por otros; pero para nadie era indiferente. Y hoy nos deja con un debate social importante, controversial, difícil de digerir. ¿Es Fátima un reflejo de nuestra cultura, del momento actual de nuestra sociedad? Este evento, sin duda, abre un debate».
Con una escena retrospectiva en la que se emite tal reflexión comienza Señora influencer, película mexicana escrita y dirigida por Carlos Santos Campos, estrenada en noviembre de 2023 en Morelia y proyectada en Cuba en el espacio televisivo De Nuestra América.
Para la realización de la cinta, Santos Campos se inspiró en una historia real: descubrió en Instagram el perfil de una señora que tenía muy pocos seguidores y actuaba como influencer; esto le pareció triste, pues sentía que se trataba de una mujer solitaria que buscaba recompensa emocional en las redes sociales. Ello le sirvió de pie forzado para perfilar en el filme, a través de las vivencias de sus personajes, una visión descarnada de la sociedad actual, con énfasis en el universo de esas plataformas digitales. Así, presenta una sátira perturbadora y una aguda crítica sobre el efecto que causa en las personas el uso y abuso de estas.
El largometraje ha gozado de la aceptación de la crítica y el público; se le consideró como una de las más importantes propuestas de 2023, y ha sido catalogado entre lo mejor de la filmografía mexicana. Los constantes giros de la trama, las actuaciones del elenco y el impactante mensaje que transmite han contribuido a que la película no pase desapercibida.
Una montaña rusa de emociones
Eso experimentamos al ver Señora influencer. Es una producción llena de sorpresas que, incluso, puede lograr despistar hasta al más atento y
experimentado espectador. De entrada, desafía las clasificaciones de género: con extraordinaria facilidad pasa de una comedia —aparentemente simplona— al drama, al suspenso y al terror sicológico, con tintes de humor negro. Apuesta por una estructura circular para, desde su inicio, mostrarnos la idea central sobre la que el guionista-director pretende problematizar, y ya de paso nos anticipa el «fatídico» final del filme.
Luego de esa secuencia inicial se nos descubre a la protagonista: Fátima Fati Ferri (Mónica Huarte), una mujer de mediana edad —posteriormente se revela que tiene 40 años—, con apariencia y comportamiento aniñados que evidencian que tiene alguna discapacidad intelectual o trastorno mental (aunque leve). En estos primeros minutos se le ve feliz, pero ese estado le dura poco. Comienzan los puntos de giro.
Fátima trabaja como voluntaria en un orfanato, del cual es expulsada por pegarle a una niña para defender a otra. Los calificativos «rarita» y «pinche retrasada, ¿conoces las redes sociales?», esgrimidos contra Fati por la menor agresora, funcionan como detonante de este incidente. Y, a lo largo de la trama, vemos el efecto que ejercen apelativos similares para referirse a ella, los cuales funcionan como motores que impulsan la acción.
Un segundo móvil de la narración se revela cuando Fátima intenta volver a trabajar en el orfanato y no se lo permiten. Entonces, ella, solitaria, sin amigos, medicada y sobreprotegida por su padre (Leonardo Daniel) —su única compañía y a quien le preocupa más su carrera de cineasta que su propia hija—, sucumbe por completo en el mundo de las redes sociales, en el que, en un primer momento, encuentra el consuelo y la aceptación que necesita.
Comienza a imitar el contenido que consume. En este entorno digital conoce a Sofi Fojo (Macarena García), una joven influencer; a Cami (Diana
Carreiro), su amiga; y a Jacqueline Lombardo (Bárbara Lombardo), una terapeuta que la ayuda a despertar del estado anestesiado y reprimido en que la tiene su padre y la incita a descubrirse. Empiezan los flashbacks, que nos anuncian los traumas de la infancia de Fati y sus dramas familiares.
La ficción juega todo el tiempo con las expectativas del público. Transcurre a un ritmo sosegado; pero, poco a poco, nos va dando las pistas que nos permitirán desenrollar esa madeja. No obstante, aunque la historia nos mantiene siempre en vilo, su director nos da toda la información —aunque no en el momento en que lo esperamos— y deja a nuestro cargo la interpretación.
Burlas al perfil equivocado
Fati se adentra en un universo para el cual no está preparada. Su autenticidad e ingenuidad la vuelven viral y termina convirtiéndose en influencer, lo cual es su deseo. «Si somos fieles a nuestra esencia recibimos amor infinito», expone en sus redes, sin saber que ello le traerá muchos «fatilovers», pero también «haters».
El largometraje todo el tiempo utiliza colores vivos, como reflejo de esa realidad virtual. Para la construcción de estas escenas se utiliza todo tipo de recursos: pantalla dividida en la que se yuxtaponen diversas secuencias para optimizar tiempo en la exposición de mensajes (en analogía con la inmediatez con que funcionan estas plataformas digitales), así como para semejar la verticalidad del celular (principal dispositivo con el que
accedemos a ellas).
En los diálogos de Fati con sus «haters» los efectos se tornan lúgubres. La música, los sonidos, los juegos de luces y sombras y los encuadres son clave; sin un acertado uso de estos no podríamos percibir el odio y la intolerancia que esconden quienes se escudan tras una pantalla para herir a otros, así como la
repercusión que van teniendo tales mensajes en nuestra señora influencer.
Continúan los giros argumentales, la discontinuidad narrativa, se insertan las ensoñaciones. Mónica Huarte, con su extraordinaria interpretación, nos entrega un personaje lleno de matices a lo largo de la historia. Mientras más profundiza en el universo de las redes, descubre que no todo es lo que parece, desentraña memorias de su pasado y su salud mental llega al extremo. Fátima se transforma, se vuelve fría, calculadora, arriba a un proceso de anagnórisis o descubrimiento. Le demuestra a quienes le hicieron daño que «se burlaron del perfil equivocado» —como dice el eslogan o subtítulo de la película— y, en un acto de justicia poética, se venga de ellos.
En su ejercicio justiciero, algo que llama poderosamente la atención —además de la vestimenta que utiliza la protagonista (la cual rompe con los patrones de vestuario de tal acto restaurativo)— es que cuando Fati se les presenta cara a cara a quienes tanto odio vertieron sobre ella en las redes sociales, estos no la reconocen, lo que demuestra la cobardía que entraña la despreciable actitud de agredir a alguien con la idea de que nunca la verás en vivo.
Un tema para reflexionar
Indiscutibles son las ventajas que ofrecen las redes sociales y el vasto universo de internet. Sin embargo, es harto conocido que, a la par de estos beneficios, también han surgido nuevos problemas.
Señora influencer aborda diferentes aristas sobre las redes sociales y su poder para mostrar/desfigurar una parte de la realidad. Nos obliga a cuestionar lo que se muestra en ellas: una sociedad superficial, que vive de las apariencias, cada vez más insensible y poco empática. Asimismo, coloca sobre el tintero cuestiones como el ciberacoso y las implicaciones sicológicas que trae consigo en quien lo sufre la sobrexposición de la intimidad, el aprovechamiento de las vulnerabilidades de otros para obtener ganancias, diversas formas de violencia, la normalización de conductas sociales nocivas y las brechas generacionales presentes en los modos de interactuar con estas plataformas.
En una ocasión, en el filme, Cami no entiende la admiración desmedida de los «fatilovers» y le dice a Paco (Mauricio Nieto) —mánager de Sofi, Fati y luego de Cami— refiriéndose a Fátima: «No mames, está haciendo puras pendejadas». A lo que aquel responde: «Es influencer, ¿qué esperabas?». Y he aquí otros asuntos sobre los que se arroja luz: hacemos famosas y veneramos a figuras que no han hecho nada significativo y que, a veces, tienen actitudes cuestionables, lo que se puede llegar a hacer con tal de ganar seguidores y «likes», y la extrema dependencia de esa aceptación o aprobación públicas. Señora influencer es una película para reflexionar.