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EE. UU. planea la producción de una nueva bomba termonuclear, la B61, mientras exige a Irán el «desmantelamiento total» de su programa nuclear pacífico

Autor:

Juana Carrasco Martín

Estados Unidos planea lanzar la primera producción de su nueva variante de bomba termonuclear de gravedad y guiada, la B61-13, según Teresa Robbins, la directora interina de la Administración Nacional de Seguridad Nuclear (NNSA). Cada ojiva de unos 360 kilotones, multiplica por 24 veces la de la bomba lanzada por EE. UU. sobre Hiroshima. Tendrán la primera dentro de un mes y a gran escala la fabricaran más adelante en el año fiscal 2025.

Tal decisión, que presentada como reforzamiento de «la disuasión y la seguridad», le permitiría alcanzar «ciertos objetivos militares más difíciles y de gran alcance», apuntó la funcionaria. En enero, comenzaron a desplegar la variante anterior, la B61-12, en bases estadounidenses en Europa, una contribución peligrosa al rearme en Europa, cuando el viejo continente se empeña en apuntar a Rusia.

Esto es un hecho que contradice lo que Donald Trump expresa en sus permanentes escenificaciones para cámaras y micrófonos, en las que califica las armas nucleares como la mayor amenaza existencial para la humanidad: «Sería fantástico si todos pudiéramos desnuclearizarnos, porque el poder de las armas nucleares es descomunal», pero eso es solo de boca para afuera, la desnuclearización no incluye su arsenal.

Un poco de historia reciente y recordamos que durante su primera incursión presidencial retiró unilateralmente a Estados Unidos del histórico Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio de 1987, y lo explicó con una de sus habituales mentiras, alegando incumplimiento ruso y en esta segunda residencia en la Casa Blanca el Pentágono vuelve a las andadas.

Sin embargo, hipocresía y doble rasero se despliega al unísono que sus fuerzas nucleares, también en otra región geográfica de fuertes tensiones. Anda exigiendo a Irán el «desmantelamiento total» de su programa nuclear, que es bien sabido corresponde a una desarrollo pacífico de la nación persa.

Trump cuestiona ese desarrollo nuclear como necesario para la generación de electricidad de la República Islámica, punto focal en su mirilla, porque es obstáculo a las pretensiones e intereses estadounidenses en la rica región del Medio Oriente.
Con su consabido injerencia en los asuntos de otros y esa pretensión de que el mundo sea como a él le plazca y a su conveniencia, ha dicho: «Tienen tanto petróleo, ¿para qué lo necesitan?… La energía [nuclear] civil suele conducir a guerras militares.

Y no queremos que tengan armas nucleares. Es un acuerdo muy simple»… «Simplemente no quiero que tengan un arma nuclear porque el mundo sería destruido», declaró Trump refrendando esa política de «yo sí puedo, pero tú no».

Con ello explicó porque posponía indefinidamente, bajo el pretexto de «razones logísticas», las conversaciones indirectas entre EE. UU. e Irán que, previamente, habían sido calificadas de constructivas, hasta que comenzó a bombardear a Yemen en su guerra contra los combatientes hutíes solidarios con el pueblo palestino de Gaza.

Vale aquí otro recordatorio, en este proceder, de su anterior mandato cuando retiró a Estados Unidos del acuerdo de julio de 2015, firmado con Irán, China, Francia, Alemania, Rusia, el Reino Unido, los Estados Unidos y la Unión Europea, donde se establecía que las actividades nucleares de Irán se limitarían a cambio de una reducción de las sanciones.

La administración Trump utilizó para ese repliegue otro argumento falaz, acusar a la República Islámica de Irán de violarlo en secreto, y dijo que impondría «el nivel más alto de sanciones económicas» a Teherán. Iguales amenazas hizo contra cualquiera que negociara con Teherán. Ahora, la Casa Blanca repite las amenazas a pesar de que conversa con las autoridades iraníes, y en total doblez y amoralidad, de manera abierta, moderniza su propio armamento nuclear.

Un apoyo para esa actuación trumpiana lo dan senadores de línea dura como el republicano por Arkansas, Tom Cotton, y Lindsey Graham, republicano de Carolina del Sur, quienes exigen que cualquier acuerdo con Irán elimine el enriquecimiento de uranio y trabajan para sabotear un trato que no lo contemple, lo que podría complace a Trump, quien ha dicho entre sus amenazas si no hay un acuerdo a sus plenos deseos: «Irán puede tener un programa nuclear en ruinas, humeante, destruido y desmantelado, o puede tener un programa de energía nuclear civil pacífico sin centrifugadoras, sin enriquecimiento, sin reprocesamiento y sin posibilidad de desarrollar un arma nuclear», afirmó.

Agreguen a la conveniencia de tamaña farsa, que echan en saco roto hasta los informes de sus propias agencias de inteligencia, las que recientemente reafirmaron que no hay prueba alguna de que Teherán esté construyendo una bomba nuclear, lo que por demás es una prohibición del ayatolá Alí Jamenei, la máxima autoridad de la nación, desarrollar armas nucleares. Irán está enriqueciendo uranio al 20% y al 60%, porcentaje aún inferior al 90% necesario para la fabricación de armas. Teherán ha dejado claro que está dispuesto a reducir los niveles de enriquecimiento al 3,67%, el límite impuesto por el Plan de

Acción Integral Conjunto (PAIC), esclarecía antiwar.com en un comentario sobre el tema en cuestión. Sin embargo, el domingo 11 de mayo tuvo lugar la cuarta ronda de negociaciones indirectas entre Irán y Estados Unidos en Muscat, la capital de Omán, encabezadas por el ministro de Asuntos Exteriores iraní, Abbas Araqchi, y el enviado especial de Estados Unidos para Oriente Medio, Steven Witkoff, con la mediación del ministro de Asuntos Exteriores omaní, y esas conversaciones, al finalizar, fueron calificadas por el vocero iraní, Rsmaeil Baqaei, de «difíciles pero útiles», porque ayudó a ambas partes a «comprender mejor las posiciones de cada uno y encontrar maneras razonables y realistas de abordar las diferencias».

Habrá otra ronda… El programa nuclear iraní y las sanciones estadounidenses, continúan siendo los puntos contenciosos. Mientras tanto, el Pentágono no deja de apostar a sus armas nucleares; la simulación es parte esencial del proceder político de esta Casa Blanca.

 

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