Mientras el Ministerio de Educación Superior anuncia que hay plazas para todos los que terminan el preuniversitario —como ocurrió este año—, no son pocos los pupitres que se quedan vacíos en cada curso escolar, una contradicción que merece análisis y decisiones acertadas, si queremos resolver los serios déficit de profesionales en algunos sectores.
A lo anterior debe agregarse que el sistema cubano en este campo tiene una segunda bonanza: al terminar la carrera, junto al diploma de graduado, se recibe una boleta de ubicación laboral.
En Cuba el plan de ingreso a la Universidad se realiza en coordinación con los organismos empleadores, los cuales expresan sus necesidades de profesionales. Ello responde al hecho de que un país como el nuestro, con escasos recursos económicos y que entrega las matrículas universitarias de manera gratuita, no puede darse el lujo de formar por formar.
Esa es la razón por la cual el ingreso a la Educación Superior se hace de manera planificada —cinco años vista—, sin embargo, en muchas ocasiones los intereses de los estudiantes no están en concordancia con esos planes del país y en la cobertura de las plazas surge la disyuntiva «gusto-oferta», que provoca que cada año una amplia cantidad de capacidades queden vacías.
En el actual curso escolar 2017-2018, por ejemplo, de un plan de 82 712 plazas solo se cubrieron 66 010, según fuentes de la dirección de Ingreso y Ubicación laboral del Ministerio de Educación Superior. El desinterés principal es hacia las carreras agropecuarias, pedagógicas y de Cultura Física, con 65, 55 y 73 por ciento, respectivamente, de cobertura. En las ciencias técnicas, económicas, sociales y humanísticas el plan se cumplió por encima del 95 por ciento, mientras en las ciencias médicas y naturales y exactas estuvo por encima del 90 por ciento.
El preuniversitario, como su nombre lo indica, tiene como objetivo ser un paso previo para seguir estudios en la universidad. Si bien todos los que culminan el grado 12 no aprueban los exámenes de ingreso, algunos ni siquiera se presentan, en la mayoría de los casos porque saben que no podrán acceder a la carrera que prefieren.
En los últimos años se han aplicado acciones para potenciar la incorporación de estudiantes con resultados destacados en el preuniversitario a las carreras pedagógicas y de ciencias básicas, las cuales se encuentran entre las más necesarias para el país.
En el curso en marcha ingresaron a carreras pedagógicas 1 370 estudiantes que realizaron el 12 grado en las universidades y 382 ganadores en los concursos nacionales y provinciales de conocimientos. Además, accedieron a carreras del grupo de las ciencias básicas 41 estudiantes de la preselección a las Olimpiadas Internacionales, 21 ganadores de concursos nacionales y provinciales y 21 que hicieron el 12 grado en las universidades.
Otra medida que se inserta en el actual proceso de ingreso es que los aspirantes al Curso Regular Diurno que aprueben los exámenes de ingreso y no alcancen carrera, así como a los que desaprueben alguno de los exámenes, se les ofertarán plazas del Curso por Encuentros de perfil pedagógico que no hayan sido cubiertas. En esos casos, la asignatura que el alumno suspendió en prueba de ingreso deberá ser aprobada durante el transcurso del primer año de la carrera.
El asunto de las profesiones es complicado, pues elegir a la que vamos a dedicar una buena parte de la vida se convierte en ocasiones en un rompecabezas con muchas mediaciones.
Pero mientras no pocos desechan las carreras universitarias en oferta la desprofesionalización acrecienta sus grietas, y el rompecabezas deja de ser entonces personal para ser de la sociedad, cuyo vigor dependerá siempre de llenar esos pupitres vacíos.