Vivimos en la era de la incertidumbre. Hay más preguntas que respuestas. Más dudas que certezas. Navegamos a la deriva en la tercera margen del río. Abandonamos la primera, la modernidad, con sus sólidos paradigmas filosóficos y religiosos, y todavía no sabemos cómo se configurará la segunda, la posmodernidad.
Después de años duros, en que parecía que el neoliberalismo había venido para quedarse en Latinoamérica, fuerzas populares lograron construir programas de gobierno antineoliberales, ganar elecciones y protagonizar los años más virtuosos de nuestra historia, en algunos de nuestros países.
Con referencia a las últimas elecciones que hace solamente unos días se llevaron a cabo en Venezuela, hay que recordar aquello que dice «haz lo que yo digo, no lo que yo hago». Los que se hacen llamar ellos mismos como «la comunidad internacional» están que rabian por el hecho de que el Gobierno venezolano haya convocado a unas presidenciales, las haya realizado y que además, las haya ganado.
Es saludable publicitar las legislaciones y todo lo que se haga en función de prevenir e instruir para la buena convivencia, pero es vital acabar de ponerle el cascabel al gato.
Acaso lo mejor de ellos es que te hablan diáfano y directo, que miran a los ojos con viveza y que han pasado su existencia en la humildad suprema, sin darse «bombo y platillo».
SANCHO Panza y Don Quijote, junto con los huesitos llenos de gloria de Don Miguel de Cervantes, debieran estar a la expectativa dondequiera que estén en el paraíso de las letras hispánicas. Porque detrás de la polémica vista en días recientes sobre la eliminación del Español de las pruebas de ingreso a los institutos vocacionales de ciencias de exactas, lo que se aprecia en el debate nacional son cuestiones más profundas, entre ellas la defensa de los cubanos de uno de los pilares de su identidad: el idioma.
Dicen que primero se descubre a un mentiroso que a un cojo, y es verdad. Hay personas que tienen la maña, también la manía, de decir mentiras una tras otra. Son mitómanos, o sea personas enfermas, que no pueden dejar de mentir. Hay veces que lo hacen sin necesidad. En algunas ocasiones no ocultan nada y sin embargo mienten. Personalmente, he conocido a varias personas que han padecido de ese mal y realmente lo que me han dado es lástima, lo que se llama pena ajena. Afirman cosas que simplemente son inciertas, y aún sabiendo que no es verdad lo que están diciendo, no se pueden aguantar y lo afirman.
Aquí y allá, en establecimientos comerciales de carácter privado se extiende, como por onda expansiva, el uso de anuncios en inglés. Esa presencia comienza a invadir el espacio público. En estas circunstancias, es imprescindible recordar que el español constituye la lengua oficial en nuestro país. Portadora de identidad, componente esencial de nuestra cultura, integra los factores constitutivos de la nación soberana. Por demás, la ley impone la exigencia de su cumplimiento obligatorio por parte del conjunto de los ciudadanos.
«Quédate a comer con nosotros», me dijo la madre de mi amiga y fue una bendición escuchar esa invitación, porque queríamos seguir trabajando hasta tarde. Nos concentramos en lo que hacíamos, pero estuve pendiente de la hora porque por lo general el horario de la comida es similar en todas las casas, y hubiera sido una descortesía comer después, a solas.
Cualquier detalle puede situarnos en el «banquillo de los acusados» dispuesto por los esquematismos sociales: un cromosoma de más, la imposibilidad de percibir la luz, el silencio rotundo o las torpezas de la voz, los claroscuros de la piel, una inclinación sexual inesperada, las fronteras entre una y otra creencia religiosa, un gesto más suave o más rudo, tal vez la frase equivocada…