Dicen que primero se descubre a un mentiroso que a un cojo, y es verdad. Hay personas que tienen la maña, también la manía, de decir mentiras una tras otra. Son mitómanos, o sea personas enfermas, que no pueden dejar de mentir. Hay veces que lo hacen sin necesidad. En algunas ocasiones no ocultan nada y sin embargo mienten. Personalmente, he conocido a varias personas que han padecido de ese mal y realmente lo que me han dado es lástima, lo que se llama pena ajena. Afirman cosas que simplemente son inciertas, y aún sabiendo que no es verdad lo que están diciendo, no se pueden aguantar y lo afirman.
Donald Trump, el presidente de Estados Unidos, es una de esas personas. Es un redomado mitómano que miente todo el tiempo. Muchos medios de prensa de este país se han encargado de sacar las mentiras del primer mandatario a la luz pública. Los comediantes de la televisión se burlan de él, lo hacen todas las noches en sus programas. El hombre es el hazmerreír de los chistes nocturnos.
Hace unos meses, los reporteros que lo acompañaban en el avión presidencial le preguntaron directamente sobre un pago efectuado en su nombre por su abogado personal a una actriz de películas pornográficas y el negó rotundamente que supiera algo de dicho acuerdo. Es más, les dijo a los reporteros que le preguntaran a su abogado. Pero es que ahora el mentiroso acaba de ser descubierto. Él mismo admitió, hace apenas unos días, en una declaración jurada, que había desembolsado los $130 000. El no haberlo declarado el año pasado es simplemente un acto criminal. ¿Qué pasará?
La actriz conocida por el nombre de Stormy Daniels había tenido, hace años atrás, un romance con el entonces millonario Donald Trump, cuando este no tenía ni la menor intención de aspirar a la presidencia de Estados Unidos. Según afirma la Daniels, en aquella ocasión tuvieron relaciones sexuales y por ello y para que no saliera a la luz pública, el abogado de Trump llegó a un acuerdo con ella y le hizo un pago de $130 000 para que no hablara de lo que había ocurrido entre ella y su cliente. No quería Trump que se supiera que, apenas tres o cuatro meses después de que su esposa diera a luz a su hijo, él la había engañado y nada más y nada menos que con una actriz porno.
Cuando ocurrió el encuentro entre ambos, era solo un problema de índole personal, pero cuando se llevó a cabo el acuerdo y el pago, ya era un problema mayúsculo si se llegaba a conocer, ya que, a solamente días de las elecciones presidenciales de 2016, un escándalo de tal tipo y en aquel momento quizá hubiera borrado todas las posibilidades de que ganara la presidencia.
El que hasta hace muy poco era el abogado personal de Trump, Michael Cohen, más que abogado era su arreglador de problemas. Es un abogado que solo tenía de cliente a Trump y quizá a uno o dos más.
Cohen, desde hace tiempo, estaba en la mirilla del FBI hasta que, hace más o menos un mes, estas autoridades lo levantaron por la madrugada del cuarto del hotel donde se estaba alojando, y además, se metieron en su oficina y en su casa particular. El FBI se llevó consigo cuantos teléfonos, computadoras y documentos encontró en los tres lugares. El caso ahora es investigado por la Fiscalía del estado de Nueva York. Pero ese no es el único problema que afronta el Sr. Cohen. El abogado que representa a la actriz pornográfica en todos estos bretes judiciales hace solo unos días ha sacado a la luz toda una serie de transacciones bancarias y videos del exabogado presidencial que ha puesto el caso al rojo vivo.
Resulta que Michael Cohen, desde hace poco más de un año, ha estado recibiendo millones de dólares de personas y corporaciones, en apariencia, por vender accesos o formas de influir al Presidente.
Un oligarca ruso, la compañía AT&T, una corporación biofarmacéutica norteamericana y otra de aeronáutica coreana han sido algunos de los clientes que le han pagado esos millones a una extraña compañía anónima cuyo único empleado y dueño es el exabogado presidencial.
Esto no ha sido un cuento ni una manera de tratar de desprestigiar al abogado o al presidente, los mismos que han pagado han confirmado los pagos y el porqué lo hicieron. Es como si en las oficinas de Cohen o en su página web hubiera un letrero que dijera: «Se venden influencias con el Presidente Trump».
Claro que, ahora, la pregunta que se cae de la mata y que la prensa norteamericana quiere saber es si el abogado se quedaba con todo el dinero o repartía con su cliente. La prensa en general, que ha estado llevando la cuenta de las mentiras del Presidente y que afirma que hay un vacío moral en la Casa Blanca, no puede creer que Donald Trump, el cliente, no supiera lo que estaba haciendo Michael Cohen, su abogado. Y yo tampoco lo creo.