Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Talento local

En cada punto de este archipiélago hay campeones y artistas (consagrados o en ciernes)

Autor:

Reinaldo Cedeño Pineda

Puedo decirlo de manera figurada y también de manera literal, orgullosamente, que he tocado a Cuba del Cabo a la Punta, de San Antonio a Maisí, de La Máquina a Sandino. Y que no me ha faltado la hermosa Isla colgada al sur, esa que se dice «de la Juventud», pero que todos quieren «de Pinos».

Si tuviera una motocicleta saldría de recorrido, como Ernesto Guevara y Alberto Granado hicieron en su momento por Sudamérica. Me iría por los pequeños poblados de mi país, por el asfalto y por la tierra, a calibrar las historias de amor y pertenencia, las historias de angustia y resistencia que te aparecen por doquier.

Lo pequeño esconde siempre un latido grande.

Me adentraría por los sitios casi ignorados, casi perdidos, fuera de los focos habituales. La patria chica de muchos. Esos saberes y esos cantos han sido arrinconados tantas veces por la sucesión de hechos considerados «más relevantes», trozos de películas repetidas, en los mismos sitios y con similares actores.  

En cada punto de este archipiélago hay campeones y artistas (consagrados o en ciernes), ejemplos de personas que han apostado a lo suyo (y a los suyos) con limpieza, con virtudes. Padezco cada vez que leo en determinado contexto la frase de «talento local», como un comodín, como un adjunto, como un papel de reparto, como los «y otros» de los que alguna vez hablara Enrique Núñez Rodríguez.

A los creadores que caminan por nuestras mismas calles, que padecen nuestros rigores, que pese a todo nos estremecen y mejoran, no podemos escamotearles ningún reconocimiento. No permitamos que se nos entristezcan, que otros descubran lo que tenemos ante nuestros ojos. Hay que remover la sentencia, hay que ayudarles a profetizar en su tierra. «Es cobarde quien ve el mérito  humilde, y no lo alaba», escribió nuestro Héroe Nacional. Perdóneseme que vuelva, una y otra vez, a la frase martiana.

Esos creadores tienen rostros y trayectorias. Necesitan ser nombrados, necesitan ser parte. Necesitan estrategias y proyectos que los justiprecien en pos de abrirles el espacio merecido. Necesitan que se asuma una real conciencia de nación, fuera de cualquier consignismo barato.

Los talentos no se definen por las veces que salgan en pantalla, por la cantidad de descargas que tengan en una plataforma digital dada. Los talentos son por esencia calidades, no cantidades. Hay que separar el trigo de la paja, no hay que dejarse nublar; sin olvidar, eso sí, que vivimos en la época de la interactividad y que hoy resulta medular saber gestionar los procesos de comunicación.

La historia regional y local, por suerte, se ha abierto paso. Los historiadores son nuestros guardianes. Sus páginas han llegado para aquilatar los valores que se nos escapan, las memorias que se nos ocultan; para completar o enmendar esas narraciones que tradicionalmente han contado un país, demasiado centradas en la capital o en los núcleos de mayor población.

Cuando la localía sea materia de orgullo y no de menoscabo, cuando se comprenda que cada territorio es un eslabón imprescindible de la patria mayor, cuando una parte no invisibilice a la otra, cuando valgan todos los tonos y todos los colores; tendremos justo lo que necesitamos, un mejor país.

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