«¿Qué haces ahí muchacho?», le preguntó a mi hijo Jorgito una periodista extranjera al verlo en uno de los colegios electorales el pasado año. Como en otras ocasiones, mi pequeño había acudido bien temprano, vestido con su uniforme de pionero, a custodiar las urnas el día de nuestras votaciones.
Gracias… Aunque suene extraño, esa es la palabra que más he dicho en las últimas semanas; no tornado, escombro o apagón. A mi casa en Regla y a nuestros celulares o por Facebook, se han reportado centenares de personas de todo el país —y hasta de otros— ofreciéndose para lo que haga falta.
No lo conozco personalmente. He seguido sus pasos a través de su modo de obrar y sus publicaciones. Recién lo escuché en el espacio de la Mesa Redonda de nuestra Televisión. Compartimos, en lo fundamental, nuestras preocupaciones sobre el mundo contemporáneo y el enfoque de los problemas de la educación, situados a contracorriente de las tendencias dominantes en la actualidad.
Porque nuestra Constitución emana de la autoridad soberana de su pueblo, por el presente y el futuro, nuestro colectivo dejó constancia, a través de JRTV, de que se suma al sentir general de respaldo a la nueva Carta Magna, con el Sí en el referendo del 24 de febrero.
Somos muy dichosos cuando nos encontramos un mensaje como el que desde hace unos días le ha dado la vuelta al mundo en las redes sociales, tras el potente tornado que azotó a nuestra Habana. Son muchos los íconos de aquella noche límite y también los que en estos casi 20 días se han levantado gracias a la sensibilidad, el amor y la generosidad.
Más de ocho millones de cubanos con derecho al voto estamos convocados para participar en el referendo constitucional.
La revolución cultural iniciada en 1868 tiene continuidad en los sentimientos de patriotismo y dignidad del pueblo cubano, que es consciente de los desafíos actuales en el complejo contexto de nuestra lucha. Esta requiere estudios sistemáticos, rigor, discernimiento, mantener activo el pensamiento con ideas, argumentos y valoraciones en defensa del ideario socialista.
Para algunos cubanos el silencio parece haberse convertido en una excentricidad, en un error que se debe subsanar, en un lugar remoto al que no podremos llegar. Por eso, si encuentran un lugar donde este reine, lo tratan de apalear, destrozar, pisotear, extirpar. El silencio no forma parte de nuestra identidad, piensan.
A más de 360 kilómetros de La Habana, la noche del pasado 27 de enero transcurrió tranquila. Solo se espabiló al iluminarse toda por miles de antorchas y la energía juvenil. Mas no terminó así para todas las personas. Las noticias vuelan. Un vendabal de angustias corrió con inmediatez a lo largo y ancho de la Isla.
Hace 80 años España agonizaba. Era el preludio de la Segunda Guerra Mundial. Hitler medía sus fuerzas ante la pasividad de las potencias occidentales, refugiadas en una neutralidad que, en la práctica, constituía una complicidad vergonzante con el fascismo en expansión.