Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

#FuerzaHabana

Autor:

Lisandra Gómez Guerra

A más de 360 kilómetros de La Habana, la noche del pasado 27 de enero transcurrió tranquila. Solo se espabiló al iluminarse toda por miles de antorchas y la energía juvenil. Mas no terminó así para todas las personas. Las noticias vuelan. Un vendabal de angustias corrió con inmediatez a lo largo y ancho de la Isla.

Facebook, ese espacio de socialización ya común para muchas generaciones, tuvo la primicia. Múltiples voces se alzaron. Posts desde diferentes puntos de la geografía habanera alertaban de que una fuerza sobrenatural había echado abajo una gran parte de la capital.

Vientos. Lluvia estrepitosa. Sirenas. Desesperación en las calles. Pitos desafinados. Imágenes inquietantes aparecían por quienes, tal vez, ni conocían con exactitud que un pedazo de la bella Habana, en poco menos de 16 minutos, yacía bajo los escombros.

Luego subieron las primeras fotos. Autos volcados. Tendidos eléctricos destruidos. Escombros. Árboles con las raíces desnudas. Desaparición de objetos. Tristeza. Mucha tristeza se hizo viral en un momento.

La naturaleza se empecinó en destruir todo cuanto encontró en más de 11 kilómetos. Una fuerza arrolladora dejó una trocha. Los colores volaron. La desolación se aplatanó. Las sonrisas se apagaron. La noche se hizo eterna…

Y junto con esas estremecedoras imágenes se mantuvieron en vela muchas otras personas de Cuba. Desde los diferentes escenarios informativos se aferraron para conocer minuto a minuto qué sucedía. A este país no hay quien le quite el primer lugar en la solidaridad y amor por el prójimo.

La Habana jamás estuvo sola. Desde todos los rincones del archipiélago y un poco más allá acompañan, desde entonces, el palpitar de cientos de seres humanos que se crecen ante el paso arrollador de un tornado.

Pero las imágenes devastadoras en la red de redes encontraron su perfecta contrapartida. Un rescastista con un recién nacido en brazos. Jóvenes universitarios alzando un poste. Artistas limpiando. Linieros de diferentes provincias regalando luz. Múltiples historias que narran su propios minutos bajo los azotes de la recuperación…

Textos multimediales con vocablos, sonidos, luces y encuadres perfectos. Por eso prefiero quedarme con ellos, aunque resulte imposible borrar  de nuestras memorias lo sucedido.

Esa es mi verdadera Cuba. Una nación que alcanza mayor velocidad cuando de recuperación se habla, que los 42,5 kilómetros por hora de velocidad promedio del fenómeno meteorológico de ese domingo.

Un orgullo que no me cabe en el pecho al leer las múltiples iniciativas que llegan a la red de redes. Donaciones desde instituciones y a título personal. Convocatorias de artistas, noveles y consagrados, para compartir escenarios de cooperación con quienes más lo necesitan. Pasos al frente de cientos de profesionales y estudiantes para ayudar, a pesar de sus propias dinámicas.

«Nos vemos en Luyanó, Regla, Guanabacoa…»… «Aquí estamos para tender nuestros brazos»… «Confianza, dejaremos limpio todo el barrio»… Son algunas de las frases más populares por estos días en Facebook, ese otro mundo que estrecha distancias.

Justo ahí están también los amigos del otro lado del mar. Los que no han creído en las tontas noticias foráneas que triplican el número de fallecidos y disminuyen el apoyo gubernamental. Ayudan con expresiones esperanzadoras    y extienden donativos necesarios.

El tornado de 16 minutos se empeñó en deslucir a La Habana, justo en su aniversario 500. Sabe que no está sola. Después del túnel miles de abrazos se levantan y apoyan. Lo conoce el mundo. #FuerzaHabana no es una simple etiqueta.

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