Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El niño, los juguetes y un mensaje

Autor:

Yuniel Labacena Romero

Somos muy dichosos cuando nos encontramos un mensaje como el que desde hace unos días le ha dado la vuelta al mundo en las redes sociales, tras el potente tornado que azotó a nuestra Habana. Son muchos los íconos de aquella noche límite y también los que en estos casi 20 días se han levantado gracias a la sensibilidad, el amor y la generosidad.

Fue en la Fábrica de Arte Cubano —uno de esos sitios donde se recopilaron donaciones para entregar a los damnificados— donde apareció, en medio de las cajas y bultos, una bolsa con juguetes que traía adentro una conmovedora nota: «Mi donación para un niño que lo haya perdido todo por el tornado. Espero que seas feliz con esto como lo he sido yo».

La foto y el mensaje publicados en el perfil de Facebook de la joven artista Tania Haase Solórzano es un gesto conmovedor, que de paso demuestra que cuando se es educado en los sentimientos desde que uno comienza a asomarse a este mundo, entiende que ayudar a los demás no solo hace bien a ellos sino también a uno mismo.

Hasta ahora no sabemos el nombre del pequeño que escribió de su puño y letra el texto, tampoco el de quien lo recibió junto a los juguetes. Lo que sí podemos estar seguros es de que en ese regalo viajó la felicidad a más de los 300 kilómetros por hora en que lo hicieron los vientos del torbellino que afectó a parte de una ciudad real y maravillosa. Ternura y delicadeza son las palabras que mejor pueden definir esa escena.

Estoy seguro de que el niño de esta historia ha enviado su obsequio como quien se desprende de algo muy grande y valioso, sobre todo si valoramos lo que implica un juguete para los más pequeños como medio de distracción y de entretenimiento, y especialmente afectivo.

Cómo no recordar ahora al Apóstol y aquellas palabras suyas en La Edad de Oro, cuando escribió: «El niño ha de trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede hacerse hermoso aunque sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso. Pero nunca es un niño más bello que cuando trae en sus manecitas de hombre fuerte una flor para su amiga o cuando lleva del brazo a su hermana, para que nadie se la ofenda...».

En este caso no es una flor, pero es una preciosa manifestación de desprendimiento que, aunque por su carácter anónimo no logrará la conquista de un nuevo amigo, si ayudará a que renazca la sonrisa y la esperanza de otro niño.

Es inevitable emocionarse viendo cómo crece el amor de una criatura, que parecería «inocente» al dolor y el sufrimiento ajenos. Delicada lección nos dejan ese pequeño y su familia. Como nos canta Carlos Varela: «Él sabe que eso no son grandes cosas, pero son sus sueños, esos pequeños sueños que también ayudan a vivir».

Dicho con ideas del escritor, pedagogo y filósofo suizo francófono Jean-Jacques Rousseau, lo que uno ama en la infancia se queda en el corazón para siempre.

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