Lejos estaban de imaginar los fundadores de la Unión de Jóvenes Comunistas, en aquel 1962 de amenazas nucleares, milicias y sueños de progreso, que casi 60 años más tarde el futuro de la organización y el socialismo cubano estaría relacionado con un mundo intangible y virtual llamado Internet.
No escribo en primera persona por vanidad. Es por la convicción profunda de no ser portadora de toda la verdad. Aspiro apenas a transmitir una experiencia de vida acumulada a través de un largo tránsito de años, movida siempre por una necesidad de entender que me seguirá acompañando hasta el último aliento. A diferencia de otros, que recibieron el regalo de la identidad al llegar al mundo, por haber nacido en otras tierras tuve que conquistarla. Me fue entrando por los poros, junto al idioma hasta entonces desconocido, en el barrio, en la escuela, en el entorno de mi padre, caracterizado por la voluntad común de hacer un país mediante la solitaria tarea de creación y el incesante debate sobre asuntos de la sociedad y de la política. Con el andar del tiempo, recorrí el devenir de nuestra historia, me acerqué al estudio de las artes y las letras. Había acumulado información, pero me faltaba mucho por descubrir.
Todo parecía perdido. Todo parecía hundirse y que diez años de lucha, repletos de sacrificios terribles, se convertirían al final en un impulso sin sentido. Semanas antes de aquel marzo de 1878 se había firmado la capitulación, suavizada con el nombre de pacto, en una finca del Camagüey llamada Zanjón.
Esas manos nuestras, vitales para la existencia, son las mismas que pueden ocasionarnos, silenciosamente, sin la más mínima señal, una enfermedad que puede terminar en el nunca jamás.
El gran final de la novela Entrega fue, definitivamente, un gran comienzo. Una necesidad social. Un impulso indispensable a enlazar nuestras raíces con el presente y el futuro. Fue una inyección de sensibilidad, humanismo y cubanía.
He estado tres veces en Cuba este inicio del año, al servicio de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). El país está seriamente afectado por el bloqueo estadounidense, agravado por la política agresiva de Trump. Faltan gas de cocina y combustible para vehículos. Los barcos mercantes están amenazados de sanciones si viajan a Cuba para descargar sus contenedores. Todos los vuelos de EE. UU. a la Isla están suspendidos por orden de la Casa Blanca, excepto los que aterrizan en La Habana.
Ocurrió hace tiempo. Circulaba todavía por las calles de La Habana el ómnibus M7. Un chofer acudió al siquiatra. La sintomatología preocupante consistía en sentir un irresistible deseo de aplastar, como si fueran cucarachas, a los minúsculos polaquitos. Acrecentado su poder personal por la dimensión del vehículo a su cargo, la reafirmación machista, habitual en el vivir cotidiano, se manifestaba en términos de violencia.
Mi amigo sordomudo Albertico no imagina cómo lo extrañé este martes en el Palacio de Convenciones de La Habana. No sabe cómo lo necesité. Te lo estoy diciendo ahora, Albertico: tenías que haber estado allí para no «quedarme en blanco» ante tanto movimiento rápido de las manos, tanto gesto del rostro desconocido para mí… ¡Cuántas palabras y frases que no me enseñaste! Hablábamos, cuando niños, de nuestras madres, de mi abuela —que era como la tuya—, de tu hermana —que es como si fuera mía—; pero me faltó curiosidad para aprovechar más eso que algunos llaman tu «discapacidad» y entender en profundidad «tu lenguaje» antes de que la vida nos alejase geográficamente.
Desde que el 1ro. de enero de 1959 el Ejército Rebelde entró triunfante en La Habana para implantar un proyecto social de los humildes, por los humildes y para los humildes, los enemigos de la Revolución han insistido en quebrantar los cimientos que le sirven de sostén, y para ello han recurrido a los métodos más perversos. Solo que, a la manera de un bumerán, cada arremetida se vuelve en su contra y aglutina más al pueblo en torno a sus líderes.
Las últimas medidas adoptadas para ampliar y dinamizar las ventas en Moneda Libremente Convertible (MLC), vienen a ratificar la importancia del comercio interno en la recuperación económica del país. Y cuando nos referimos a esa actividad pensamos no solo en las (no todas) embellecidas tiendas en divisas, sino en el más amplio e importante diapasón que tiene, y debe tener aún más, esa actividad en la sociedad cubana actual.