Esas manos nuestras, vitales para la existencia, son las mismas que pueden ocasionarnos, silenciosamente, sin la más mínima señal, una enfermedad que puede terminar en el nunca jamás.
Obvio, las peligrosas jamás resultarán aquellas que realizan las mil y una funciones para beneficio nuestro, sino la manera, correcta o desatinada, de usarlas cada persona para sus necesidades cotidianas.
Las manos pueden ser el medio letal expedito para transmitir diversas enfermedades, realidad sobre la que se ha alertado hasta la saciedad en nuestro país sin que la mayoría acabe de asimilar, cabalmente, la archiconocida expresión de que higiene es salud.
Lo peor deviene en que todavía estando delante de nuestros ojos el peligro, procedemos tontamente como lo más natural de este mundo. ¿Ejemplos?
¿Quién no ha visto los fallos en la norma de manipulación de comestibles, hecha esta con las manos sucias, esas de los estrechones a los amigos en plena venta, del manejo del dinero y de recoger lo que cayó al suelo sin pasarlas, después, por agua y jabón? Como si fuera poco también delante de nuestras narices aflora la deficiente higiene en determinados lugares de comercialización y, para colmo, se nota, a veces, hasta en los propios manipuladores.
Es más: resulta excepcional ver a un vendedor de alimentos lavarse las manos, una acción higiénica que debe ser constante.
Lo narrado lo refrenda, para que se tenga una idea exacta de lo vital de una mirada clarividente antes de comprar y comer, que entre las multas impuestas o servicios paralizados por incumplimiento de las normas higiénico-sanitarias figuran esas irregularidades que están a la vista de los clientes.
Vale traer de vuelta ese recordatorio en instantes en que la Organización Mundial de la Salud, entre otras medidas, recomienda para protegerse y prevenir la propagación del coronavirus lavarse las manos a fondo y con frecuencia, usando un desinfectante a base de alcohol o con agua y jabón. Además de evitar tocarse los ojos, la nariz y la boca.
Resulta evidente que hasta ahora una gran mayoría tampoco acaba de percibir la gravedad de no lavarse frecuentemente las manos, más aun los manipuladores de alimentos y sus comercializadores.
Pero en la circunstancia actual, mientras la ciencia y los tratamientos médicos tratan y logran ir cerrando el paso al nuevo coronavirus, a cada uno nos toca asumir con exquisitez lo fijado para la prevención, porque puede estar en juego hasta nuestra propia vida.
Hay que envainar ese proceder maligno de la falta de higienización de las manos, y asumir una postura responsable e inteligente para evitar exponernos mansamente.