Las últimas medidas adoptadas para ampliar y dinamizar las ventas en Moneda Libremente Convertible (MLC), vienen a ratificar la importancia del comercio interno en la recuperación económica del país. Y cuando nos referimos a esa actividad pensamos no solo en las (no todas) embellecidas tiendas en divisas, sino en el más amplio e importante diapasón que tiene, y debe tener aún más, esa actividad en la sociedad cubana actual.
Glosando la opinión de distintos expertos, reactivar la productividad nacional nunca será posible sin una dinamización del consumo interno. La propia vida, en especial la acentuación de la política de enfrentamiento del Gobierno de Estados Unidos, trajo la actividad minorista como un instrumento eficaz para retener e inyectar un nivel de capitales, cuya tendencia en los últimos años era a salir del país.
Sin embargo, en la Mesa Redonda dedicada recientemente a este tema, llamaron la atención las observaciones hechas por varios directivos, en el sentido de que uno de los conflictos iniciales de esta experiencia estuvo en los productos agotados con mucha rapidez ante una demanda que se comportó por encima de lo esperado. Para decirlo en otras palabras: los demandantes sorprendieron a los ofertantes en sus necesidades y, lo más significativo, en su capacidad adquisitiva.
Tal entuerto no es para nada nuevo. Recordemos que, hace ya unos años, al iniciarse las primeras ampliaciones de ofertas para la adquisición de líneas móviles en manos de la población, los niveles de concurrencia a las oficinas comerciales de Etecsa desbordaron la capacidad de atención al público. El hecho, por consiguiente, se tradujo en colas bien nutridas durante varias jornadas. Entrevistada por la televisión, una directiva reconoció: «Hicimos estudios de mercado; pero la demanda realmente superó las expectativas».
A los pocos días, un profesor de Economía de la Universidad de Ciego de Ávila sonreía al hacerme una pregunta: «¿Hicieron realmente un estudio de mercado?». En un comentario anterior (La demanda desconocida, 15 de enero 2020) expresábamos que uno de los serios problemas de la economía cubana, sobre todo en la esfera de los servicios, consistía en actuar bajo desconocimiento de las necesidades y posibilidades de los consumidores.
Como continuación de esa tesis, hoy pudiéramos afirmar que el soslayamiento de ese tema posee implicaciones de todo tipo para el país. Por extensión a ese criterio, no sería aventurado decir que la fuga de capitales vivida hasta la apertura de las tiendas en MLC se debió, entre otros factores, a no haber canalizado una demanda que —comprobado está desde hace mucho tiempo por economistas— no desaparece por decretos u omisiones, sino que busca los cauces para alcanzar su satisfacción, aun cuando estos sean los de sumergirse en el mercado negro.
Una prueba, entre tantas, se puede ver en los circuitos «alternativos» de comercialización que se aprecian en las redes sociales, donde llega a ofertarse todo lo que se vende en las tiendas, y algo más. También en la actividad importadora realizada por el sector de quienes tienen la posibilidad de viajar, cuyos niveles de atención y búsqueda de mercados y necesidades de los clientes llegan a ser personalizados.
Se pudiera decir, con serios elementos de razón, que esos fenómenos se deben a una situación económica que limita la satisfacción completa de la demanda. Y es cierto; pero también es real que esos conflictos se aprecian en zonas de la actividad comercial que se encuentran más potenciadas.
Conocer las necesidades, e incluso llegar a predecirlas, se ha convertido en una disciplina dentro de las ciencias económicas, y en no pocas ocasiones llega a ostentar el grado de arte por la exactitud que alcanza.
Por su nivel científico, Cuba se encuentra en condiciones de rebasar los frenos productivos que implica la omisión de la demanda. Usemos, pues, ese potencial para no seguir tropezando con la misma piedra. Porque, oigan, bastante molesta que es.