Que Saddam Hussein tenía la malévola intención de lanzarle un misil a Londres ¡en un santiamén! era pan comido en Downing Street número 10 (sede del gobierno británico), en aquellos peligrosos días iniciales de 2003. La «evidencia» era abultada, y al primer ministro de entonces, Tony Blair, no le temblaría la voz para llamar a la guerra.
Si algún pronosticador político hubiese dicho que los demócratas perderían el asiento que ocupaba Edward Kennedy en el Senado de los Estados Unidos, de lo menos que lo hubieran tachado hubiese sido de ingenuo. Muy pocas eran las posibilidades para que la candidata por el partido de gobierno, Martha Coakley, perdiera.
Las personas y las cosas se conocen por un nombre y también por dos o tres más que resultan sus sinónimos. Sinónimos que no cambian la esencia del objeto o de la persona. Eres quien eres aunque te llames Francisco y te digan Pancho. Eso está claro. Pero otras veces el equívoco nos burla, se ríe de nuestra irreflexiva imaginación, de nuestra escasez de perspicacia. Al parecer, asumimos una conducta acomodaticia, escurridiza, un estar quieto para ver qué pasa.
Con los altos mandos militares perdonados, el día antes, por la «justicia»; recién promulgada la amnistía para todos los que violaron la ley y la vida como protagonistas del golpe, y con Manuel Zelaya terminando su mandato camino a República Dominicana, Porfirio Lobo asumió, seguramente aliviado, el mando de un país donde la cuestionada institucionalidad sigue bregando por demostrar que la vida «se normaliza».
Siempre los cubanos le hemos dado gran relevancia a la conmemoración del natalicio del Apóstol. Es una tradición que nos viene de la Escuela cubana, de los maestros y de muchas figuras intelectuales y políticas que mantuvieron vivo y actuante su pensamiento entre nosotros. Hoy la tiene más que nunca antes, pues la humanidad está en una crisis de civilización que por primera vez, en la dilatada y compleja historia del hombre, amenaza con provocar la muerte de nuestra especie. El pensamiento martiano y el método electivo de la tradición cultural cubana se han convertido en un referente indispensable para abordar esa crisis.
Un individuo intenta hacer explotar una bomba en un vuelo desde Ámsterdam, Holanda, a Detroit, EE.UU., y es valientemente interceptado (¡tadánn!). Pero no antes de subir al avión, sino en pleno vuelo. Y no por los agentes de seguridad, sino por… un pasajero holandés. De no ser por él, muy distinta hubiera sido la Navidad de muchos…
La guagua nos vapulea. Ese P-4 repleto, como siempre, parecía querer escupirnos a todos. Apiñados, los viajeros tratamos de avanzar. Nunca alcanzo a sostenerme, pero como en la mayoría de las ocasiones, tampoco hace falta.
Si, de súbito, desaparecieran todas las cuestiones obvias que jamás debían ocurrir —y sin que para ello tengamos que invertir ni un centavito—, la existencia sería más grata, con más calidad de vida, desprovista de esos sinsabores cotidianos a los que nos enfrentamos.
Sin su acostumbrado glamour, el Latinoamericano recibió ayer el duelo Industriales-Pinar del Río, un clásico del béisbol cubano. Ambos equipos luchan por clasificar para la postemporada, pero hace falta mucho más para llenar los estadios.
Al verla por vez primera, creí de súbito que llovía afuera. Su cabello empapado refería un torrencial aguacero, mas su seco uniforme de colegiala contradecía mi suposición. «Debe estar en natación entonces», pensé basando mi lógica en la anterior parada del ómnibus, la de la Ciudad Deportiva. Además, recién caía la noche, hora frecuente para culminar muchos entrenamientos en varias disciplinas deportivas infantiles.