Como los manifestantes que demostraron su poder «persuasivo» cuando se movilizaron en Argentina contra la posibilidad de que la cárcel agravara la injusta sanción contra Cristina Fernández, también la fuerza de las bases populares ha hecho lo suyo en Colombia, salvando la distancia que separa a dos situaciones distintas.
No sabe cuánto tiempo permaneció inconsciente. Recuerda la carretera, un destello, claxon y frenos lacerando los oídos, el choque, silencio profundo. Cuando palpa la fuente del dolor punzante, un río tibio y oscuro se le escurre entre los dedos. La debilidad vuelve a cerrarle los ojos.
EL ICE (Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos) se ha convertido en la Gestapo de Donald Trump, la ha responsabilizado de la protección de su régimen de supuestos enemigos, raciales y políticos. Como la de Hitler, dispone de informantes, vigilancia, allana domicilios, centros laborales, escuelas y encierra en prisiones privadas en EE. UU. a quienes quiere deportar, incluso a cárceles brutales como la de Bukele en El Salvador o en el campo de concentración de la ilegal Base Naval, en territorio secuestrado a Cuba en Guantánamo.
JURO que me quedé atónita. Aquella mujer defendía a ultranza más megas para su nieta, nada más y nada menos que para emplearlos en el chat GPT, sí, porque en la secundaria le ponían muchas tareas y la única manera de hacerlas todas era valiéndose de una herramienta que, dicho sea de paso, hace todo el trabajo por uno, sin que medien razonamientos, contrastes de fuentes o la inteligencia humana.
Saña xenófoba contra los inmigrantes, arrebato irracional contra los adversarios políticos, manipulación y mentiras descaradas para seguir controlando a su fanaticada. Quiere exaltar la superioridad que le da ser el Presidente de la nación y mantener su dominio a lo interno y en el escenario internacional. De todo eso hemos visto durante el fin de semana e inicio de esta en el actuar de Donald Trump, un narcisista maligno, por su comportamiento.
UNOS 500 manifestantes con banderas palestinas y carteles exigiendo que no se siga armando a Israel, marcan una de las notas diferentes de la Cumbre del Grupo de los Siete este año, que tiene lugar en la localidad canadiense de Calgary. Este lunes comenzó una reunión rodeada de conflictos, que difícilmente podrá eludir ese entorno.
En mi cuadra, y en casi todo el barrio, solo hay una planta. Está en casa de Ricardo, El Croma, que además tiene una paladar y una dulcería particular. Cuando se va la luz mucha gente se reúne alrededor de su casa, donde casi siempre se monta un dominó y también algunos tragos y hay hasta quien consume varias cervezas. Tal parece una fiesta.
Padres hay muchos; madres, una sola. Tú podrás tener muchos padres, pero siempre habrá una sola madre. Los padres van, las madres quedan. Cuando un padre no está, la madre siempre lo hará. Y que se lo pregunten a Franz Kafka, el de La metamorfosis, el de Gregorio Samsa convertido en escarabajo, a ese.
Llego a la casa y todo está patas arriba: en el piso hay pelotas, pistolas de cuatro colores; carros, con ruedas y sin ellas; varios soldaditos, unos mancos, otros descabezados; lápices de colorear; muñecas, lo mismo elegantes unas, que calvas, descalzas y sin ropa otras, y crayolas desde la puerta de la sala hasta lo último de la cocina. No queda trecho por dónde caminar. Tres cajas han sido volcadas a su suerte, y una mamá medio imperturbable seguramente celebra la iniciativa de que vayan tomando de aquí y de allá, de que se diviertan a sus anchas, a como dé lugar.
Me quedé con la encomienda de entrevistarla. Luego de su primera estancia en el hospital, recibí el encargo de Juventud Rebelde para dibujar, quizá en códigos octosílabos, la trayectoria de su vida. Pero decidí esperar a que se recuperara para que nos brindara su relato hasta que, hace unos días, supe que la habían internado nuevamente.