Si algún pronosticador político hubiese dicho que los demócratas perderían el asiento que ocupaba Edward Kennedy en el Senado de los Estados Unidos, de lo menos que lo hubieran tachado hubiese sido de ingenuo. Muy pocas eran las posibilidades para que la candidata por el partido de gobierno, Martha Coakley, perdiera.
El puesto había estado en manos de la familia Kennedy desde 1953 y hacía casi 50 años que lo ocupaba el hermano menor del presidente asesinado. Pero claro, como en la política de este país no hay nada escrito, lo que parecía ser un seguro triunfo, se convirtió en una bochornosa derrota y no solo para la candidata o el partido, sino también para el mismísimo Obama.
Hace poco más de un año que el presidente ganó las elecciones presidenciales en el estado de Massachusetts con un margen del 26 por ciento. Nadie se podía imaginar que la candidata de su partido fuese a perder, incluso después de haber ido él, personalmente, a participar en la campaña electoral de la misma.
Todo parece indicar que, aparte del gran descontento que existe entre los demócratas y las frustraciones de los que se llaman independientes, la señora se durmió en sus laureles. Mientras pasó las fiestas de Navidad y fin de año descansando en su casa, el candidato republicano, montado en su camioneta, recorría hasta el más lejano rincón del estado. Cuando la señora salió a hacer campaña, ya el republicano le llevaba una gran ventaja en las encuestas.
Y como en una campaña política no es lo mismo estar arriba que estar abajo, la aspirante a suceder a Kennedy tuvo que mostrar su cara más fea para tratar de salir del atolladero donde ella misma se había metido. Pero, como decían en una película mexicana, «ya era demasiado tarde».
Los que estaban seguros que Martha Coakley vencería fácilmente a Scott Brown, se basaban no solamente en los constantes triunfos demócratas para ese puesto, sino también en los números. En el estado de Massachussetts, existen 1 600 000 demócratas inscritos y 2 100 00 independientes. Solo hay 490 000 inscritos en el partido republicano. Si tenemos en cuenta que en las elecciones presidenciales de 2008 Obama le ganó por un amplio margen a McCain dentro de los llamados independientes, era de pensar que esos mismos volverían a votar por el candidato demócrata, asegurando su elección. No fue así. Aparte de las deserciones de los demócratas, el 75 por ciento de los votos independientes se volcaron a favor de Brown.
El triunfo de este hombre, que hasta hace poco era prácticamente un desconocido, pone en peligro la ya descolorida agenda del presidente Obama.
Brown ha declarado públicamente que votará en contra del desganado plan de salud del presidente, y sin el voto de este, el plan tiene muy poca posibilidad de ser aprobado. Es verdad que el partido demócrata goza de una amplia ventaja en el Senado, pero no la suficiente. De acuerdo con las reglas que rigen en ese organismo legislativo, cualquier partido ha de tener 60 votos para poder evitar las tácticas dilatorias que el otro partido le puede implantar.
Con la derrota en Massachussetts, los demócratas solo tendrán 59 votos. El plan ya había sido aprobado en ambas cámaras legislativas, pero como existen dos versiones diferentes, una la de la Cámara y la otra la del Senado, ambas tendrían que ir a lo que ellos llaman una reconciliación para buscar integrar ambas versiones en una sola, la cual tiene que volver a ser llevada al pleno de ambas cámaras, para de nuevo ser aprobada.
Por supuesto, cuando esta llegue al Senado, los republicanos empezarían el filibusterismo, lo cual consiste en hacer discursos vacíos y sin sentido por horas y horas para que nada sea aprobado. La única oportunidad racional y legal que le queda al partido demócrata para que el plan de salud del presidente sea aprobado, sería la de que la Cámara de Representantes votara íntegramente, y sin cambiarle ni una letra, la versión del Senado, cosa que parece muy difícil, ya que cuando ellos votaron su versión, hubo 33 representantes que desertaron de sus filas.
La derrota de Massachussetts, si se une con la derrota que ya tuvieron en Virginia y en New Jersey, es un mal augurio para el partido gobernante. Las elecciones de noviembre de este año pueden ser una gran debacle para el partido demócrata, el cual se caracteriza por sus divisiones internas y sus zigzagueos políticos. Hasta el presidente Obama debe estar muy preocupado por lo que ha estado pasando. Massachussetts no solo ha sido una gran derrota, sino también un gran mensaje.
Periodista cubano radicado en Miami