Era de esperarse… Después de más de dos meses con el Presidente internado en una clínica fuera del país, es muy seguro que los conflictos internos de un gigante petrolero se caldeen mucho más, y disparen incluso los precios internacionales del crudo. Es lo que sucede en Nigeria.
Ofelias es un título clave para asumir, incluso presumir el contenido de los siete cuentos, de este libro que hoy comentaré, como otras veces he hecho para evitar que esta columna sea estigmatizada con el marbete de monotemática, es decir, adepta solo a tratar absurdos o conflictos de nuestra sociedad.
TÍPICA imagen de las películas del Oeste: la de un cartel con el rostro de un villano, y al pie, el precio de la recompensa por su captura, o al menos por cualquier información sobre él. Luego, cuando por fin lo atrapan y el sheriff lo pone a oscilar como un péndulo, el delator recibe su paga.
JUNTO al espanto y al dolor lacerante, las tragedias inconmensurables dejan sustanciosas lecciones que trascienden fronteras y se instalan en nuestras realidades más próximas. Se reafirma al conocer de la bendita desesperación de los médicos cubanos por salvar todas las vidas posibles y curar heridas ante la avalancha de víctimas del sismo en la hermana Haití, en un esfuerzo sin tregua que arrastra a otros con pasaportes borrados en ejemplar batalla solidaria, mancomunada.
Es admirable —¡asombrosa!— la vigencia que conserva el ideario guevariano acerca de cómo debe ser un joven de vanguardia. Propongo esta decena de reflexiones suyas acerca del tema, convencido de que constituirá una convocatoria al autoanálisis y a la introspección.
Coralita Veloz asume la piel de sus personajes y se deja conducir por ellos, en esa enigmática travesía por la conducta humana que emprenden los actores. Pero como Coralita, el pasado domingo sobrepasó una prueba muy difícil en el programa Palmas y Cañas. Allí, ante las cámaras, no hubo técnicas, extrañamientos de Bertold Brecht o métodos de Stanislavski que la salvaran. Su corazón se desnudó súbitamente.
A pesar de ser un país obligado por EE.UU. y sus aliados a hundirse en guerra desde hace nueve años, la mayor preocupación de Afganistán no es el conflicto, ni la inseguridad que genera. Para quienes habitan la empobrecida nación, tampoco ocupan el primer lugar, el desempleo o la pobreza generalizada. Lo que en realidad les quita el sueño es la corrupción.
Mientras intenta huir de un lobo mañoso que la persigue por entre las malezas, una hermosa muchacha «casivestida» —o lo que es lo mismo: «muchidesnuda»— cae de un árbol y va a parar a los brazos de alguien que pinta de galán. Con este disparo de arrancada, echa andar la trama de la aventura —¿dije «aventura»?— que los televidentes cubanos, incluidos niños y adolescentes, ya están viendo de lunes a viernes, a las 7:30 p.m.
¿Cuántos, a nuestro alrededor, viven sin ideas? ¿Cuántos andan el mundo por inercia? ¿Y cuántos se contagiaron de un pragmatismo enfermizo, que restringe las funciones esenciales de la sustancia gris?
Deberíamos medir con más frecuencia lo corrosivo de dibujar ciertos espacios de nuestra existencia como una réplica de El Dorado, un lugar de la imaginación en el que no hay cabida a la opacidad, donde todo se pavimenta sobre el brillo, el esplendor.