Trump no perdió la oportunidad en su primer día como presidente para firmar sus controvertidas órdenes ejecutivas. Autor: Reuters Publicado: 20/01/2025 | 10:37 pm
La «era dorada» de Estados Unidos comienza ahora… Voy a poner a Estados Unidos en el primer lugar. La soberanía, la seguridad nacional, la justicia según la visión de Donald Trump serán prioridades. Mejor, más fuertes y más excepcional que nunca antes, esa fue la definición y promesa de Donald Trump como presidente 47 de Estados Unidos, en un discurso en el cual criticó a la administración que le antecedió como un prácticamente catastrófico Gobierno y hasta utilizó la palabra «traición» para el deterioro que dijo que causaron al país.
Fue un discurso prepotente, rencoroso, agresivo, amenazante, xenófobo hacia los pueblos de su frontera sur, a la que declaró en emergencia nacional y a donde enviará tropas, tal como declaró emergencia energética para perforar en territorio estadounidense y utilizar el «oro líquido» en su subsuelo, en la línea polémica otra política
reeditada. Estados Unidos dejará de ser parte del Acuerdo de París sobre el cambio climático.
Por demás, hará nuevamente a EE. UU. la nación militarmente más poderosa del mundo.
Dijo que había sido designado por Dios para hacer a Estados Unidos grande una vez más. Bajo el pretexto de las bajas temperaturas en la capital estadounidense, asumió en la rotonda del Capitolio de Washington, sede de los poderes legislativos que se suponen que responden a la ciudadanía que elige a senadores y representantes, donde cuatro años antes una fanaticada extremista asaltó el lugar para intentar revertir el triunfo entonces del demócrata Joseph Biden, considerado una de las mayores afrentas a la llamada democracia.
Dos menciones dan clave para lo que el mundo puede esperar de este Trump y su Gobierno de multimillonarios: el Destino Manifiesto y el presidente William McKinley.
La doctrina del designio divino, por la que se creen la nación elegida, esa que cimentó la política expansionista de Estados Unidos en el siglo XIX, robando extensos y ricos territorios a México —desde California hasta Texas— y a los pueblos nativos, los originarios habitantes de llanuras y montañas. Ese Destino Manifiesto que podemos traducir en las palabras utilizadas en 1845 por el periodista John O’Sullivan, en una columna que tituló Anexión: «Otras naciones han emprendido una (...) interferencia hostil contra nosotros, con el objeto declarado de frustrar nuestra política y obstaculizar nuestro poder, limitando nuestra grandeza y frenando el cumplimiento de nuestro destino manifiesto de extendernos por el continente asignado por la providencia para el libre desarrollo de nuestros millones que se multiplican anualmente».
La otra mención fue para William McKinley —nombre que quiere darle Trump al Canal de Panamá que aspira a recuperar—, el presidente del intervencionismo imperialista, que se apoderó de Filipinas y Puerto Rico y condenó a la Cuba republicana a ser un apéndice neocolonial. Ahora, incluso, apunta a plantar la bandera de las barras y las estrellas en el planeta Marte, una referencia que fue muy bien acogida por quien parece ser el más influyente de su equipo de Gobierno, el billonario Elon Musk, fundador y director ejecutivo de Space X, empeñado en la conquista espacial, quien ha anunciado que su megacohete Starship comenzará a volar al planeta rojo en 2026, aunque la fiabilidad de ello estaría en duda, pues la semana pasada, durante un vuelo de prueba, los ingenieros perdieron el control de la segunda etapa del cohete que explotó. Lo dijo en ese momento Bill Nelson, el director de la NASA: «Los vuelos espaciales no son fáciles».
También las temperaturas extremas sirvieron para que el tradicional desfile inaugural no ocupara la Avenida Pennsylvania hacia la Casa Blanca. Esta vez fue en el Capital One Arena, estadio de baloncesto y hockey en el centro de Washington, en cuyo escenario se dispuso el escritorio donde el nuevo presidente firmaría sus primeras órdenes ejecutivas.
Dicen medios de prensa que la capacidad de esa arena deportiva es de unas 20 000 personas, apenas una pequeña parte de los aproximadamente 220 000 invitados con entrada que estaban allí para observar desde los terrenos del Capitolio de Estados Unidos.
El tiempo es oro, recoge un adagio que se le atribuye a uno de los fundadores de Estados Unidos como emergente nación del capitalismo, Benjamin Franklyn, y Donald Trump, tras jurar como 47mo. presidente de Estados Unidos, actuó en consecuencia.
Diez órdenes ejecutivas, con las que pretende acabar con la inmigración, están entre casi un centenar de medidas decretadas de inmediato, para no perder tiempo en el primer día de sus próximos cuatro años de mandato con las firmas que le garantizarán poner en vigor sus políticas a lo interno y en el escenario internacional.
Un funcionario de los que entran en la Casa Blanca lo había anticipado a los periodistas antes de la toma de posesión del republicano y algunas de ellas fueron ratificadas en la arenga: declaración de emergencia nacional en la frontera sur para movilizar a los militares (y acelerar la construcción de su muro fronterizo), calificar a los cárteles de las drogas como organizaciones terroristas, poner fin a la ciudadanía por derecho de nacimiento de los hijos de inmigrantes ilegales, lo que es totalmente anticonstitucional; además, pausar los programas de reasentamiento de refugiados y finalizar el derecho al asilo; también iniciar lo que ha dado en llamar «la mayor deportación de criminales migrantes de la historia». Pero algunas sobrepasan la autoridad de un presidente y ya son cuestionadas por los grupos de defensa de los inmigrantes y de los derechos civiles, aunque Trump crea que tiene todos los poderes del mundo en sus manos.
Funcionarios señalaron a un medio oficialista estadounidense respecto al posible despliegue de tropas en el borde mexicano: «La Orden Ejecutiva ordena a las fuerzas armadas priorizar nuestras fronteras e integridad territorial y la planificación estratégica de sus operaciones para mantener la soberanía, la integridad territorial y la seguridad de EE. UU., al repeler formas de invasión, incluida la migración masiva ilegal, el tráfico de estupefacientes, el tráfico de personas, los ataques y otros delincuentes», para recalcar así el carácter despreciativo y calumnioso de las declaraciones y la política trumpiana. Y de nuevo el muro…
Tan controversial y excluyente como la mirada a los migrantes es la de poner fin a las prácticas de diversidad, equidad e inclusión en el Gobierno federal, que se conocen por las siglas DEI, desconociendo la identidad de género e impidiendo que los fondos federales la promuevan.
Pero los fondos federales deben haberse resentido en gastos para la seguridad de la ceremonia del mediodía y los almuerzos, cenas, tres galas nocturnas y una decena de fiestas en Washington D.C. a pesar de que algunos de sus ahora aliados multimillonarios donaron no poco, pero que también cuestan al presupuesto, pues más de 25 000 agentes del orden y militares fueron movilizados, incluidos 4 000 oficiales procedentes de otras ciudades y 7 800 miembros de la Guardia Nacional.
Ciertamente, el mundo se enfrenta a muchos desafíos: los conflictos bélicos, las crisis económicas y la inestabilidad internacional, un resurgimiento de las fuerzas más extremistas de derecha, fundamentalmente en Europa. Y sobre esto hay más de una declaración de Trump o de Musk apoyándolas. Se evidencia que algunos de los retos no parecen motivar el enfrentamiento de conjunto por parte de la nueva administración estadounidense, que promete aranceles exorbitantes, sanciones comerciales, aislamientos..
«Es el fin del declive», dijo Trump en su discurso, refiriéndose al mandato precedente, y lo que él hará al frente del Gobierno aportará o no su parte a un camino en pendiente que a ojos vista se le augura a Estados Unidos, sea más temprano o más tarde.
¿Un sombrero como obstáculo? Así de esquiva comenzó la «época dorada» prometida por el 47mo. presidente de EE. UU. Foto: AFP