Según el italiano Fabio Capello, ahora al frente de la selección inglesa, el Mundial de Sudáfrica comenzó la víspera, cuando todos los equipos concursantes adelantaron sus posibles nóminas definitivas.
El 25 de abril último muchos jóvenes ya estábamos en nuestros colegios electorales cuando el sol entró a raudales por la ventana y el canto del gallo se escuchó más fuerte que de costumbre. Fue un día especial y de compromiso con la Patria.
Si se pudiera escoger entre tantas cepas de personas para hacer avanzar la democracia socialista, habría que desechar a los demasiado calculadores y arribistas, esos «adecuados» que hacen carrera con una leve teñidura política y total asepsia opinática, aunque la procesión de los criterios les vaya por dentro. Esos simuladores que miden siempre la palabra y esconden los pensamientos ascendiendo escalones. Esos acomodaticios usurpadores de posiciones a cualquier precio, que se revelan tal cual son el fatídico día en que las pierden.
Mientras la madre Tierra sufre por el afán de encender la pólvora de algunos de sus hijos, este domingo muchas personas le haremos un guiño a la ternura como ritual de paz en el quinto mes del año, y emprenderemos entre alegrías y costumbres otro viaje de vuelta a la semilla.
Aquellos domingos indescriptibles solíamos formar un enjambre familiar en torno a ellas. Hijos, nietos, sobrinos y hasta «primos quintos» armábamos unas reuniones sin protocolos ni estrados para reírnos de las «guayabas» y los cuentos de otro tiempo; mientras, las supuestas agasajadas no paraban de trajinar, como si hubieran querido olvidarse ex profeso de que ese era «su día».
El hombre bajaba, bamboleante, una calle de Cienfuegos, 4 y 30 de la tarde, en bicicleta, borracho hasta el punto donde pierden todo límite. En el «caballo» del ciclo viajaba un niño uniformado, de nueve o diez años, al que todo indica había recogido en la escuela.
Dice un refrán que «cuando veas las barbas de tu vecino arder…», pues ya se sabe lo que hay que hacer. Y de las barbas de los griegos, miembros de la zona euro, se escapa un humo negruzco. Desde Gran Bretaña la gente observa el drama y llega a la conclusión de que «mientras más lejos del euro, ¡mejor!». Por ello, cualquier político que hoy levante bandera por «más Europa», puede esperar una mueca de incredulidad…
¿Solo una promesa? Pues al parecer, sí. Según la más reciente evaluación del primer ministro japonés Yukio Hatoyama, no es posible trasladar la base estadounidense Futenma de la isla de Okinawa. No importan las protestas de los residentes en la zona, ni tampoco que cerrar el enclave militar haya estado entre los compromisos electorales del gobierno del Partido Democrático Japonés (PDJ), para destronar a su rival partidista con casi medio siglo en el poder. Ahora, «objetivamente» —dice— es imposible.
Con frecuencia oímos la frase que justifica, aparentemente a salvo de cualquier reproche moral, un ceremil de mordiscos y mutilaciones en la piel del Estado: lo del Estado no tiene dueño. Porque, según esa cuenta, un propietario masivo, generalizado, unánime, se trueca en un dueño inexistente.
Las recientes elecciones en Sudán demostraron que aún no sanan viejas heridas de 21 años de guerra civil. En el último quinquenio ese país africano solo ha vivido una tensa calma, en la que no han dejado de exacerbarse las diferencias entre el norte y el sur. Los primeros comicios en 24 años fueron un ejercicio bastante difícil, marcado no solo por dificultades técnicas, sino por sabotajes y acusaciones de fraude por parte de la oposición, a pesar de carecer de pruebas serias que no estuvieran motivadas por el temor de una derrota segura.