El 25 de abril último muchos jóvenes ya estábamos en nuestros colegios electorales cuando el sol entró a raudales por la ventana y el canto del gallo se escuchó más fuerte que de costumbre. Fue un día especial y de compromiso con la Patria.
En esta ocasión no estuve al lado de una urna electoral como lo hacía años atrás con mi uniforme escolar y los atributos pioneriles. Esta vez estaba frente a ella, escogiendo a mis propios representantes.
Más de 320 000 jóvenes cubanos cumplimos durante esa jornada con el sueño de ejercer el voto libre, igual y secreto, un derecho constitucional y un deber cívico que realizamos de manera voluntaria.
En nuestras manos estaba por vez primera la responsabilidad de elegir a quienes nos representarían como delegados en las Asambleas Municipales del Poder Popular, y votamos de forma entusiasta y masiva sin que hiciera mella en nosotros la campaña mediática que Estados Unidos y la Unión Europea han desarrollado para desacreditar el proceso revolucionario.
También estábamos convencidos de que en Cuba todos tenemos derecho a elegir y ser elegidos, en virtud de la capacidad, los méritos y los valores que deben tener los candidatos, sabiendo que no existen campañas electorales discriminatorias, ofensivas y denigrantes. La campaña electoral posee un profundo contenido educativo, ético y moral, en la que se explica la importancia de ejercer el voto; donde nuestro Partido no postula, no nomina ni promueve candidatos; es el propio pueblo el que tiene esa autoridad y la ejecuta en asambleas de vecinos.
Este fue nuestro Girón, otra oportunidad para mostrar nuestro protagonismo, conciencia y compromiso histórico con los destinos de la Patria socialista. También fue un momento fidedigno para reafirmar que nunca antes una generación de cubanos tuvo cosas tan sagradas que defender.
Al votar con calidad, ejerciendo bien ese derecho ciudadano, los jóvenes mostramos al mundo que no somos un grupo aislado, sino parte de un pueblo con su juventud reafirmando la unidad en el socialismo.
Las elecciones, además, fueron propicias para que nuestro pueblo reconociera nuevamente las cualidades y posibilidades de los hijos más jóvenes de la Patria. Ese protagonismo no solo se advierte porque aumentaran las cifras de jóvenes entre los delegados electos, sino también por nuestra labor en la actualización de las listas de electores, la colocación de las biografías y fotos, la organización de las mesas y colegios electorales y demás pasos previos al sufragio.
La participación decidida y el voto por el mejor candidato señalaron los principios y valores de cada joven en este acontecimiento político de extraordinaria importancia, cardinal en el perfeccionamiento continuo del sistema político cubano.
Cumplir esta nueva tarea, con la alegría y el júbilo que nos caracteriza, convencidos que el futuro de la Revolución y la obra de nuestro Comandante en Jefe está en nuestras manos, fue una premisa fundamental para acudir de manera puntual a votar, y asegurar así el porvenir libre y soberano de Cuba; la unidad, la democracia y los verdaderos derechos humanos.
Serenidad en cada ciudadano; ausencia de falsas promesas, campañas publicitarias y partidos políticos; postulación directa por los vecinos; urnas protegidas por pioneros, escrutinio público, manos alzadas y aplausos para el que más votos alcanzó… Todo eso y mucho más distinguió como un proceso de genuina participación a las elecciones de este 25 de abril.